El profeta Amós y la justicia corrupta

El profeta Amós y la justicia corrupta
FOTO | El ex Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz. Vía Cabalar, EFE

1. El personaje. No sabemos la fecha exacta del nacimiento de Amós, pero sí conocemos su lugar de nacimiento. Por lo que leemos en el versículo primero del capítulo primero, Amós nació en Tecua, pequeña población cercana a Jerusalén, territorio del sur.

También por este mismo versículo, sabemos que era pastor, más en concreto mayoral, profesión a la que habríamos de añadir la de cultivador de higos, según leemos en el versículo 14 del capítulo 7, donde el profeta recalca que él no pertenecía a un gremio profético, sino que fue arrancado por el Señor de su oficio y enviado a profetizar al pueblo de Israel.

Aunque no sepamos su fecha exacta de nacimiento y muerte, sí sabemos que su ministerio profético lo ejerció bajo el reinado de Jeroboán II, transcurrido entre los años  782 a 735 antes de Cristo.

2. El contexto. Pese a ser oriundo del sur, su ministerio profético lo desarrolla en tierras del norte, en Samaría, donde se disfrutaba de una época de paz y prosperidad material.

Sin embargo, bajo esta apariencia de prosperidad material, el mismo Amós nos hace ver que aquella sociedad estaba enferma de injusticia social y de sincretismo religioso por su situación fronteriza.

La descomposición de aquella sociedad se caracterizaba por:

  • Un contraste brutal entre ricos y pobres.
  • Los pequeños agricultores estaban a merced de prestamistas y a expensas de calamidades naturales que les exponían a previsibles hipotecas, embargos e incluso esclavitud.
  • A eso había que agregar la presencia de comerciantes que falseaban pesos y medidas y que, además, sobornaban a los jueces.

A esta descomposición social, había que añadir la corrupción religiosa, de la que podemos decir que:

  • Pese a que los santuarios estaban en actividad, la religión no se conservaba en toda su pureza. Unos santuarios fomentaban la prostitución y otros cumplían una función meramente negativa y tranquilizadora de conciencias.
  • A eso había que unir un enfoque erróneo de la religión israelita. La alianza se había convertido en letra muerta sin el menor influjo en la vida diaria.

3. El mensaje. En este contexto, hemos de situar el mensaje profético de Amós, caracterizado por lo siguiente:

  • El anuncio del castigo por aquella situación de injusticia social y religiosa, que aparece como leitmotiv de su predicación.
  • Pero además se caracteriza por su explicitación de las causas que merecen tal castigo, entre las cuales destacan:
    • El lujo de la clase alta, con grandes palacios y estilos de vida alejados de toda compasión solidaria.
    • La injusticia, ya que sólo podían mantener aquel tren de vida a costa del sufrimiento de los pobres, que se veían exprimidos, oprimidos y vendidos como esclavos.
    • Y lo más grave de todo, esta situación se veía respaldada por la corrupción de los jueces, tal como veremos después.
    • En relación con el culto, aquella sociedad veía toda esta situación compatible con la vida religiosa. A través de Amós descubrimos que Dios rechaza esa creencia. Las visitas a los santuarios, sólo sirve para pecar (4, 4);  las prácticas religiosas no responden a la voluntad de Dios sino a la satisfacción humana (4, 5);  el Señor no quiere ofrendas y holocaustos sino derecho y justicia (5, 22-24).
    • La falsa seguridad religiosa. No basta con ser el pueblo elegido de Dios, sino que esto ha de ser motivo de sentirse más responsables ante Él.

4. El poder judicial. En una situación de caos social y religioso como la descrita, la institución más responsable, la que debe ofrecer más garantías es el poder judicial, pues de él depende la esperanza de los pobres en sus reivindicaciones o que se sientan oprimidos y explotados mediante decisiones arbitrarias.

Lo que nos introduce de lleno en el objeto de estudio, la que se corresponde con el capítulo cinco, versículos 7, 10, 11 y 12.

Con esta perícopa se inicia lo que en el libro de Amós se presenta como los ¡ay!, expresión de doble significación, pues al tiempo que indica un lamento, también es señal de maldición.

Este ¡ay! va directamente dirigido a la justicia en los tribunales y, por lo que veremos a continuación,  se debe a una situación de corrupción en el ejercicio de la misma.

Como dato curioso de esta perícopa, cabe destacar que la condena o castigo la intercala entre dos series de denuncias.  Explicaremos primero las denuncias y, después el castigo anunciado a los jueces corruptos.

  • La primera serie de denuncias, comprendidas en los versículos 7 y 10, hacen referencia a la justicia y el derecho como ordenamiento jurídico y a la rectitud como actitud interna. En cambio, y ahí está la denuncia, los jueces han arrastrado el derecho y lo han vuelto venenoso, según leemos en el versículo 7 “!ay! de los que convierten la justicia en acíbar y arrastran por el suelo el derecho”. Además, por lo que respecta a la rectitud como actitud interna, los jueces, como vemos en el versículo 10 desprecian a quienes denuncian las injusticias y a los testigos honrados: “odian a los fiscales del tribunal y detestan al que atestigua con verdad”.
  • La segunda serie de denuncias, es mucho más concreta, dura y acusadora contra los jueces, a los que llama criminales porque abusan del inocente, aceptan sobornos y atropellan a los pobres, tal como leemos en el versículo 12: “conozco bien vuestros muchos crímenes e innumerables pecados: estrujáis al inocente, aceptáis sobornos, atropelláis a los pobres en el tribunal”.

Como hemos dicho antes, entre esas dos series de acusaciones, en el versículo 11 Amós anuncia el castigo para estos jueces.

Es de suponer que, como consecuencia de su corrupción, aquellos jueces se podían permitir la misma vida de lujo y ostentación que los poderosos del momento histórico que analizamos y que, por ello, podrían disfrutar de  lujosas viviendas y gozar de los frutos de la tierra.

Por eso, el castigo anunciado se refiere a esas dos manifestaciones de lujo y ostentación. Toda esta actuación criminal no beneficiará en nada a los jueces porque ni podrán disfrutar de esas casas, ni podrán deleitarse con los frutos de la tierra. “Por haber conculcado al indigente exigiéndole un tributo de grano, si construís casas de sillares, no las habitaréis, si plantáis viñas selectas, no beberéis su vino”.

5. El camino recto. De lo dicho hasta el momento sobre el ministerio profético de Amós, así como de la perícopa que hemos analizado más detenidamente, se podría deducir que el mensaje de este profeta es totalmente negativo.

Nada más lejos de la realidad.  A lo largo de sus denuncias de injusticias y del castigo por ellas, Amós va ofreciendo notas que invitan a lo positivo.

Los versículos 4 y 5 y el principio del versículo 6 del capítulo 5 que hemos analizado, marcan todo un camino para revertir la situación: “así dice el Señor a la casa de Israel: ¡buscadme y viviréis!, no busquéis a Betel, no vayáis a Guilgal, no os dirijáis a Bersebá, que Guilgal irá cautiva y Betel se volverá Bet-avén. ¡Buscad al Señor y viviréis”.

Y sin salir del mismo capítulo 5, en los versículos 14 y 15, Amós insiste en marcar el camino para revertir aquella situación de injusticia: “buscad el bien, no el mal, y viviréis y el Señor, Dios todo poderoso, estará –como decís– realmente con vosotros. Odiad el mal, amad el bien, instalad en el tribunal la justicia: a ver si el Señor, Dios todopoderoso, se apiada del resto de José”.

De esta manera, con un mensaje positivo que, partiendo de buscar al Señor, permita obrar el bien, odiar el mal y reinstaurar la justicia en los tribunales, termina esta reflexión sobre el profeta Amós, al que podemos considerar, aunque no solo él en exclusiva, como “el profeta de la justicia social”.

6. Que nadie se lleve a engaño. Ante la más que previsible tentación de buscar paralelismos entre la situación descrita por Amós y lo que en nuestro país venimos sufriendo tras la condena del ya ex Fiscal General del Estado, no queda otra que afirmar que “todo parecido con la realidad es pura coincidencia”.