De la desesperanza a acompañar y cuidar la vida

De la desesperanza a acompañar y cuidar la vida
Sabemos cuáles son las realidades de los trabajadores en el campo almeriense, de las personas que vienen de lejos y malviven en los asentamientos próximos a los invernaderos, de aquellos que queremos para trabajar, pero no queremos compartir con ellos la vida, que sean nuestros vecinos de rellano o que se sienten junto a nosotras en la mesa de al lado a tomar una cerveza.

Hay personas, que parecen tener miedo a mirar a los ojos a estos hermanos y hermanas nuestros, de escucharlos, de saber su realidad, de la familia que dejaron a miles de kilómetros, si están vivos o muertos, si sufren el miedo o el hambre, parece que no queremos saber cómo llegaron a nuestra tierra, si los explotaron en el trayecto, cuánto tiempo y dinero invirtieron en esta «aventura», o preguntarles dónde viven, dónde y qué comen, si tienen agua y luz…

Pareciera que no quisiésemos abrir nuestro corazón, protegerlo con una coraza que no permita penetrar mis sentimientos, que no me haga blando, que no me haga quererles, como si ello pudiese hacerme débil frente a ellos.

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