El clamor por el trabajo decente se hace carne en dos testimonios de vida y fe

El clamor por el trabajo decente se hace carne en dos testimonios de vida y fe
Un bombero forestal y un trabajador migrante pusieron voz a la precariedad y la esperanza durante la vigilia convocada por Iglesia por el Trabajo Decente en Jaén, recordando que el trabajo decente es un derecho fundamental y una expresión concreta del bien común.

Diego David Clavijo, bombero forestal del Plan INFOCA –el instrumento del que se ha dotado la Junta de Andalucía para la defensa contra los incendios forestales– desde hace seis años, puso palabras al compromiso y al cansancio de quienes arriesgan su vida cada verano para proteger los montes andaluces.

“Venimos aquí como trabajadoras y trabajadores del Plan INFOCA, pero sobre todo como parte de la sociedad andaluza que cree en la defensa del bien común, en la justicia y en el cuidado de nuestra tierra.”

Su relato fue una denuncia clara de la precariedad que sufren los equipos del servicio público de extinción de incendios: “Este verano hemos vivido una campaña especialmente dura, no por los incendios, sino por la desorganización y las carencias. Menos personal, camiones parados por falta de dotación, almacenes vacíos, EPI incompletos y vehículos inservibles. Se anuncian más recursos, pero no llegan donde deben llegar.”

Clavijo alertó de una “estrategia peligrosa” de degradar el servicio público para justificar su futura privatización. “Detrás de esta gestión deficiente se esconde la idea de que con menos personal y medios se puede salir adelante. Pero lo que defendemos es un servicio público fuerte, bien gestionado y con recursos adecuados, porque está en juego la seguridad de la ciudadanía y la protección de la naturaleza.”

El bombero forestal cerro su intervención poniendo en valor el trabajo que desarrollan desde INFOCA, “porque defendemos la vida, defendemos el territorio y defendemos el bien común.”

“Gracias a la Iglesia que me acogió, hoy tengo un techo”

La segunda voz fue la de un trabajador migrante peruano en situación administrativa irregular, que compartió con sencillez su testimonio de precariedad y esperanza.

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“Vine buscando una vida mejor, pero sin papeles es muy difícil encontrar trabajo y un lugar donde vivir. Gracias a personas de la Iglesia que me acogieron, hoy tengo un techo y sigo intentando conseguir un empleo estable. Ellos me han mostrado el rostro de Dios que cuida y no abandona”, recordó con gratitud a los militantes cristianos que lo han acompañado.

Sus palabras reflejaron la vulnerabilidad de miles de personas trabajadoras sin derechos, invisibles para las políticas públicas pero esenciales en la vida cotidiana.

“Esa parálisis deja en la invisibilidad a miles de trabajadores y trabajadoras que contribuyen cada día al bien común”, recordaron los portavoces de la ITD, aludiendo al bloqueo parlamentario de la Iniciativa Legislativa Popular por la regularización extraordinaria.

Ambos testimonios expresaron el clamor que atraviesa la pastoral del trabajo: el derecho a un empleo digno, seguro y reconocido. Desde realidades distintas –la del bombero que defiende lo público y la del migrante que busca ser reconocido como trabajador con derechos–, sus palabras se unieron en una misma afirmación de fe y justicia: el trabajo no es un privilegio, sino una forma concreta de cuidar la vida y el bien común.