El papa León XIV centra su mensaje de Navidad en la dignidad humana, la acogida del otro y el cuidado de la vida

El papa León XIV centra su mensaje de Navidad en la dignidad humana, la acogida del otro y el cuidado de la vida
En su primera misa de Nochebuena como pontífice, León XIV situó el nacimiento de Jesús en el contexto de un mundo marcado por la oscuridad, la exclusión y la pérdida de sentido, subrayando que la Navidad solo se comprende desde la dignidad humana, la acogida del otro y la paz que nace de la fragilidad.

El papa León XIV celebró la misa de la Natividad del Señor en la basílica de San Pedro con una homilía centrada en la realidad histórica y social que atraviesan los pueblos. Desde el inicio, el pontífice evocó la experiencia de una humanidad que, a lo largo de los siglos, “ha escrutado el cielo” en busca de respuestas, mientras la confusión y el sufrimiento persistían “abajo, entre las casas”.

“El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz”, recordó, citando al profeta Isaías, para afirmar que la Navidad acontece precisamente en medio de esa noche. Según explicó, no se trata del resultado de un esfuerzo humano por alcanzar la verdad, sino de una iniciativa de Dios que entra en la historia concreta de las personas.

Un Dios que se deja encontrar en lo pequeño

El Papa subrayó que el signo del nacimiento de Jesús es profundamente sencillo: “un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. En ese sentido, afirmó que “para encontrar al Salvador no hay que mirar hacia arriba, sino contemplar hacia abajo”.

León XIV destacó que “la omnipotencia de Dios resplandece en la impotencia de un recién nacido” y que Dios no envía algo externo a la humanidad, sino que “se entrega a sí mismo”. A partir de esta imagen, señaló que el Hijo de Dios comparte con la humanidad “la necesidad de cuidado y calor”, una experiencia común a toda vida que comienza.

Navidad y acogida del otro

El pontífice también abordó las consecuencias sociales del mensaje navideño. Citando una homilía de Benedicto XVI pronunciada en la Nochebuena de 2012, recordó que cuando la noche del error oscurece la verdad “tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros”.

A partir de esa referencia, León XIV subrayó que “en la tierra no hay espacio para Dios si no hay espacio para el hombre: no acoger a uno significa rechazar al otro”. En este sentido, afirmó que allí donde se hace sitio a la persona concreta también se hace lugar a Dios, hasta el punto de que “un establo puede llegar a ser más sagrado que un templo” cuando se convierte en espacio de acogida.

Crítica a la mercantilización de la persona

La homilía incluyó una referencia explícita a las dinámicas económicas que reducen a las personas a objetos. “Mientras una economía distorsionada induce a tratar a los hombres como mercancía, Dios se hace semejante a nosotros, revelando la dignidad infinita de cada persona”, afirmó.

Apoyándose en san Agustín, el Papa recordó que la soberbia humana ha generado opresión y que solo la humildad de Dios es capaz de levantar a la humanidad. En ese marco, planteó una pregunta abierta sobre la capacidad del amor manifestado en la encarnación para transformar la historia.

Paz y esperanza que nacen en Belén

Al evocar la escena de los pastores, León XIV destacó que el anuncio del nacimiento de Jesús no viene acompañado de fuerza ni de violencia. El “ejército celestial” que aparece en Belén es descrito como “huestes desarmadas y desarmantes”, cuya misión es proclamar la gloria de Dios y la paz en la tierra.

El Papa recordó también unas palabras del papa Francisco pronunciadas un año antes, según las cuales el nacimiento de Jesús reaviva “el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido”. En esa línea, afirmó que la Navidad abre un tiempo de gratitud por el don recibido y de misión para dar testimonio de él en el mundo.

Fe, caridad y esperanza

En la conclusión de su homilía, León XIV invitó a vivir la Navidad como “fiesta de la fe, de la caridad y de la esperanza”. Es fiesta de la fe, señaló, porque Dios se hace hombre; de la caridad, porque el don del Hijo se expresa en la entrega fraterna; y de la esperanza, porque el Niño Jesús “la enciende en nosotros, haciéndonos mensajeros de paz”.

Con estas palabras, el Papa animó a la Iglesia a no temer la noche y a caminar hacia “el amanecer del nuevo día”, sosteniendo una esperanza que nace del nacimiento de Jesús y de su cercanía a las personas.