25 años de la riada de Badajoz: A la vida pasando por la muerte
Se han cumplido recientemente 25 años de la riada que asoló algunos pueblos y también barriadas de la ciudad de Badajoz, en concreto Cerro de Reyes, Antonio Domínguez y San Roque, zonas marginales que forman parte de la periferia de Badajoz que don Antonio Montero, entonces nuestro arzobispo, calificó como “la corona de espinas” de la ciudad.
La madrugada del 5 al 6 de noviembre de 1997 se produjo una lluvia torrencial que, en un abrir y cerrar de ojos, arrasó con todo lo que encontraba por delante: personas, casas, coches, enseres del hogar, postes de electricidad…
La proximidad de muchas casas edificadas en zonas de riesgo, así como almacenes de chatarra próximos al cauce de los ríos facilitó el fatal desenlace. El resultado fue 24 muertos y una persona desaparecida, amén de múltiples daños materiales y un reguero de desconcierto, penas y lamentos. El amanecer del día 6 iba dando visibilidad a las escenas de horror ocurridas: cadáveres, llantos, casa destruidas, barro, escombros, sirenas, desolación… Una catástrofe de inmensas proporciones.
Pero desde los primeros momentos hubo personas e instituciones que se hicieron presentes para luchar con ahínco contra la destrucción reinante. Un ejemplo más de que lo mejor de las personas sale a flote en situaciones límites. Instituciones públicas y privadas locales, regionales, nacionales e internacionales, empresas, clubes deportivos, ciudadanía en solitario y organizada provocaron un torrente de solidaridad, que palió y contrarrestó, hasta donde fue posible, los daños ocasionados.
Por supuesto que tanto la parroquia, con sus párrocos al frente, como Cáritas diocesana estuvieron fuertemente implicados en el arduo trabajo de limpieza, organización de la ayuda, atención a las personas y familias desamparadas, acompañamiento en el dolor así como colaborando en el reparto de alimentos, ropa y otros enseres, cuestión no exenta de dificultades y problemas en situaciones como la que nos ocupa.
En el Cerro de Reyes, donde fallecieron la mayoría de las personas, surgió hace un año la idea de preparar una celebración especial con motivo de los 25 años del acontecimiento, y no solo quedarnos en la Eucaristía habitual de todos los años. Esa idea originaria dio paso a un proyecto bautizado como “Hazte una PCR” (Promoción Cerro de Reyes). Se formó un equipo coordinador que fue sensibilizando a instituciones y personas con idea de comprometerlos en las acciones que fueran surgiendo. Se empezaron a diseñar posibles actividades de distintos ámbitos: deportivas, educativas, culturales, religiosas, sociales…
Los objetivos del proyecto apuntaban al pasado, presente y futuro. Una mirada al pasado llena de dolor y agradecimiento, desde el reconocimiento de la ayuda recibida. Otra al presente, tomando conciencia de los avances obtenidos en estos años, a pesar de todo insuficientes. Y, finalmente, una proyección al futuro desde una doble y complementaria perspectiva referencial. Reclamar a nuestras autoridades políticas una mayor cercanía y preocupación efectiva por mejorar las infraestructuras de nuestro hábitat. Somos un barrio periférico, pero no por ello queremos serlo marginal. Exigimos un tratamiento, al menos, equitativo al de otros espacios de la ciudad. Al mismo tiempo, vemos como necesario un cambio de actitud en la ciudadanía para sustituir el pasotismo y el desinterés por una participación activa, organizada y entusiasta.
El proyecto se ha desarrollado satisfactoriamente. Asociación de vecinos y parroquia han estado coco con codo logrando implicar a muchas personas y entidades. Acto central del día 6 fue la celebración de la Eucaristía en la parroquia Jesús Obrero, presidida por el arzobispo de Mérida-Badajoz, con asistencia de autoridades políticas de entonces y de ahora y representantes de muchas instituciones que tuvieron un papel estelar en los días de la tragedia y posteriormente en la reconstrucción del barrio.
De la homilía del arzobispo don Celso destacamos los siguientes párrafos: “Los políticos de las distintas instituciones del Estado, como de la región y de la ciudad de Badajoz se coordinaron y actuaron con gran eficacia, olvidando las diferencias políticas. Y desde toda España llegó una riada de solidaridad propiciada por particulares, instituciones, asociaciones, comercios, empresas, equipos de fútbol, etc. Aquello fue una escuela cuya lección de solidaridad debemos recordar constantemente”… “No hay mejor medicina para el ser humano que el amor solidario, que nos hermana y nos hace compartir juntos los sufrimientos y las alegrías de los otros. No morimos al detenerse nuestro corazón, sino al dejar de amar”…
Tras la Eucaristía se sembraron en los jardines de una rotonda céntrica 22 macetas en recuerdo de las víctimas de los barrios de Badajoz.
Hemos vivido lo programado con intensidad. Como creyentes afirmamos que la muerte no es el final del camino. Apostamos por una resurrección que no solo tiene sentido transcendente, sino que hay que hacerla realidad allí donde el sufrimiento y la muerte hacen acto de presencia. El arzobispo también lo dijo: “La solidaridad hace milagros y donde hay muerte pone vida”.
Párroco de Jesús Obrero de Badajoz