¿En qué momento dejamos de creer en la democracia?

Por mi edad, 63 años, soy de una época que viví, como adolescente y joven, la transición de la dictadura del nacionalcatolicismo a la democracia representativa (no me gusta llamarla liberal), con una gran lucha social que supuso mucha represión y muchos luchadores y luchadoras por la justicia y la libertad sufrieron cárcel y otros perdieron la vida.
Viví la consolidación de la democracia representativa con el paso de los años, con sus luces y sus sombras, con sus esperanzas conquistadas y sus esperanzas frustradas, pero siempre caminando y con el convencimiento de que la democracia española y la democracia en otros países estaba consolidada.
Y, además, se quería profundizar en este sistema buscando canales de participación ciudadana, que hubiera democracia interna en los partidos y en todas otras organizaciones, de hecho, el 15-M fue una respuesta revolucionaria para que este sistema, que se había estancado (y todo lo que se estanca se corrompe), avanzará en la construcción de ese otro mundo posible, que ahora habría que convocar para ese otro mundo posible, necesario y urgente.
Pero, desde esos momentos hasta ahora hay un fenómeno nuevo y es el hecho de que se cuestiona la propia democracia como sistema y reconozco que no sé en qué momento se empezó a no creer en la democracia y a pensar que era necesaria la figura de un gran dictador.
No sé en qué momento, pero tengo el convencimiento de que hay un punto de inflexión importante: cuando las élites sociales, económicas y financieras logran que los pobres y la clase trabajadora con cierta estabilidad económica vean a los más pobres y los trabajadores y trabajadoras precarias como enemigos que les pueden quitar su bienestar; es el momento cuando se rompe la conciencia de clase y cuando se deja de utilizar el pensamiento crítico.
Como son poderosos económicos controlan muchos medios de comunicación y redes sociales y, como estrategia, han puesto dos enemigos fundamentales. El primer enemigo son las personas refugiadas y migrantes. El segundo enemigo con las personas que creen en las utopías. Hay una pregunta que nos podemos hacer: ¿por qué una persona trabajadora, cuyas condiciones laborales, incluido el salario, han sido mejoradas, reniega de los partidos que han provocado estas mejoras y, en cambio, apoyan a otros partidos que van en contra de esas mejoras? Esto mismo lo podemos decir de las pensiones y otras cuestiones.
Hay una situación también importante: cuando se rompe con todos los derechos humanos y se entiende que se pueden cometer actos de injusticias que violen el derecho internacional y que la vida de la gente no importe absolutamente nada, entrando en un proceso de deshumanización y pasando de la democracia a la dictadura, donde la impunidad y el considerarse inmune son pilares de ese orden, de los que son dictadores y, tristemente, apoyados por miles de ciudadanos que creen que les va dar seguridad y prosperidad, pero que llegara algún día que sufrirán las consecuencias de esa dictadura; los únicos que se van a salvar son las élites sociales, los ricos y la clase media alta. Ejemplo de esto último lo tenemos con el movimiento “Hispanos por Trump” que lo votaron y muchos de ellos ahora están siendo expulsados de Estados Unidos.
Hay otra situación importante y es el hecho de creer que lo público es algo negativo y perjudicial para el funcionamiento de la sociedad y que lo privado es mejor y, por tanto, hay que privatizar la sanidad y la educación y la protección social si no eliminarla, sí reducirla, al igual que los impuestos.
La suma calculada de todo esto, habría más cuestiones, ha hecho que partidos que no creen en la democracia hayan llegado a la gobernanza de un país con el apoyo de millones de ciudadanos y ciudadanas y una vez en el poder lo ejerzan como dictadores y pongan el rumbo hacia el autoritarismo en la primera etapa con el horizonte de una dictadura. Lo estamos viendo con Trump en Estados Unidos y Bukele en El Salvador.
Frente a la deshumanización, que conlleva la pérdida de la democracia o reducción de la misma a la mínima expresión, nos queda no perder nuestra humanidad, seguir denunciando proféticamente estas estrategias y estos instrumentos de pérdida de la sensibilización y conciencia social, para romper la indiferencia social y la legitimación del autoritarismo, las dictaduras y el rechazo a los empobrecidos, a los precarizados y a los que siguen luchando por utopías.
Es necesario no dejar de caminar, aunque la esperanza se nos oscurezca o las fuerzas nos flaqueen. Seguimos caminando y construyendo; los creyentes el reino de Dios y los no creyentes ese otro mundo que es posible, necesario y urgente, y caminamos juntos y juntas porque seguimos creyendo en el significado profundo de lo que significa la humanidad.
Una propuesta para aportar es responder a: ¿qué momentos dejamos de creer en la democracia?

Consiliario de la HOAC de Murcia. Militante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y de la Asociación Amigos de Ritsona de apoyo a personas refugiadas. Autor del blog Sembrando sueños, construyendo humanidad