Cuidar a la clase obrera que cuida

La teoría del cuidado que la teórica política estadounidense, Joan C. Tronto, nos ofrece en su libro ¿Quién lo cuida? Cómo remodelar una política democrática, es una gran aliada para la clase obrera. En su obra, Tronto nos explica que una democracia ideal sería aquella que se base en el concuidado, es decir, una democracia que se basa en relaciones interpersonales éticas donde el individuo tiene una participación directa con su comunidad.
Para alcanzar ese concuidado, antes se deben dar ciertas condiciones o fases que hagan ese cuidado efectivo. Primero ha de producirse el “preocuparse por”, es decir, ser conscientes de un problema. Identificar alguna carencia en nuestro entorno nos llevaría a al segundo punto: “cuidar de”. Cuando reconocemos que algo merece nuestra atención, también nos hacemos cargo, nos responsabilizamos de la situación y reflexionamos sobre cómo remediarlo, ya sea desde lo particular o lo institucional.
El tercer paso sería “administrar el cuidado”. Aquí se da el salto de la reflexión, la teoría, a la acción, la práctica, llevando a cargo las medidas necesarias que corrijan la desigualdad o injusticia antes detectadas. Pero todo esto requiere un feed back que se produce en la cuarta fase, “recibir el cuidado”. De este modo, se da una respuesta que nos informa sobre si las acciones ejecutadas han reparado la situación o deben ser modificadas en parte o en su totalidad por no haber sido efectivas.
Es así como se llegaría una democracia del concuidado, donde de abajo a arriba se producen relaciones interpersonales basadas en la empatía, mejorando nuestra democracia; pero también de arriba a abajo, poniendo en prácticas las medidas oportunas.
Es por ello que la clase obrera tiene una gran responsabilidad. Siendo la base y el soporte de la comunidad, las personas trabajadoras se convierte en el fundamento de la democracia, pero para ello ha de cuidar, ha de cuidarse y ha de ser cuidada. Ha de cuidar pues la clase obrera es la primera en detectar los problemas de su entorno, señalándolos para que puedan ser solucionados.
Esto sería un cuidarse, pues las medidas adoptadas siempre serían dirigidas a la clase trabajadora, remediando las desigualdades e injusticias que el capitalismo provoca. Y ha de ser cuidada desde las instituciones que deben tomar ejemplo del ciudadano e incorporar este concuidado. Es decir, la clase obrera enseña cómo ha de ser una democracia del cuidado, y las instituciones deben aplicar este cuidado para arropar a la clase obrera.
Una convivencia desde el cuidado y la empatía nos permitiría sociedades que vayan sustituyendo los elementos de políticas neoliberales por políticas más amables que fortalezcan nuestras democracias a la vez que protegen a las personas trabajadoras. Este tipo de convivencia nos haría mirar a nuestro alrededor y ser capaces de dirigir los esfuerzos en la misma dirección, la del bien de la comunidad.
Una clase obrera que cuida también se cuida así misma y exige, a su vez, ser cuidada con políticas que las protejan.

Graduada en filosofía por la UNED