El cardenal Cobo plantea una Iglesia que mire “desde la plaza” y reconstruya los vínculos rotos de un mundo herido

El cardenal José Cobo propone comunidades abiertas, inclusivas y sinodales para responder al cambio de época desde las periferias, “lugar de enfoque y atención prioritaria”, y desde el mundo del trabajo “diana” ineludible de la misión eclesial para rearticular dignidad, relaciones y sentido
En el V Foro de diálogo “A lo claro”, el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, José Cobo, ofreció este sábado la ponencia “La Iglesia ante el cambio de época” en la que combinó diagnóstico social, lectura creyente y propuestas pastorales. La tesis central de su intervención fue que la Iglesia solo será significativa si aprende a “revincular” un mundo roto por la “gran desvinculación”.
Cobo situó el análisis en el contexto del último informe FOESSA, que para él “no puede acabar durmiendo en un cajón”. Subrayó cinco factores que definen la hora presente: la crisis demográfica, el individualismo, la mediación digital de las relaciones, la brecha entre cifras macroeconómicas y precariedad, y la mercantilización de la vivienda.
Sobre el envejecimiento demográfico, señaló que “somos una sociedad envejecida, con una pirámide de población invertida que compromete el futuro”. Y recordó que España “está a la cola de las ayudas a la familia, con unas tasas de pobreza infantil inasumibles”. Citando el informe, añadió: “Como nunca, la pobreza infantil está encorsetada: la mayoría de los niños que nacen pobres seguirán siendo pobres. El ascensor social aquí se ha eliminado”.
El cardenal subrayó que el individualismo se esta convirtiendo en “las gafas con las que miramos los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, y así los dejamos raquíticos, porque los miramos siempre desde uno mismo”. En este clima, la digitalización actúa como factor adicional de desconexión, ya que “estamos conectados, pero no estamos comunicados”, dijo. Esta fractura alcanza a muchas familias que, como ejemplo, “están juntas por la noche y, sin embargo, no hablan: cada uno está a su pantalla”.
La contradicción entre los datos macroeconómicos y la vida real fue otro punto de atención, donde “hay cifras que dicen que estamos en crecimiento, pero hay bolsas de pobreza como pocas veces y un progresivo hundimiento de la clase media”.
En este sentido, Cobo apunta a la “perversión que supone que el derecho a una vivienda digna se haya visto desplazado por una mirada que la contempla como inversión rentable y segura”. El cardenal recordó que “el precio de los nuevos alquileres se ha multiplicado por dos en los últimos diez años” y que “el precio medio ha subido casi un 25% entre 2018 y 2023”. “Cada vez hay más gente que, aun trabajando, es pobre porque no puede pagar la vivienda. Y eso retrasa la emancipación y la formación de familias: el primer hijo llega a los 31 o 32 años”, dijo.
El trabajo, lugar ineludible de la misión eclesial
Durante su intervención, el prelado describió el mundo del trabajo como uno de los lugares donde la desvinculación es más silenciosa pero más dañina: “Cada vez más el trabajo se deshumaniza y se convierte en mero factor de producción. Los trabajadores se funcionalizan y despersonalizan, con trabajos precarios, mal pagados, incluso en condiciones de explotación”.
Citó expresamente a trabajadoras y trabajadores migrantes en situación administrativa irregular y la “hiperflexibilización” que rompe trayectorias vitales. Recuperó la enseñanza de Juan Pablo II al recordar que “el trabajo es la clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social” ; y la de Francisco al destacar que el trabajo es “el gran tema de nuestra época”, para insistir en que la revinculación laboral es una “diana” ineludible de la misión eclesial: un lugar privilegiado para rearticular dignidad, relaciones y sentido.
Ante este panorama, Cobo advirtió contra el derrotismo. “Este mundo concreto no es para ser profetas de calamidades, que en Adviento están prohibidos, porque es un profetismo falso. El profetismo creyente es el que ve la realidad como un reto y aprende a descubrir los gérmenes y las semillas de Dios”. Recordó que “el Espíritu Santo llega antes de que nosotros lleguemos y trabaja incluso cuando dormimos. Somos colaboradores del reino; no sus conquistadores”.
“Odres nuevos”
Para afrontar el cambio de época, propuso varios “odres nuevos”. El primero, y más extenso, es la fraternidad expresada en comunidades abiertas, hospitalarias y cálidas: “Ante la gran desvinculación, el mensaje de Jesús nos lleva a vincularnos. Vincularnos no ideológicamente, sino desde la fraternidad”. Recurrió a una imagen doméstica para ilustrarlo destacó “el individualismo y la soledad no deseada se combaten con la casa de la abuela, la mesa camilla siempre abierta donde siempre había un café”.
El cardenal identificó en las parroquias “la principal fortaleza” de la Iglesia española, siempre que estén lideradas por personas que “se pateen el barrio” y valoren la vocación bautismal del laicado que “no está ‘para colaborar’. Está porque Dios lo ha llamado igual que al cura”. Advirtió también que el crecimiento de algunas iglesias evangélicas de corte sectario (un 62% en cinco años en Madrid) refleja que muchas personas necesitan espacios de acogida personal que la Iglesia católica ha descuidado.
Como antídotos contra la polarización, propuso la escucha, la formación comunitaria para renovar “relaciones, procesos y vínculos”, y el “arte de la seducción evangélica”. “Esta desvinculación y este desasosiego no se combaten a palos ni dando la chapa. Se afrontan seduciendo. Hoy ser hermanos de todos no deja de ser contracultural y seductor”, dijo.
En el plano social, recuperó el papel de los movimientos populares, citando a León XIV. “Estos movimientos invitan a superar una política hacia los pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los pobres”. Y subrayó la necesidad de que la Iglesia integre mecanismos para que “los últimos” sean protagonistas.
“Mirar desde la plaza, no desde arriba”
El prelado continuo su intervención con una mirada al “odre viejo y siempre nuevo” de las periferias. En este sentido, recordó que el papa Francisco insistía con una pregunta esencial: “¿Desde dónde miráis?”.
Cobo relató una escena pastoral que lo marcó profundamente. Durante una reunión con jóvenes de una parroquia, muchos señalaban como problema la plaza frente al templo: “llena de migrantes, ruidosa, cada vez peor cuidada”. En la sala había varios migrantes. Uno de ellos intervino y les devolvió la mirada invertida: “Vosotros veis la plaza desde vuestros pisos. Nosotros vivimos 15 o 16 en un mismo piso: la plaza es nuestro salón. Allí jugamos, hacemos los deberes y hablamos en familia”.
“El silencio fue total”, recordó el cardenal. “No porque fueran insensibles, sino porque aquel hombre les enseñó a mirar desde la plaza, no desde arriba”. Para Cobo, esta es la clave pastoral, puesto que “las periferias siguen siendo un lugar de enfoque y atención prioritaria. La renovación de la Iglesia vendrá evidentemente de las periferias. Nunca lo olvidemos”.
El arzobispo concluyó citando Dilexi te donde el papa León XIV resume la fuerza profética capaz de afrontar el momento: “El amor cristiano supera cualquier barrera (…) no tiene límites: es para lo imposible (…) es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino solo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy”.

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo. (Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)



