“Es una lucha tan digna que ni la fatiga les agota”

“Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente”. Exhortación apostólica Evangelii gaudium (Papa Francisco, 24 noviembre 2013)
Ya hace más de un año que comenzó a fraguarse una lucha muy digna de los pueblos de Campillo del Rio y Vados de Torralba. Ha sido un año vivido con mucha intensidad, plagado de muchas reuniones informativas, de concentraciones, de recogida de firmas e incluso de una manifestación vecinal que fue masiva, donde se escuchaba el clamor de unos vecinos que gritaban: “Queremos nuestros pueblos libres de granjas intensivas”.
Estos pueblos son de colonización, de la comarca La Loma, situados a la Vega del Guadalquivir, donde se aprecian unos parajes naturales envidiables y que han sido siempre valorados por su acogida a las personas que venían a trabajar, ya que era mucho el trabajo que daban a todos sus vecinos y a los de los pueblos colindantes en cosechas como: el algodón, tomates, pimientos, espárragos blancos…
“Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”, encíclica Laudato si’, 128
Desde la Delegación Episcopal para la Pastoral del Trabajo nos hemos acercado, para conocer de primera mano lo que estaba ocurriendo y las causas que llevaba a los vecinos de estos pueblos a manifestarse y denunciar públicamente las consecuencias de la apertura de una granja intensiva de porcinos y que otras dos granjas de porcino y avícola, están al acecho para poder implantarlas en estas vegas.
El 1 de agosto de nuevo volvimos a estar presentes en la asamblea informativa en Campillo del Rio, donde un grupo de personas de la Plataforma que trabajan de manera incansable y con mucha capacidad de trabajo generoso y desinteresado, y no han dejado ni un minuto de descanso para ir animando a la participación vecinal, en la lucha de conseguir que estos pueblos puedan vivir dignamente y en un entorno saludable.
En esta asamblea explicaron con todo detalle todos los pasos dados y datos que tenían en su poder, desde que prácticamente comenzó esta crispación social y medio ambiental, donde los vecinos están sufriendo el mal olor que se desprende de esta granja intensiva muy cercana al pueblo de Campillo del Rio y de Vados de Torralba. Comentan “que está creando mucho malestar, y que les está perjudicando seriamente la salud y su propio bienestar social y espacio medio ambiental”.
A la luz de la carta encíclica Laudato si’ (Alabado seas) del papa Francisco sobre el cuidado de la Casa Común, les ofrecemos algunos elementos, criterios y orientaciones para un discernimiento cristiano sobre esta problemática.
“Para que pueda hablarse de un auténtico desarrollo, habrá que asegurar que se produzca una mejora integral en la calidad de vida humana, y esto implica analizar el espacio donde transcurre la existencia de las personas. Los escenarios que nos rodean influyen en nuestro modo de ver la vida, de sentir y de actuar. A la vez, en nuestra habitación, en nuestra casa, en nuestro lugar de trabajo y en nuestro barrio, usamos el ambiente para expresar nuestra identidad” (n. 147)
“En toda discusión acerca de un emprendimiento, una serie de preguntas deberían plantearse en orden a discernir si aportará a un verdadero desarrollo integral: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿Cuáles son los riesgos? ¿A qué costo? ¿Quién paga los costos y cómo lo hará? En este examen hay cuestiones que deben tener prioridad” (n. 185)
“Un estudio del impacto ambiental no debería ser posterior a la elaboración de un proyecto productivo o de cualquier política, plan o programa a desarrollarse. Tiene que insertarse desde el principio y elaborarse de modo interdisciplinario, transparente e independiente de toda presión económica o política. Debe conectarse con el análisis de las condiciones de trabajo y de los posibles efectos en la salud física y mental de las personas, en la economía local, en la seguridad. Pero en la mesa de discusión deben tener un lugar privilegiado los habitantes locales, quienes se preguntan por lo que quieren para ellos y para sus hijos, y pueden considerar los fines que trascienden el interés económico inmediato. La participación requiere que todos sean adecuadamente informados de los diversos aspectos y de los diferentes riesgos y posibilidades, y no se reduce a la decisión inicial sobre un proyecto, sino que implica también acciones de seguimiento o monitorización constante. Hace falta sinceridad y verdad en las discusiones científicas y políticas, sin reducirse a considerar qué está permitido o no por la legislación” (n. 183)
Por eso, desde esta Delegación Episcopal para la Pastoral del Trabajo, no podemos ser testigos mudos y terminamos esta reflexión diciendo que debemos seguir soñando para que estos pueblos de colonización tan bonitos no sean despoblados y vuelvan a parecerse al de hace algunas décadas.
- Valoramos enormemente la sabiduría con la que estáis afrontando este problema y la pasión que ponéis para que esta pesadilla cese.
- Pedimos encarecidamente que podáis caminar por vuestras calles, y que os sintáis orgullosos todas las vecinas y vecinos de que habéis hecho lo posible por el cuidado de la casa común.
- Valoramos vuestro esfuerzo cuando vuestras gargantas no cesan de repetir: “No queremos enfrentamientos con nadie, queremos solucionarlo todo pacíficamente y con todo el respeto al que piensa distinto aunque no lo compartamos, al igual que queremos que también a nosotros nos respeten”.
- “No pararemos de dignificar nuestros pueblos, libres de granjas intensivas y de todo lo que contamine nuestro aire y nuestro entorno natural!!
- “No desistiremos hasta que las Administraciones competentes agilicen todos los trámites y se apliquen las medidas necesarias y eficaces para solucionar los problemas!!
Cabe destacar la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro. Allí se proclamó que «los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible» (n. 167)
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario. Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes. Pero si esta pregunta se plantea con valentía, nos lleva inexorablemente a otros cuestionamientos muy directos: ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? Por eso, ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. (n. 160)
La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas. ¡Juntas y juntos lo conseguiremos!

Delegado de pastoral del trabajo de la diócesis de Jaén
Militante de la HOAC