Caminar juntos, con esperanza renovada

Del 24 al 26 de octubre hemos participado en el Vaticano en el Jubileo de los Equipos Sinodales y de los Organismos de Participación, junto a más de dos mil representantes de diócesis y organismos eclesiales de todo el mundo. Han sido días intensos, de oración, escucha, diálogo y comunión, en los que hemos podido experimentar la universalidad de la Iglesia y la riqueza del proceso sinodal que estamos viviendo.
El encuentro se inauguró el viernes con una oración guiada por monseñor Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo de los Obispos. A continuación intervino el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, que nos dio la bienvenida agradeciendo nuestra colaboración y llamándonos “compañeros en este camino sinodal”. Nos invitó, con tono fraterno y esperanzado, “a seguir construyendo el futuro”.
La jornada continuó con tres ponencias que aportaron hondura teológica y eclesial. La Dra. Mariana Aparecida Venancio, miembro del equipo sinodal de la Conferencia Episcopal de Brasil, habló sobre La sinodalidad como profecía social, recordando que este proceso no se agota en la vida interna de la Iglesia, sino que tiene un alcance transformador para el mundo. El profesor Miguel De Salis Amaral, de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, desarrolló La conversión de las relaciones, subrayando la necesidad de renovar los vínculos eclesiales desde la fraternidad y el servicio. Por último, el cardenal Grzegorz Ryś, arzobispo de Łódź (Polonia), reflexionó sobre La sinodalidad ante las tensiones de la Iglesia, invitándonos a confiar en el Espíritu como garante de unidad en la diversidad.
En esa sesión inaugural se hizo presente el papa León XIV, que escuchó con atención las experiencias compartidas por ocho equipos sinodales de todo el mundo sobre la implementación del proceso en sus contextos locales. Después de responder a sus preguntas, el Papa nos recordó que “el objetivo del proceso sinodal es ser una Iglesia que escucha y que llega a todos para cumplir su misión misionera”. Nos animó, con afecto, a “continuar este camino con una actitud de conversión y compromiso evangelizador”.

El sábado comenzó con la peregrinación jubilar a la basílica de San Pedro, atravesando la Puerta Santa y celebrando los ritos propios de la indulgencia jubilar. Fue un momento profundamente simbólico: pasar juntos por la puerta significaba renovar nuestro deseo de caminar como pueblo de Dios que se deja conducir por el Espíritu.
El resto del día se dedicó al intercambio de experiencias: primero, en pequeños grupos de Conversación en el Espíritu, donde compartimos cómo la sinodalidad está tomando forma en nuestras comunidades; y después, en talleres y seminarios temáticos que abordaron los múltiples desafíos de este proceso. En todos ellos se respiraba una Iglesia viva, que dialoga, aprende y se enriquece en la diversidad de carismas y culturas.
La jornada concluyó con una vigilia mariana en la plaza de San Pedro, un momento de profunda comunión espiritual. El domingo celebramos la Eucaristía Jubilar, presidida por el papa León XIV en la basílica. En su homilía, nos dejó palabras luminosas que resumen la esencia del camino sinodal: “La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a mandar, todos lo están a servir; nadie debe imponer sus ideas, todos deben escucharse recíprocamente; sin excluir a nadie, todos estamos llamados a participar; ninguno posee la verdad toda entera, todos la debemos buscar con humildad, y juntos”.
El Papa nos invitó también a seguir construyendo comunión desde los equipos sinodales: “Los equipos sinodales y los organismos de participación son imagen de esa Iglesia que vive en la comunión. En la escucha del Espíritu, en el diálogo, en la fraternidad y en la parresia, ayúdennos a ensanchar el espacio eclesial para que sea colegial y acogedor… Esto nos ayudará a afrontar con confianza las tensiones que atraviesan la vida de la Iglesia –entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación–, dejando que el Espíritu las transforme para que no se conviertan en contraposiciones ideológicas o polarizaciones dañinas”.
Estas palabras resumen bien la experiencia vivida: una Iglesia que se sabe llamada a caminar junta, superando miedos y rigideces, y dejándose guiar por el Espíritu hacia formas nuevas de comunión, participación y misión.
Damos gracias al Señor por este encuentro en comunión con la Iglesia universal y con las diócesis españolas que se hicieron presentes (Valencia, León, Burgos, Tortosa, Solsona, Zaragoza, Ciudad Rodrigo, Menorca, Bilbao, Santiago de Compostela, Palencia, Mallorca, Coria-Cáceres y Jaén). Volvemos a nuestras comunidades con el corazón lleno de esperanza y las ilusiones renovadas.

Ahora nos queda un trabajo de difusión de esta fase y de ponernos manos a la obra, para hacer realidad lo que juntos hemos expresado en el Documento final, que deseamos vivir una Iglesia que camina junta, que acoge, escucha y discierne en común las decisiones a tomar en nuestras comunidades parroquiales, movimientos, asociaciones, cofradías, diócesis… para que caminemos juntos, como hermanos y hermanas, donde nadie se sienta superior a los demás, ni quiera imponer sus ideas, donde todos estamos para servir, para escuchar, para acoger sin excluir a nadie; llamados a participar, a ser corresponsables de la misión que Cristo nos ha confiado a todos los bautizados “id y anunciar el Evangelio”.
Esto nos exige a todos nosotros y a nuestras parroquias, movimientos, cofradías… a convertirnos personal y comunitariamente para vivir como reza el eslogan del sínodo: “Comunión, participación, misión”.

Párroco de la iglesia de san Eugenio, Cáceres- Delegado diocesano de pastoral obrera y consiliario diocesano de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Miembro del Equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española (CEE)



