En nombre de todas las creencias y culturas, ¡respeten la vida y construyan la paz!

Representantes del judaísmo antisionista, el islam, el cristianismo, el budismo y los movimientos por los derechos humanos se reunieron en el Instituto Cervantes de Madrid en el encuentro “Religiones y culturas contra el Genocidio en Gaza”.
Desde la diversidad de credos y tradiciones, reivindicaron el fin de la violencia y el apartheid en Palestina y llamaron a sentar las bases de una paz basada en la justicia como imperativo espiritual y político.
“No se trata de una cuestión de partidos, ni de religiones, sino del respeto básico a los derechos humanos”, explicó el integrante de Espiritualidad y Derechos Humanos Podemos, José Antonio Vázquez, que presentó el acto, aunque también apeló a la necesidad de cultivar “la espiritualidad de la liberación”.
“Echamos a faltar voces fuertes, también de las religiones, contra el genocidio en Gaza, y queremos denunciar la soledad de la ciudadanía que se ha manifestado claramente del lado del pueblo palestino”, detalló.
“Aunque pensamos que la espiritualidad también tiene mucho que decir”, añadió, porque “no es lo contrario de la materia, sino del egoísmo, la injusticia y el desprecio a la dignidad de los demás, que también están en la tradición judía”.
Así, defendió que “la espiritualidad son las motivaciones últimas de la persona, la pasión que les mueve, su mística, sus valores, lo que da sentido a su existencia y les impulsa a luchar por el bien común, que es compartido con todas las religiones y culturas”.
“Las grandes religiones coinciden en principios básicos como el respeto a la vida humana, la paz con justicia y sin opresión”, señaló el representante de la Comunidad Islámica, Yusuf Fernández, quien glosó la historia de ocupación del Estado de Israel y el régimen de horror impuesto a la ciudadanía palestina.
“Israel se ha saltado todo el derecho internacional y todas las leyes morales en su impulso a su proyecto expansionista, genocida y colonial”, denunció.
Por su parte, la representante de la Iglesia Evangélica Española, Esther Ruiz, proclamó que no “no hay ninguna justificación para la guerra”. Recordó que el Consejo Mundial de Iglesias ha elevado “la voz profética contra la violencia y en defensa de la santidad de la vida dada por Dios”, con un compromiso claro a favor de “la paz, justicia y reconciliación”.
Desde el budismo Nichiren, Simona Perfetti, planteó que la guerra y exterminio aparecen como “manifestación extrema de los tres venenos que emponzoña la vida personal y colectiva como son la codicia, ira y estupidez”. “El camino más sólido hacia la paz duradera es la renuncia sistemática al uso de la violencia para solucionar los conflictos, desde una renovación interior que debe tener su correlato en la vida pública y social”, comentó.
La portavoz de la Red Internacional Judía Antisionista, Liliana Córdova, detalló que “el antisionismo nació a la par que el sionismo”, como una corriente de carácter proletario, humanista e internacionalista, que defiende “el derecho de todos los pueblos a vivir en paz, sin discriminaciones y rechaza la preeminencia del ser judío”. “El antisionismo aboga por la no violencia y cumple más fielmente el precepto judío de no matar y respetar la vida humana”, alegó.
El teólogo católico Juan José Tamayo denunció “el trasfondo religioso fundamentalista” de Netanyahu en su esfuerzo por “legitimar el genocidio, la venganza y la autoproclamación de Israel como pueblo elegido”. Sin embargo, afirmó, citando a José Saramago que “matar en nombre de Dios es convertir a Dios en un asesino”, y que “si se cree en Dios no se puede matar”.
Vázquez, como no podía ser menos, empezó condenando los crímenes horribles de Hamas, para señalar que el Estado de Israel es “la última frontera colonial de Occidente en la que se están ensayando las tecnologías de control, los discursos que legitiman el odio y la violencia normalizada”. Todo ello con “la complicidad histórica de los países occidentales que ponen los intereses geoestratégicos por encima de las personas”.
En su opinión nos encontramos ante “una crisis civilizatoria”, ante la que urge un “giro espiritual, desde las creencias, incluso laicas y ateas”, situado “en el lugar de los pobres y las víctimas”, que mueva a una “praxis liberadora comprometida con los procesos emancipatorios”.
“Necesitamos unir la indignación ética con la acción compasiva”, apuntó. “Solo atendiendo a los saberes plurales, respetando la dignidad humana sin jerarquías ni exclusiones podremos superar el legado colonial y construir un mundo verdaderamente justo, libro y habitable para todas las personas”, concluyó.

Redactor jefe de Noticias Obreras