El V Encuentro Mundial de Movimientos Populares: Vincular la esperanza con la dignidad humana 

El V Encuentro Mundial de Movimientos Populares: Vincular la esperanza con la dignidad humana 

Este Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) comenzó con una situación nueva, pero no diferente. Nueva porque el papa Francisco ya no estaba y su recuerdo y su impronta estaba presente desde el agradecimiento por un pontificado lleno de lucha por la justicia social y la paz, siguiendo el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia; aún recordamos en el primer encuentro cuando nos dijo, con su clásica gracia argentina, que no entendía por qué le llamaban “el Papa comunista” si él se limitaba a seguir el camino que marcaba el Evangelio y el magisterio social.

Es nuevo porque es la primera vez que el papa León XIV estaba presente para reforzar este proyecto y este proceso de utopía cristiana y humanista. Pero no es diferente porque hay continuidad, se sigue animando a seguir trabajando por las tres “T”: trabajo, tierra y techo. León ha cogido el testigo de Francisco.

Lo que sí es distinto es el momento histórico donde estamos y que provoca una gran preocupación por los retrocesos en los derechos humanos, en el derecho internacional y en atacar todo lo que es y representa la justicia social, la libertad verdadera de la gente y de los pueblos y la fraternidad como expresión de comunión de toda la humanidad y de toda la creación.

Se partió desde un análisis y un diagnóstico de la realidad desde las periferias y desde la casa común, haciendo patente los más de 52 conflictos armados con toda la crueldad que conllevan, la destrucción acelerada  de la naturaleza con el modelo económico depredador, el aumento de las desigualdades sociales, la criminalización de las personas refugiadas y migrantes, la cultura del odio que nos lleva a la exaltación del racismo, la xenofobia, el rechazo al pobre y el propio cuestionamiento de la democracia en aras de sistemas autoritarios de diversas índoles. Precisamente, ha terminado la cumbre del cambio climático (COP30) sin resultados importantes y con una declaración de mínimos que decepciona profundamente.

Hay una cuestión importante y es que las personas que forman parte de los movimientos populares miran la realidad de frente, sin ocultar nada, sin autoengañarse ante la realidad y su expresión cruel y deshumanizante, pero, reconociendo los esfuerzos por seguir sembrando semillas de esperanza y de dignidad, porque se trata de vincular la esperanza con la dignidad humana para expresar que merece la pena luchar y seguir luchando por un mundo donde el derecho al trabajo, a la tierra y al techo estén garantizados en todos los rincones del mundo llegando a lo más hondo de las periferias. Si no hay dignidad en las periferias no hay una sociedad justa y humanizante.

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Este V Encuentro Mundial de Movimientos Populares fue en sí un canto de esperanza, renovando el compromiso por tejer vínculos cada vez más sólidos entre los movimientos populares, donde la Iglesia también reafirma su compromiso para generar sinergias y convergencias para que toda la sociedad tengan los derechos sociales y laborales justos; la igualdad de género, la acogida y la caricia a las personas migrantes y refugiadas, la defensa de la democracia popular en conflicto con el dominio y el control de las élites sociales, económicas y financieras; la justicia ecológica, rechazando la mercantilización de la naturaleza y su modelo extractivista; el respeto a la soberanía de los pueblos y de las naciones y la paz fruto de la justicia social y de la fraternidad universal. No son compromisos que nacen de la euforia de un momento, sino que nacen de toda una vida de gente comprometida con ese otro mundo posible, necesario y urgente; nace de esos movimientos populares que no quieren dejar de soñar por cuidar la vida y la naturaleza para que cada persona saque el ser humano que lleva dentro.

Quiero terminar este artículo uniendo a las tres “T”, trabajo, tierra y techo, una cuarta “T” que es la trascendencia. Porque la esperanza trasciende la propia desesperanza; trasciende las voces que dicen para qué luchar si no se puede cambiar nada; trasciende esa tentación de participar en la sociedad dejándonos arrastrar por la codicia, la avaricia, la violencia y ponernos al lado de los poderosos. Es la esperanza que vuela con las alas de la fraternidad universal y la justicia social. Es la esperanza que trascienden nuestros miedos y despierta nuestra conciencia y sensibilidad. Es la esperanza que trasciende el hoy para que esas semillas de humanidad que sembramos con ternura y rebeldía puedan dar fruto en el futuro.