Vox y la maquinaria del populismo: Torre Pacheco, Jumilla y otros odios fabricados

El mordaz periodista Henry Louis Mencken desconfiaba de los líderes políticos. En su Chrestomathy, una selección de sus mejores escritos sobre una variedad de temas (incluidos la política, la música, la religión y la lengua y cultura estadounidenses), Mencken retrató a los populistas como oradores indiscretos y audaces que, motivados por sus propias aspiraciones, disfrazan sus discursos con un espectáculo contaminado, en ocasiones, por el resentimiento: simplifican sus mensajes, alimentan prejuicios y popularizan estereotipos para conseguir halagos fáciles.
En este terreno de confianza ciega es donde las narrativas de odio proliferan. De forma más provocativa, el filósofo Harry Frankfurt denominó bullshit a esos discursos manipuladores que ni siquiera se preocupan por la verdad.
Mientras que los mentirosos, al menos, reconocen que hay una verdad que ocultan o distorsionan, los prestidigitadores de patrañas (bullshit) fabrican diatribas oportunistas: mercantilizan el odio para ganar poder, convencer a la opinión pública y seducir a la audiencia. Los charlatanes son indiferentes a lo que es falso o verdadero. Lo único que les interesa es que su invectiva sea efectiva.
En estos términos, los líderes políticos actúan como auténticos charlatanes cuando utilizan el poder de la tribuna pública y mediática para inocular odio y resentimiento. Bajo el disfraz de “ciudadanos preocupados”, como los calificó Carolin Emcke en Contra el odio, los líderes populistas fingen hablar desde el sentido común y del interés general de los ciudadanos para escapar de la responsabilidad ética de sus palabras.
Esta estrategia discursiva, propia del populismo y de la demagogia moderna, articulan las narrativas de odio en la actualidad, especialmente, aquellas dirigidas contra la inmigración.
La ola de odio en Torre Pacheco (Murcia) así lo ilustra: los mensajes racistas y los bulos xenófobos alimentaron el clima de violencia en esta localidad murciana, según documentó el estudio de VerificaRTVE y EFE Verifica.
Otros sucesos confirman este patrón, como la prohibición de celebrar actos islámicos en espacios públicos en Jumilla (Murcia), la agresión a menores en el centro de acogida de Hortaleza (Madrid) o la publicación de Santiago Abascal en X donde instaba a hundir el barco “de negreros” de Open Arms.
Estos hechos son remanentes de la narrativa xenófoba cultivada, poco a poco, desde la retórica electoral, tal y como evidencia el estudio Populist Rhetoric and Hate Speech: Analyzing Xenophobic Narratives in Vox’s 2023 Election Campaign, que analizó la campaña de Vox en las elecciones de 2023.
Para comprender las ambiciones de un partido o candidato político basta con observar sus discursos en época de campaña electoral, cuando cada mensaje busca atraer la atención de la opinión pública.
Hoy en día, esta observación debe efectuarse también en redes sociales, donde lo que emerge no siempre es un debate democrático, sino que, con frecuencia, brotan retóricas incendiarias de odio que convierten a colectivos vulnerables, como los inmigrantes, en adversarios políticos y enemigos.
Mensajes de odio de Vox en X
El análisis del discurso político de los candidatos regionales de Vox en X durante la campaña electoral de 2023 demostró que el odio es un recurso sistemático de la comunicación digital del partido.
De entre más de 4 300 publicaciones en X, cerca del 17 % contenían mensajes de odio y una cuarta parte de ellos eran explícitamente xenófobos y dirigidos, sobre todo, a dos colectivos: los menores extranjeros no acompañados y la comunidad árabe-musulmana (especialmente, la marroquí).
La estrategia de odio de Vox fue muy selectiva: en Madrid, por ejemplo, los ataques se centraron en los menores migrantes, mientras que, en las zonas costeras, el blanco principal fue la población marroquí.
Estos mensajes se apoyaban, además, en tres grandes marcos retóricos. El más frecuente fue el victimista, que presentaba a los españoles como mártires de la inmigración y defendía una identidad nacional amenazada.
En segundo lugar, aparecía el discurso alarmista, que vinculaba a los migrantes con la inseguridad, la delincuencia y el terrorismo.
Finalmente, en menor proporción, se detectaron mensajes deshumanizantes, que comparaban a los inmigrantes con plagas o animales, con la intención de denigrar su condición humana.
Estos tres registros retóricos –victimista, alarmista y deshumanizante– reforzaban un relato binario de “nosotros contra ellos” y han dejado un legado de enfrentamiento social constante.
El contagio digital de la retórica xenófoba
El mismo estudio sobre Vox también demostró que el partido desplegó narrativas de odio de manera calculada para maximizar el impacto de su retórica en X.
La cuenta nacional del partido fue, con diferencia, la más activa, ya que difundió la mitad de los mensajes xenófobos. Con todo, figuras regionales como Rocío Monasterio, en Madrid, o Carlos Flores, en la Comunidad Valenciana, también desempeñaron un papel destacado como instigadores de odio contra los inmigrantes.
La estrategia populista de Vox incluía, además, picos de actividad en momentos clave del calendario electoral y de la agenda mediática como, por ejemplo, tras el caso Vinicius, que sirvió de excusa para intensificar ataques contra el mundo árabe y el racismo en el fútbol.
Asimismo, Vox vulneró el artículo 53 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General (LOREG) al difundir mensajes de odio racistas durante la jornada de reflexión del 27 de mayo de 2023, cuando estaba prohibido hacer actos de campaña o de propaganda política. Esta práctica confirmó la apuesta del partido por llevar la confrontación hasta el límite legal con tal de mantener la atención mediática.
El alcance de las publicaciones de odio en X generaron un notable nivel de interacción: miles de “me gusta”, comentarios y posts compartidos confirmaron que las narrativas racistas de Vox logran captar la atención de los usuarios y movilizar a la opinión pública.
Aprender, recordar y desenmascarar
En definitiva, los resultados del estudio confirman que Vox utiliza el discurso de odio no como un accidente retórico, sino como un instrumento populista de movilización política.
La selección de sus dianas, la combinación de los marcos victimistas, alarmistas y deshumanizadores, y la explotación de coyunturas mediáticas reflejan una estrategia política clara: amplificar el resentimiento y la división social para ganar visibilidad y apoyo electoral, a costa de erosionar la convivencia democrática.
Ante ello, resulta trascendental que la ciudadanía aprendan a reconocer y detectar los patrones de odio que, bajo distintos disfraces, repiten los populistas. Solo así será posible entrenar el pensamiento crítico y resistir a la seducción de los mensajes simplistas.
En este camino, la inteligencia artificial y el deep learning pueden contribuir, como complemento, a identificar el bullshit que alienta la polarización, pero la tarea más esencial sigue siendo humana: aceptar que la realidad no se reduce a un relato binario de “nosotros contra ellos”.
No todo es blanco o negro. El complejo ecosistema actual está hilvanado con matices y con infinitas gamas de grises que contextualizan los dilemas sociales en su justa dimensión. Porque, al final, como recordaba el protagonista de Macbeth, la vida es “una historia cantada por un idiota llena de ruido y furia, que nada significa”.
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Artículo escrito por originalmente en The Conversation.
profesora adjunta en el Departamento de Comunicación y Educación y Coordinadora del Grado en Periodismo y Medios Digitales, Universidad Loyola Andalucía; y por profesora adjunta (Lecturer), Departamento de Comunicación y Artes, Universidad Loyola Andalucía. Publicado

Profesora e investigadora en la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Murcia