“Amaos unos a otros”, dice Jesús (Jn 13, 34)

Testimonio compartido en La iglesia del Gesù durante el Jubileo LGTBI+
Me llamo Luis Mariano González García, me conocen como Luisma y vivo en un pueblo al sur de Madrid. He sido niño y joven de parroquia y continúo como agente de pastoral en la parroquia de mi barrio y en la comunidad creyente Crismhom, cristianos y cristianas de Madrid homosexuales, que trabaja por la plena inclusión de las personas LGTBIQ+ en la sociedad y en las iglesias.
Siendo un niño de 8 años la primera persona que me sacó del armario fue un profesor que, delante de los demás, hizo muecas imitando mis movimientos y mi tono de voz, provocando la risa colectiva de mis compañeros. No entendí nada en ese momento, no sabía exactamente qué estaba pasando, era sólo un niño, pero me hizo sentir muy mal, avergonzado, y me dejó muy claro que mi particular manera de ser y de expresarme era motivo de burla, persecución e incluso de diferentes agresiones, como de hecho fue. Él reconoció en mí algo de lo que yo ni siquiera era consciente.
Desde ese momento se dio luz verde al acoso, a la intimidación, a la burla, al rechazo y a la segregación por ser simplemente como era. La herida quedaba abierta y expuesta.
Aprendí pronto a sobrevivir, a intentar pasar desapercibido, a controlar mis gestos, el tono de mi voz y mi expresión pública. Me sentí obligado a hacerme pasar por quien no era. Me especialicé en leer los rostros, en interpretar las miradas, en traducir los silencios y en evitar ciertos espacios donde sabía que no era bienvenido, e incluso podría ser agredido de diferentes maneras.
En el aula, sobre la pizarra había un crucifijo; y recuerdo las veces que lo miré y oré pidiendo su ayuda, que no me dejara solo ante el abismo, porque en mi corazón inocente no entendía nada, pero tenía la fe y la convicción de sentirme querido por Él y de que todo iría bien.
Con el tiempo supe que, a pesar del dolor sufrido, el perdón tiene unos efectos impresionantes para el alma. No quedé atrapado en la herida, esta sanó, y esa experiencia, tras un discernimiento fue la confirmación para hacer algo por estos hermanos cuya LGTBIfobia les dificulta ver con ojos nuevos la realidad soñada y querida por Dios, que es quien nos ha pensado, amado, y creado tal y como somos.
La herida se convirtió en condición de posibilidad, Jesús no ocultó sus heridas, y su cuerpo glorioso resucitado fue reconocido por la herida, y ésta puede ser transformada, generar espacios de vida, y producir milagros inesperados.
Otro de los recuerdos de mi infancia que me llena de ternura, es que, en mi época escolar, y debido a que ningún equipo de fútbol ni de baloncesto ni de ninguno de los deportes que se organizaban en el colegio querían a alguien que era señalado como marica, me compré un Nuevo Testamento.
Me sentaba detrás del gimnasio, un lugar apartado de las miradas, un espacio seguro donde leer y, sobre todo, descubrir a Jesús y lo que sufrió. También lloré, pero conocí el nacimiento de las primeras comunidades cristianas y su fuerza. Quedé consolado y feliz porque supe entonces que los sufrimientos y la exclusión no tendrían, ni tendrán la última palabra.
Me vinculé a los grupos de catequesis de mi barrio, en la ermita de Jesús Nazareno y san José Obrero, donde tuve el regalo de tener unas catequistas maravillosas: Mª Jesús, Petry, Palmi, Lola, sor Feli (religiosa teatina)…, cuyas bonitas maneras de ser transparentaban el amor de Dios que yo sentía en mi interior.
La Iglesia con rostros de mujeres me amó y sostuvo. Y el ejemplo de los sacerdotes: el diocesano, don Régulo Giménez Masegosa, que me escuchaba, animaba y cuidaba; el escolapio, don Antonio A. L. quien, junto a la comunidad de Granada, y fiel a la pedagogía calasancia, me hicieron crecer en conocimiento y fundamentaron mi fe; el jesuita don Alfonso Álvarez Bolado, que creyó en mí y me impulsó hacia la universidad para formarme en trabajo social, antropología y teología, disciplinas que me ayudan a analizar e interpretar la realidad y a buscar y hallar a Dios en todas las personas, y a don Pedro Manuel Merino, que fue mi párroco en san Francisco Javier, cuya capacidad para discernir y hacerse preguntas poderosas le dieron la claridad y el valor para nombrarme miembro del consejo parroquial y responsable de la acogida a las familias arcoíris, dándome voz y voto.
Gracias a sus singulares modos de ser y estar, he seguido y sigo amando a la Iglesia, mi casa, en la que conocí a Jesús, el Totalmente Inclusivo, que podría ser un nuevo título cristológico.
La búsqueda de respuestas a las preguntas por ser gai y católico, me condujeron a poner rostros y nombres a las personas que se nos adelantaron con la vida cumplida, que se agotaron en la construcción de una Iglesia más acogedora, fraterna e inclusiva, donde las orientaciones sexuales e identidades de género sean tenidas en cuenta como un verdadero tesoro de diversidad y don de Dios, para las familias, para la Iglesia y para el mundo; porque los creyentes LGTBIQ+ y nuestras familias y amigos, somos lugares de la revelación de Dios, donde su Amor nos acaricia y sostiene bajo la forma de respeto y acogida.
La lectura del Evangelio (Mc 10, 46-52) nos enseña a no quedarnos callados a pesar de que haya muchos que nos increpen a guardar silencio, que despertemos al Bartimeo que llevamos dentro para ir al encuentro, a pesar de las dificultades, porque sabemos que el Señor Jesús siempre tendrá una palabra de consuelo y un gesto liberador.
No podemos olvidar que las personas LGTBIQ+, seguimos siendo perseguidas en muchas partes del mundo, y a veces incluso en la Iglesia, y por eso, esta misión “arcoíris” nos apremia.
Los creyentes católicos LGTBIQ+ somos luz, como la lámpara que titila delante del Santísimo en el sagrario, donde está el Amor de los amores. Por eso hoy, si escuchamos sus palabras, Jesús, nos dice: amaos con el mismo amor que os he creado; amaos según la forma de amor que os insuflé con mi aliento; amaos, pese a todo, amaos, según mi mandato “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
Gracias.

Teólogo y miembro de Chrismhom, comunidad cristiana LGTBI+H