«Tiene que ser elevado el Hijo del Hombre»

Lectura del Evangelio según san Juan (3, 13-17)
Nadie ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él.
Comentario
Tenemos que reconocer que nos encontramos en un capítulo complejo de Juan y este párrafo que hemos proclamado puede llevarnos a una práctica cristiana mítica, mágica de la salvación de Jesús, con solo mirar quedamos salvados. No debe ser así, porque la cruz de Jesús es algo mucho más profundo que un simple «protector o amuleto».
No podemos hablar del «cómo murió Jesús» sin plantearnos antes el «cómo vivió», sin tomarnos en serio cuál era su causa y la conflictividad de su vida. La cruz es el símbolo claro de la crueldad del sistema, pero también, y no lo podemos olvidar, que el suplicio mismo, dentro de la religión judía era una maldición, «pues el que cuelga del madero es maldito de Dios» (Dt 21, 23), la cruz como cruz es expresión de la profunda soledad del «Hijo» ante el «abandono» del Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado» (Mt 27, 46). La cruz es el símbolo de una condena política y una condena religiosa.
No podemos separar nunca la Cruz del Crucificado, no podemos separar al Crucificado del Resucitado y, muy, muy importante, no podemos separar al Crucificado Resucitado de su vida, de toda su vida, de sus obras y palabras, de su mensaje y misión: el anuncio del reinado del Abba. «La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia» (Evangelii gaudium, 269). Creo que la liturgia en algunas plegarias tiende a olvidar esto, «celebrar el memorial de la muerte y resurrección de Jesús» es celebrar también la vida que le lleva a la muerte y a la resurrección.
La muerte de Jesús en la cruz no es un acto de expiación organizado por la mente ofendida de un dios en los albores de la creación. La muerte de Jesús es consecuencia de su vida, porque vivió de una manera determinada, porque sus obras y palabras eran capaces de cuestionar el orden establecido, porque su propuesta de salvación era renovadora e integral, Jesús muere ajusticiado después de un juicio sumarísimo. Y, porque su vida y su obra era del agrado del Padre, porque su interés era hacer su voluntad, Dios le resucita y lo exalta, como dice la carta a los Filipenses, de su anonadamiento, nace la exaltación.
Y muere en la cruz, como diría Javier Vitoria, porque no tenía «papeles»; Pablo, por lo contrario, apeló al emperador como ciudadano romano y fue decapitado en la Vía Ostiense en la época de Nerón. Jesús, no tenía papeles, no era considerado ciudadano romano, tenía que morir como un delincuente, como un terrorista, con una muerte ejemplar que tenía que producir miedo y terror. Jesús muere en la cruz, importante: en la cruz, porque era «un sin papeles». La cruz no es un patíbulo ingenuo que ha generado un «logotipo insuperable»[1], es la expresión más profunda de la kénosis, es la expresión radical de la encarnación, un Dios que se hace humanidad sin cartas en la manga, sin ventajas de ningún tipo. Un Dios que rompe la eternidad para hacerse historia, hombre, y viviendo la humanidad como ningún ser humano envidiaría. La cruz es la expresión de la pasión de un Dios enamorado de la humanidad, un Dios que padece, un Dios Crucificado, abandonado y maldecido por Dios.
La Cruz de Jesús muestra un estilo de vida, una forma de invertirla, la Cruz de Jesús, no es una cruz que invita a la pasividad, asumir los sufrimientos, las injusticias, la deshumanización sin condiciones, no es una cruz para aceptar eso de forma dócil… la Cruz de Jesús es asumir las consecuencias de un acto de rebeldía. La Cruz de Jesús nace de la lucha por hacer presente los sueños de Dios, hacer presente el reinado de Dios, del Abba, nace de la resistencia a un «sistema que mata, excluye y destruye la dignidad humana»[2].
Por lo tanto, el seguimiento de Jesús[3] tiene una dimensión política que tiene que ver con bajar a los crucificados de nuestra historia. Y hay que «levantar la vista» porque la salvación de los demás es la nuestra, «no nos salvamos solos», diría el papa Francisco. Predicar la cruz es predicar el seguimiento de Jesús. Y seguir a Jesús es «per-seguir»[4] su camino; «pro-seguir» su causa, el reino, como buena noticia; y «con-seguir» en Él la victoria, hacer realidad el reino del Abba ya, en pequeñas anticipaciones que nos recuerdan que la resurrección es el reino para toda la humanidad y de forma definitiva.
La cruz es símbolo del amor comprometido, capaz de soportarlo todo, entregado, pero nunca símbolo de la resignación. La Cruz de Jesús nos hace sensibles para mirar y actuar, para bajar de la cruz a tantas personas que sufren, para ser sensibles a dolor de los demás… y eso nos lleva a cargar con la cruz que tiene la solidaridad, la entrega a los demás, el amor a los enemigos, el devolver bien por mal, en definitiva, creer que es posible los sueños del Padre. Jesús no nos salvó desde fuera sino desde dentro de nuestra propia historia y por eso su Cruz no enseña a ser persona y a vivir nuestra vida y nuestro tiempo como Él.
Para la cruz miramos y ponemos escaleras, en la cruz también estamos y nos dejamos mirar y bajar por otras y otros y desde la cruz nos abandonamos en las manos del Padre Madre Dios y desde la cruz podemos decir con Pablo:
«Nos acosan por todas partes, pero no estamos aplastados;
nos encontramos en apuros, pero no desesperados;
somos perseguidos, pero no estamos abandonados;
nos derriban, pero no nos aniquilan» (2Cor 4, 8-9)
[1] Javier Cercas. País semanal: El escándalo del cura de Valdepeñas, 24/08/2025
[2] Papa Francisco. Encuentro conmemoración de los 10 años de la Evangelii gaudium (¡resistencia profética contracultural!)
[3] “Seguimos a un crucificado y creemos en un resucitado”, J. I. González Faus
[4] Leonardo Boff. Predicar la Cruz hoy, es seguir a Jesús
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Más en Orar en el mundo obrero, 24º Domingo del TO.

Consiliario general de la HOAC
Cura en Gran Canaria. Diócesis de Canarias
Ordenado el 5 de noviembre 1984 por Ramón Echarren Ystúriz
Nací el 26 de septiembre de 1955