Emilce Cuda, en el encuentro mundial de movimientos populares: “Esta alianza mundial nace de la virtud de la esperanza”

Conversamos con Emilce Cuda, miembro de la Curia vaticana, desde su responsabilidad y servicio como secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, en el marco de su cercanía, presencia y participación en el V Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado en Roma. Cuda afirma que la Iglesia puede fortalecer la alianza mundial frente a la cultura del descarte “tratando con dignidad a estos grupos de descartados organizados, que tienen una virtud: la virtud de la esperanza”.
¿Qué le ha llamado más la atención del espíritu o de los diálogos que surgen de los movimientos populares en este encuentro?
Bueno, no es lo que más me llamó la atención, sino lo que más me emocionó: que esa organización continúa. Como dijo una vez el papa Francisco a los estudiantes de África en los encuentros que nosotros mismos organizábamos, “la organización vence al tiempo”. Esos movimientos populares existen desde siempre, pero tienen su presencia en el Vaticano por primera vez.
Cuando yo hice esta misma pregunta en uno de los grupos de trabajo, ellos me dijeron: “Estamos acá porque el Papa nos recibe. Nadie nos recibe. Si nos recibieran otros organismos internacionales, iríamos. Pero la Iglesia católica nunca nos abandona. El Papa siempre nos recibe. Nos recibía Francisco, nos recibe León. Esos son los brazos abiertos del catolicismo”. Eso realmente me impactó.
El mensaje central del encuentro es una llamada a organizar una alianza mundial frente a la cultura del descarte y de la impotencia. Desde su experiencia en la Pontificia Comisión para América Latina, ¿cómo puede contribuir la Iglesia a fortalecer esa alianza?
Creo que lo que puede hacer la Iglesia, como cuerpo místico, para fortalecer no solo esta alianza entre las distintas organizaciones populares, sino también entre toda la comunidad que se organiza para salvarse —como decía Francisco— es no hacer una lectura desde los discursos de lo políticamente correcto.
La Iglesia tiene que dar el ejemplo de tratar con dignidad a estos grupos de descartados organizados, porque realmente tienen una virtud: la virtud de la esperanza, esa virtud teologal que los lleva a unirse no para salvarse individualmente, sino para salvar al mundo.
Porque finalmente sus luchas son por los cercanos y por los desconocidos; incluso quienes no son parte de la organización se benefician de sus conquistas. Y la Iglesia lo está haciendo. Como ellos mismos dicen: La Iglesia es la única que nos recibe y nos reconoce la dignidad de ser una comunidad organizada para que todos tengan vida y en abundancia, como dice el Evangelio de Juan 10, 10.
El papa Francisco impulsó esta relación entre la Iglesia y los movimientos populares, y el papa León XIV la continúa en un nuevo contexto mundial. ¿Qué continuidad o novedad percibe en esta etapa del diálogo Iglesia-pueblo?
La primera continuidad, según mi punto de vista, es que en la nueva exhortación Dilexi te los movimientos populares están siendo reconocidos. Uno no existe hasta que otro lo reconoce. Esa es la fuerza de la relación, constitutiva de la comunidad, de la sociedad y de cada uno de nosotros. Nosotros existimos porque nos reconocen.
Delixis nos, Delixis te marca un claro reconocimiento. Cuando nos reconocen, cuando nos aman, existimos; cuando nos descartan, nos desconocen. Por eso, finalmente, la lucha por la dignidad humana es la lucha por el reconocimiento, y el reconocimiento siempre son relaciones de amor. Ese documento donde el Papa León desarrolla el valor de los movimientos populares es un acto enorme de reconocimiento en continuidad con el proceso iniciado, también desde un lugar amoroso, por el papa Francisco.

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo. (Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)