Los oídos del corazón

Estamos inmersos es un año jubilar que nos invita a ser peregrinos de esperanza. La esperanza se hace visible en cada paso que damos, en lo que acontece durante el camino y en la meta de ese peregrinaje, que tiene diversos matices y posibilidades que nos ayudan a pertrecharnos para que la vivencia de este año jubilar sea realmente una posibilidad para transformar nuestra vida, ser signos de esperanza para nuestros entornos y la sociedad donde vivimos.
En el Antiguo Testamento, y así aparece en el capítulo 25 del libro del Levítico, se establecen los principios para la celebración de un año jubilar. Estas son algunas de las frases que recogen el propósito de un año jubilar: «Declararéis santo el año cincuenta y promulgaréis por el país liberación para todos sus habitantes […] Porque es el año jubilar, que será sagrado para vosotros. […] Si un hermano tuyo se empobrece y no se puede mantener, lo sustentarás como al emigrante o al huésped, para que pueda vivir contigo». El jubileo del siglo XXI supone no solo una ocasión de promulgar la liberación sino de contribuir para hacerlo posible, y para ello es importante sostener al «hermano que se ha empobrecido» por diferentes causas y que habita entre nosotros.
Desde esta reflexión se comienza a gestar durante el año pasado el Proyecto Social para el Jubileo, poniendo el foco en la trata de personas y la explotación. Si la liberación de los esclavos era un principio clave para vivir el jubileo en el Antiguo Testamento, de igual modo en nuestros días, liberarnos y acompañar procesos de liberación es un principio que dota de sentido al jubileo y fundamenta este proyecto social, sobre el que hemos estado trabajando y que se está concretando en una serie de materiales cuidadosamente preparados para ayudarnos en esta peregrinación jubilar.
Como hace siglos, actualmente la esclavitud es real, pero está oculta. Miles de personas en el mundo son captadas de modos diversos para ser trasladadas y finalmente explotadas con diversos fines. Algunas, afortunadamente, son detectadas a tiempo, pero la inmensa mayoría no.
La trata de personas es también un signo de los tiempos, vinculado a los flujos migratorios, que nos alerta sobre las situaciones de injusticia que vivimos y el sufrimiento de muchos hermanos y hermanas. Visibilizar esta realidad nos permite, además de conocer lo que está oculto, hacer una reflexión y unirnos en oración, como cristianos y como sociedad, para ofrecer respuestas.
Este proyecto ha sido una experiencia de Iglesia sinodal,
hermanos y hermanas que caminan juntos y junto
a quienes llegan a sus casas sin poder ponerse en pie,
pero que, con paciencia y poco a poco, van enderezándose
y elevando su mirada, sintiéndose amadas,
con la dignidad de los hijos de Dios
Este proyecto social ha sido posible realizarlo gracias a la colaboración e implicación de muchas personas. Algunas fueron víctimas y han querido compartir con nosotros su experiencia de sanación y liberación, de esperanza hecha vida, constituyéndose así en voz y en altavoz de quienes siguen estando sometidas y sumergidas en la oscura realidad de la explotación. También con quienes, desde su carisma congregacional e institucional, responden acogiendo y acompañando procesos, desde el amor y la entrega, el cuidado y la atención esmerada y comprometida, con miradas y actitudes que sitúan a la persona en el centro, como única protagonista de su proceso, que avanza por sí misma, pero siempre acompañada y respetada.
Este proyecto ha sido una experiencia de Iglesia sinodal, unida y comprometida, hermanos y hermanas que caminan juntos y junto a quienes llegan a sus casas sin poder ponerse en pie, pero que, con paciencia y poco a poco, van enderezándose y elevando su mirada, sintiéndose ama- das, con la dignidad de los hijos de Dios.
Estos procesos, estos caminos de esperanza que podemos ver en los testimonios que aparecen en los vídeos, son signos de esperanza también para la Iglesia, para cada persona que decida vivir el jubileo también desde este proyecto social. Animamos a todas las personas a visitar la web del jubileo y los vídeos que aparecen, a escuchar con los oídos del corazón lo que cada persona expresa y comparte, a meditar desde los textos del Evangelio y las reflexiones que se nos proponen. También a orar de forma personal y comunitaria, a compartir y dialogar en espacios de encuentro donde surjan respuestas y compromiso.
El camino continuará después del año jubilar y nosotros seguiremos caminando con esperanza, siendo testigos de que esta nunca defrauda.

Directora del secretariado de la Subcomisión Episcopal
para las Migraciones y Movilidad Humana
de la Conferencia Episcopal Española