Comunidades cristianas vinculadas a «lo asociativo, el barrio, el trabajo»

Comunidades cristianas vinculadas a «lo asociativo, el barrio, el trabajo»
«Poner la silla en otro lugar: aprender a ver desde los otros». Con esta frase tan gráfica, José Fernando Almazán, ingeniero y expresidente general de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), quiso explicar que en tiempos de incertidumbre, la presencia activa y compasiva de las comunidades cristianas se vuelve signo de esperanza.

Estar cerca, escuchar y acompañar. Reclamó «capacidad de diálogo y esperanza que son fundamentales en estos tiempos».

«Necesitamos otro tipo de presencias», afirmó la directora del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP), Estrella Moreno, al presentar la charla de José Fernando Almazán titulada «El testimonio cristiano hoy: sentido, oportunidad, modos». Y esa frase marcó el tono de un encuentro en el que, más que ofrecer respuestas cerradas, el ponente propuso una manera distinta de situarse ante el mundo.

Almazán habló «desde su experiencia» a liberados laicos de la diócesis de Bizkaia, así como a personas cristianas de base de las diferentes parroquias del territorio y, como señaló la misma organización, lo hizo «con mucha autenticidad».

Su planteamiento inicial fue directo: «Mantener a raya la negatividad». El ponente advirtió que, aunque es necesario reconocer lo que no funciona, es imprescindible «ser justos en la crítica de lo negativo, porque nos desmoviliza».

Frente a ese peso que resta energía, reivindicó una mirada agradecida: «Reconocer lo mucho bueno que tenemos. A veces damos más valor a lo que nos falta que a lo que se nos ha dado gratuito».

Desde ahí, afirmó, surgen los espacios donde «el milagro suele ocurrir cuando la comunidad se reúne en su nombre», una «vida espléndida desde la gratuidad», basada en «amar, dar y recibir gratuitamente».

Lejos de lecturas idealistas, José Fernando insistió en la necesidad de la constancia: «Perseverar, trabajar a fondo perdido. Nuestro premio está más que pagado con nuestro talento recibido».

En esa línea, situó los retos actuales del contexto social y eclesial. Lejos de instalarse en la alarma, señaló que «los cambios no desestabilizan» y que la clave está en «caminar juntos, caminar todos, acompañar, ser siempre agentes de comunión, encuentro y unidad».

Para ello, urgió a generar «procesos», no respuestas rápidas. Reclamó «capacidad de diálogo» y «esperanzas que son fundamentales en estos tiempos».

El camino, explicó, exige «ir a trabajar con paciencia en un proceso lo más participado posible», capaz de generar conciencia de que «nuestra fe tiene implicaciones en la vida concreta».

También supone aceptar que la llamada de Dios se hace presente «en los cuerpos, mentes y corazón, preferentemente de los que sufren injusticias». Por eso invitó a «revisar nuestras presencias en nuestros entornos concretos», vinculándose a «lo asociativo, el barrio, el trabajo».

Dios nos habla desde lo cotidiano

La segunda parte de la intervención puso el foco en cómo nos situamos ante quienes viven en condiciones de vulnerabilidad: «Los pobres no son el sujeto de nuestra acción, sino que es el sujeto del cambio».

La pregunta que lanzó fue tan incisiva como incómoda: «¿Cómo escuchamos? ¿Estamos ausentes? ¿Estamos a ratos?».

Para ilustrarlo, citó tres noticias recientes que le sirven como señales de época: el mensaje de León XIV a los movimientos populares: «estoy con ustedes»; la afirmación del obispo de Viena de que «la Iglesia del futuro será una iglesia con poco equipaje»; y el cierre de una histórica asociación vecinal en Barcelona.

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El hilo bíblico y pastoral: la fe inseparable de los pobres

En un segundo momento de su intervención, Almazán profundizó en la dimensión teológica que sustenta su llamada a «otra forma de presencia». Para ello, acudió a la Exhortación Apostólica Dilexi te del papa León XIV, de la que extrajo algunos pasajes que, en su opinión, iluminan el momento actual.

Recordó el punto 34, donde el texto afirma que «la vida de las primeras comunidades eclesiales se nos ofrece como ejemplo a imitar». Desde ahí, subrayó la continuidad histórica de la Iglesia cuando sitúa a los pobres como eje de su identidad. En el punto 36, la exhortación lo expresa sin ambigüedades: «Existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres».

Más adelante, citó los puntos 89 y 90, que evocan el testimonio de san Óscar Romero, «quien sintió como propio el drama de la gran mayoría de sus fieles y los hizo el centro de su opción pastoral». El ponente explicó que este ejemplo resume la actitud que propone: una Iglesia que no se sitúa desde la distancia ni desde la tutela, sino desde la implicación y el acompañamiento.

La exhortación recuerda también que «Jesús fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre los hombres» y que la pobreza real –la que atraviesa vidas concretas– «clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación».

Cuatro claves para estar presentes en la realidad

Para concluir, Almazán expuso cuatro claves que pasan por aceptar que, a veces, se trata de «reconocer ese lugar que no sabemos bien lo que vamos a hacer, pero sabemos que es nuestro lugar». Todo depende, dijo, de la mirada: «Según donde coloco la silla, así veo la realidad», no desde lo que nos ocurre, sino «desde lo que les pasa a las personas».

«Acercarnos a las personas creando lazos de apoyo y amistad; generar espacios de acogida y humanidad; acompañar procesos de conciencia y compromiso por la justicia junto a pobres y precarios; mostrar alternativas que pongan a las personas en el centro; y compartir nuestra fe con quien lo desee, ofreciendo encuentros comunitarios que la hagan crecer», sintetizó el expresidente de la HOAC ante un aforo que también contaba con militantes del movimiento en Bizkaia.