El párroco de Gaza: “Esperamos que esta vez la paz sea duradera y justa para todos, a ambos lados del muro”

El padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia en Gaza, describe el estado de ánimo de una comunidad marcada por la devastación, pero sostenida por la fe y la esperanza.
Acostumbrados a promesas incumplidas y treguas efímeras, las personas cristianas de Gaza han recibido con cautela los recientes signos de distensión en el conflicto. Pero la visita del presidente estadounidense, la cumbre de Sharm el-Sheij con la participación de numerosos líderes, entre ellos el presidente de la Autoridad Palestina, y la liberación de rehenes a cambio de unos dos mil prisioneros palestinos han encendido una chispa de esperanza en una población exhausta.
En una entrevista concedida a la periodista Marie Duhame para Vatican News, el padre Gabriel Romanelli, párroco de la iglesia de la Sagrada Familia, explica que, aunque aún reina la desolación, la comunidad experimenta un incipiente alivio:
“Se percibe un aire de serenidad y alegría. Pero al mismo tiempo, no debemos olvidar que Gaza está completamente destruida. La ciudad que conocíamos antes de la guerra ya no existe”.
Romanelli advierte que, pese al cese de los bombardeos, la magnitud de la pérdida es inconmensurable. “Barrios enteros fueron arrasados”, lamenta. “La tristeza es inmensa, porque con sus casas, la mayoría de los refugiados –y en general los habitantes de Gaza– han perdido también sus documentos, sus recuerdos. Las escuelas, las universidades, los hospitales… todo lo esencial ha desaparecido”.
“El miedo sigue ahí, pero también la necesidad de ayudar”
La comunidad cristiana local, una de las más pequeñas y vulnerables de Oriente Medio, intenta salir ahora de la lógica de mera supervivencia. “Lo primero es sobrevivir y decirse: ‘Está bien, se acabó, al menos tenemos un alto el fuego’. Pero el miedo sigue ahí”, confiesa el sacerdote argentino a Vatican News. Aun así, la parroquia se ha convertido en un punto de referencia y solidaridad en medio del caos.
“Gracias al patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, y a muchas asociaciones, la pequeña iglesia de la Sagrada Familia ha ayudado y sigue ayudando a miles de familias en Gaza”, explica.
Desde el inicio de la guerra, el templo ha dado refugio a centenares de personas desplazadas, entre ellas familias enteras de distintas confesiones.
Escuelas convertidas en refugios
Antes del conflicto, las tres escuelas gestionadas por la parroquia acogían a unos 2.250 alumnos, en su mayoría musulmanes. Hoy, dos de esos centros fueron bombardeados y el tercero se ha convertido en albergue para desplazados.
“Esperamos poder reabrirlas algún día, pero ahora mismo todas las escuelas se han convertido en refugios”, reconoce el sacerdote.
En las calles, la devastación es total: escombros, sistemas de alcantarillado destruidos, ausencia de agua potable y electricidad. “Falta absolutamente todo, así que debemos avanzar con mucha prudencia”, añade Romanelli en la entrevista publicada por Vatican News.
“La vida espiritual es nuestra fuerza para seguir sirviendo”
Pese a las ruinas materiales, el párroco subraya la importancia de mantener viva la dimensión espiritual:
“Debemos seguir orando como siempre: con adoración diaria, homilías, rosarios, encuentros con niños, jóvenes y adultos. La vida espiritual es el fundamento de nuestra fuerza para seguir sirviendo: atender a los pobres, a los ancianos, a las personas con discapacidad postradas en cama”.
En medio del dolor y la incertidumbre, el sacerdote concluye con una mirada esperanzada: “Esperamos que esta vez la guerra haya terminado y que algo nuevo esté por comenzar. Que este proceso sea beneficioso para toda la población de Palestina, especialmente para la de Gaza, y que contribuya a la paz entre palestinos e israelíes”.
Una paz que, como recuerda, deberá ser “justa y duradera”, para que el pueblo de Gaza pueda volver a levantarse “a ambos lados del muro”.

Redacción de Noticias Obreras.