Presentada la guía diocesana por una vida libre de violencia machista en la parroquia san Hilario de Poitiers

Presentada la guía diocesana por una vida libre de violencia machista en la parroquia san Hilario de Poitiers
La Parroquia de San Hilario de Poitiers acogió la presentación de la Guía diocesana para parroquias por una vida libre de violencias contra las mujeres, un recurso práctico para que las comunidades cristianas se conviertan en espacios seguros y comprometidos con la erradicación de la violencia machista. El encuentro, organizado por la Comisión Diocesana, reunió a una treintena de personas y lanzó un mensaje claro: “prevenir y actuar” es tarea de todos

Una treintena de personas se reunió para tratar de avanzar hacia una “vida libre de violencias contra las mujeres” que es precisamente el titulo de la Guía presentada y en nombre de la Comisión Diocesana, a la que pertenecen por Arancha Perea y Carmen Montijo buscó sensibilizar sobre la gravedad de la violencia machista y ofrecer recursos iniciales para prevenir y actuar.

“La comunidad salva, también las parroquias”, subrayaron las ponentes, recordando que la Iglesia de Madrid quiere posicionarse inequívocamente al lado de las víctimas.

Para ello ha elaborado esta guía, dirigida a párrocos, agentes de pastoral y miembros de grupos parroquiales, con orientaciones concretas para detectar, acompañar y denunciar.

Una guía con vocación práctica

La Guía diocesana nace para que las parroquias sean “espacios seguros, de respeto y protección para las víctimas”, ofreciendo respuestas claras: qué es la violencia de género, cómo afecta a las mujeres y sus hijos, cómo acompañarlas evitando la revictimización, y qué hacer —y qué no hacer— ante la revelación de un caso. Incluye además testimonios reales, recursos en la Comunidad de Madrid y materiales para trabajar en catequesis y grupos parroquiales.

En palabras del arzobispo José Cobo, en la presentación oficial: “Esta guía tiene una clara vocación práctica. Es fácilmente utilizable no solo como recurso de emergencia, sino también como herramienta de sensibilización. Si nuestro grado de humanidad se revela en el modo en que tratamos a la mujer, aún tenemos el listón bastante bajo. Elevarlo será imposible sin reconocer a las mujeres y darles la participación y las responsabilidades que merecen, también en la Iglesia”.

Prevenir y actuar: una responsabilidad comunitaria

Durante la sesión se insistió en que la violencia contra las mujeres “afecta a todos y todas, daña a las personas, empezando por ellas, incluida toda la comunidad eclesial”.  Se propuso incluso un paso práctico: contar con “una persona de referencia” en cada parroquia que pueda advertir riesgos y saber cómo actuar. “Los lugares eclesiales deben ser espacios seguros, de respeto y protección, especialmente para mujeres y niños”, afirmaron.

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Las ponentes explicaron cómo funciona la violencia y los mecanismos que emplean los agresores, que pueden desembocar en desenlaces trágicos. Se invitó a “discernir para generar el cambio de actitud hacia la denuncia, la acogida y el apoyo”, y a “actuar para transformar la mentalidad, los hábitos, las relaciones y estructuras hacia el cuidado de todas las personas”.

Violencia que adopta muchas formas

En el diálogo posterior se abordaron las distintas formas de violencia: física, emocional, económica, sexual y vicaria. Se describió el proceso de control y aislamiento que sufren las víctimas, la pérdida de autoestima y las secuelas físicas, cognitivas y emocionales que padecen. “Las mujeres viven en permanente inseguridad e incertidumbre, sin saber qué puede ser el detonante de golpes y maltrato”, se señaló.

Una cultura del cuidado

La sesión concluyó con un llamado a instaurar la “mirada del buen trato”, extender la cultura del cuidado y revisar prácticas, incluso en la administración del poder dentro de la Iglesia. Como gesto concreto, se invitó a participar en la oración contra la violencia machista el próximo 24 de noviembre.

“Soñamos con comunidades cristianas comprometidas con la erradicación de la violencia, que rompan soledades y tejan redes de solidaridad”, afirma la Comisión en la guía.