Maru Megina, presidenta de la HOAC: «Nos necesitamos mutuamente para construir una sociedad del bien común»

Maru Megina, presidenta de la HOAC: «Nos necesitamos mutuamente para construir una sociedad del bien común»
Maru Megina finaliza su servicio como presidenta general de la HOAC tras cuatro años de compromiso con la Iglesia y el mundo obrero. En esta conversación hace balance de su trayectoria, comparte su mirada sobre la sinodalidad, la relación con los sindicatos, el desafío de la cultura de la paz y los horizontes del movimiento. Habla con franqueza de lo vivido, las tensiones eclesiales y la esperanza que le deja esta etapa: «Me voy queriendo mucho más al movimiento y a sus militantes».

¿Qué ha significado para ti en lo personal y en la fe este servicio de cuatro años a la Iglesia y al mundo obrero?

Ha sido una experiencia rica e intensa. La he disfrutado mucho en lo personal y me ha hecho más consciente de mi propia militancia, pero sobre todo de la importancia de la HOAC y su misión en la Iglesia y en el mundo obrero. Somos Iglesia de frontera, y eso lo confirmé también al descubrir en muchas militantes que solo ellas podían hacer esta tarea porque su encarnación es auténtica y marca su día a día. Me voy queriendo mucho más al movimiento y a sus militantes.

¿Qué momento o experiencia resume mejor lo vivido en esta etapa?

Cuatro años dan para muchas experiencias, pero de las que más sentido tienen está la que permite establecer contacto con la militancia en las diócesis. Ahí conoces sus situaciones y problemáticas, las debilidades de los militantes, pero también su fe inquebrantable, su decisión de seguir adelante con la tarea contra viento y marea, su vivencia de la comunión a pesar de las dificultades y su determinación basada en una fe cultivada que marca una manera de ser, pensar y sentir.

Otra experiencia significativa ha sido la vivencia de fraternidad de la Comisión Permanente, junto a las personas adjuntas y las trabajadoras de la organización. Descubres ahí esa gran familia que, a pesar de las dificultades y de las diferencias entre nosotros, hace posible trabajar juntos, apoyarnos, respetarnos y querernos. Hay que esforzarse por formar equipo, por escuchar y aprender. La toma de decisiones en este trabajo de equipo debe ser el resultado de una reflexión conjunta.

Somos Iglesia de frontera,
y eso lo confirmé también
al descubrir en muchas militantes
que solo ellas podían hacer esta tarea
porque su encarnación es auténtica
y marca su día a día

¿Con qué mirada te despides? ¿Qué esperanzas e inquietudes te llevas sobre el presente y el futuro del movimiento?

La HOAC, como el resto de los movimientos y de la propia Iglesia, ha ido perdiendo militantes y la mayoría vamos siendo mayores, pero seguimos siendo un movimiento importante, con fuerza, con ganas de sembrar utopía y de seguir construyendo militancia. Tengo esperanza en que el proceso de extensión e iniciación que iniciamos en el bienio pasado dé frutos, nos afiance en las diócesis donde ya estamos presentes e incluso nos permita llegar a otras nuevas.

Estamos trabajando retos importantes, decididos en asamblea general, que van a dar fruto y nos encaminan hacia una organización más abierta y sencilla.

Las inquietudes están más relacionadas con la vivencia del compromiso en una sociedad en la que aumenta la desigualdad y la polarización, y en la que cuesta cada vez más cambiar mentalidades. Es necesario que muchas más trabajadoras y trabajadores conozcan el proyecto de Jesús y lo que aporta a sus vidas. Pero hay mucho ruido en la sociedad, mucho discurso del odio y violencia que dificultan la escucha de los mensajes que nos hacen más personas. De todas formas, este ha sido siempre el reto: responder a cómo hacer presente a Jesucristo en el mundo obrero de cada momento.

¿Cómo has vivido el proceso sinodal impulsado por el papa Francisco? ¿Y cómo valoras el proceso actual?

Lo he vivido con alegría. En todo este tiempo hemos sentido que participábamos de un acontecimiento histórico en la Iglesia que solo podía poner en marcha el papa Francisco. Hasta ahora sigue siendo algo elitista que solo unos pocos se empeñan en sacar adelante, pero estoy convencida de que, aunque la Iglesia tarde tiempo en apreciar lo que ha supuesto este proceso, al final lo hará y comportará cambios cualitativos en la manera de vivir la eclesialidad, la pastoral y la misión. La renovación de la Iglesia es imparable a pesar de los frenos que algunos grupos intentan ponerle. Por eso es muy necesaria la aportación de todas las personas cristianas que estamos dispuestas a hacer lo posible en nuestras diócesis porque se conozca esta manera de ser Iglesia

El pontificado de Francisco ha dado centralidad a temas como el trabajo digno, la justicia social y la dignidad de los pobres. ¿Qué huella ha dejado esto en la vida y la misión de la HOAC?

El pontificado del papa Francisco ha sido un regalo para toda la Iglesia. Nos ha ayudado a señalar el camino de una Iglesia que tiene que poner en el centro de su misión a las personas empobrecidas, el bien común, los descartados de un sistema “que mata” y la paz en ese camino de la fraternidad y la amistad social desde el diálogo comprometido con las personas diferentes. Nos hemos sentido en total sintonía y fortalecidos en nuestra tarea con su mensaje. Le hemos seguido en sus pasos y toda esta vivencia de la esperanza que nos ha comunicado no ha caído en saco roto. Su legado a través de encíclicas, mensajes, declaraciones y escritos nos siguen dando fuerza para hablar también de la importancia del trabajo para construir una vida digna. Nos sentimos acompañados por él. Su idea de una Iglesia corresponsable nos señala caminos por donde seguir para que en ella quepamos todos sin distinción alguna. Su planteamiento de la caridad política nos ayuda a establecer ese diálogo con la parte de la sociedad que, sin ser creyente ha visto en este papa un referente en el que fijarse. Gente que se siente comprometida y corresponsable en un cambio social al estilo de los grandes principios de la DSI.

Hay una apuesta clara
por la rama general desde
la Conferencia Episcopal y
aquí tenemos que encontrar
soluciones

¿Qué perspectivas abre, en tu opinión, el inicio del pontificado de León XIV para quienes vivimos la fe desde el compromiso con el trabajo y los derechos sociales?

Pienso que va a ser un digno sustituto que marcará una época diferente, con otro estilo, pero que mantendrá las expectativas que empieza a despertar. Sus prioridades sobre la sinodalidad, la paz, el bien común y también el trabajo han quedado claramente marcadas. Esto nos va a servir en un mundo que vuelve la espalda a los valores fundamentales de la humanización. Creo que volverá a ser un papado de luz para creyentes y no creyentes.

¿Cómo valorarías la relación de la HOAC con la Iglesia española en este tiempo? ¿Has sentido el reconocimiento a la Acción Católica Española como sujeto eclesial con identidad propia?

Este quizá es una de esas inquietudes en las que tenemos que seguir avanzando. La Acción Católica está actualmente constituida por las dos ramas: general y especializada, pero hay una apuesta clara por la rama general desde la Conferencia Episcopal y aquí tenemos que encontrar soluciones. El camino sinodal nos habla de una Iglesia que camina junta, en la que caben todos y que está abierta a las realidades de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y por tanto nos invita a una reflexión. Necesitamos ir haciendo un camino, un proceso al interior de los movimientos para construir la respuesta más adecuada al trabajo en los ambientes. Hace falta insistir en una encarnación que transparente ese mensaje de Jesús para cada persona, un camino que necesita recursos, apoyos y reconocimiento, pero tenemos que trabajar en cómo superar debilidades, como crecer en comunión y trabajar con visión de futuro.

¿Qué lugar han ocupado las tareas pastorales del trabajo en el conjunto de la pastoral de la Iglesia española? ¿Se les reconoce el valor y la urgencia que tienen en el contexto actual?

La pastoral del trabajo está siendo una pastoral reconocida y valorada que empieza a formar parte de la mayoría de las estructuras diocesanas. Estos últimos años se ha hecho un trabajo muy interesante desde el departamento de pastoral del trabajo en cuanto a promover espacios de diálogo y experiencias que ayuden a concretar la tarea en las parroquias y en las diócesis que es donde hace falta llegar. Además, se han estrechado relaciones con asociaciones y organizaciones implicadas en la defensa del trabajo decente y con el mundo sindical. Se trabaja cada vez más en su extensión y en que sea conocida y valorada por toda la Iglesia, en un trabajo transversal con otras pastorales y en contacto con distintas realidades eclesiales a todos los niveles. Los pasos son lentos, pero hacen el camino adecuado. Necesitamos seguir compartiendo experiencias que den impulso a la tarea, pero es un trabajo importante el que se viene haciendo.

Iglesia por el Trabajo Decente ha cumplido más de una década de andadura. ¿Qué balance haces de esta experiencia compartida y qué potencial ves en este tipo de alianzas entre entidades eclesiales?

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Se sigue avanzando en difundir la iniciativa a más diócesis y se llega a más espacios donde compartir la importancia del trabajo digno. En poco más de once años se ha extendido a realidades diocesanas diversas que la conocen y se van sumando a la iniciativa. Su mensaje llega en momentos concretos a una Iglesia que normalmente no se preocupa de esta cuestión. Pero aún es una iniciativa reciente y queda mucho camino que recorrer, no sólo en extensión sino en planteamiento al interior de las propias organizaciones eclesiales donde la defensa del trabajo digno tiene que formar parte de nuestra manera de actuar. Es importante dar ejemplo. Además no puede limitarse a ser una cuestión presente en determinadas fechas. Las plataformas diocesanas deben trabajar para que sea una constante en la vida eclesial.

¿Cómo valoras la relación de la HOAC con el mundo del trabajo organizado, especialmente con los sindicatos, durante estos años?

Esta cuestión la hemos trabajado desde siempre, pero especialmente hemos incidido en tejer redes desde nuestro compromiso comunitario, y en concreto en los últimos años, a través de nuestras campañas. Esto nos ayuda a fortalecer vínculos y dialogar con estas organizaciones para colaborar en la defensa del trabajo digno. Entendemos que la defensa del trabajo con derechos es básica para construir una sociedad diferente y, por tanto, tiene que ser un camino compartido con muchas organizaciones, no solo sindicales. Este diálogo cala. En la mayoría de las diócesis los contactos son habituales. Destacamos la importancia de que desde la Iglesia se pueda tener un diálogo y trabajo conjunto con organizaciones sociopolíticas que ayudan a comprometernos con las realidades del mundo obrero empobrecido.

Creo que el sindicalismo tiene un análisis
compartido de los problemas actuales y
de futuro de la clase trabajadora.
Hace falta establecer diálogos necesarios
para tender puentes

¿Qué impresión tienes de las prioridades actuales del sindicalismo y cómo crees que se puede seguir tendiendo puentes desde una organización eclesial como la HOAC?

Creo que el sindicalismo tiene un análisis compartido de los problemas actuales y de futuro de la clase trabajadora. Además, se sitúa sabiendo que es una tarea de todos y que para avanzar es necesaria la colaboración entre diferentes. Ahí también la militancia tenemos un papel importante. Hace falta establecer diálogos necesarios para tender puentes sobre los temas que más nos preocupan a cada parte, acordar colaboraciones concretas y aclarar cuestiones en los territorios. Las diócesis ahí tenemos que empeñarnos más. A nivel general también tenemos que reforzar este diálogo y procurar establecer algunos acuerdos.

¿A qué crees que se debe la falta de diálogo institucional entre las organizaciones sindicales y la Conferencia Episcopal?

Sigue habiendo desconocimiento y falta de confianza entre instituciones que históricamente en nuestro país han representado realidades diferentes, cuando no enfrentadas, y que han ocupado espacios distintos en la sociedad. Últimamente ha habido algunas experiencias que deberían abrir camino. Falta el esfuerzo por ambas partes para entender que todas las organizaciones que queremos trabajar por el bien común nos necesitamos mutuamente si queremos que nuestras acciones respondan realmente a la construcción de una sociedad diferente. Ese esfuerzo debe nacer del reconocimiento mutuo. Es imprescindible un diálogo que sitúe los temas y prioridades, que ponga a las personas empobrecidas y descartadas, las desigualdades y las brechas, en el centro del trabajo común. Se han dado pequeños pasos de reconocimiento, por ejemplo, en la lucha contra la siniestralidad laboral, pero es difícil promover nuevos avances. Es un reto al que no podemos renunciar.

En este último tiempo, la HOAC ha intensificado su compromiso con la cultura de la paz, frente al rearme y la lógica de guerra. ¿Qué sentido tiene esa opción en el contexto actual y cómo se ha plasmado?

La defensa de la paz siempre ha sido una cuestión trascendental en la cultura obrera. En las situaciones de guerra, han sido las familias trabajadoras y humildes las más perjudicadas y las que más vidas han perdido. En esta época, las grandes potencias y su enorme ambición nos siguen sorprendiendo con esta vía. Desde distintas organizaciones internacionales se apuesta por la defensa armada, cuando no abiertamente por la guerra como solución a los problemas de la humanidad, lo que implica también detraer recursos para políticas sociales.

Pero la falta de participación social en los últimos años ha dejado a la sociedad muy desarticulada, especialmente en lo referido a los movimientos pacifistas. Francisco ha sido un gran referente en la lucha por la paz y un trabajador incansable para construirla entre los pueblos. Las personas cristianas debemos lanzar un mensaje muy claro al respecto y ser activas a la hora de crear junto a otras personas esta conciencia a favor de la paz entre la gente. Por eso la militancia de la HOAC está muy implicada en su defensa y desde la misma Comisión Permanente hemos decidido apoyar alguna plataforma dada la necesidad actual de trabajar en esta tarea.

¿Cómo ves ahora mismo a la HOAC, después de estos años de trabajo comunitario y compromiso eclesial?

La HOAC sigue haciendo una gran aportación al conjunto de la Iglesia en la evangelización del mundo obrero y del trabajo, por su conocimiento de la realidad y su testimonio encarnado, por su vivencia de la espiritualidad y su experiencia durante tantos años. En este tiempo hemos avanzado en ser una organización presente en todas aquellas situaciones donde las necesidades y problemáticas de las personas se hacen presentes. También en el interior de nuestras iglesias diocesanas, compartiendo espacios eclesiales y conociendo más de cerca el enorme y variado tesoro que la componen.

Tenemos un proyecto evangelizador muy claro que en esta última Asamblea General hemos concretado en el sentir con Cristo, con la Iglesia y con el mundo obrero: avanzar en conversión, sinodalidad y encarnación, respectivamente. Estamos trabajando en los retos que hemos descubierto para este tiempo, para seguir respondiendo al servicio que se nos encomienda.

¿Cuáles dirías que son hoy sus principales prioridades y fortalezas? ¿Y qué desafíos ves en el horizonte más próximo?

Nuestra prioridad sigue siendo la extensión: llegar a más realidades del mundo obrero, a más personas trabajadoras y a más organizaciones; revisar nuestra formación para que cada vez nos ayude más a realizar nuestra misión; e intentar ser una comunidad de referencia para muchas personas a nuestro alrededor desde el crecimiento en el cuidado mutuo. Nuestra fortaleza sigue siendo una vivencia profunda de la espiritualidad, a lo que nos ayuda la formación, y que nos lleva a un compromiso, una manera de vivir nuestra vida en coherencia con todo esto, y una vivencia de la comunión que nos sostiene y anima.

Los jóvenes de hoy día forman
uno de los grupos que mayor precariedad
y falta de derechos laborales padecen.
Por eso tenemos que
conocer sus problemáticas
y acompañar sus vidas

¿Por dónde crees que debe pasar el desarrollo y la extensión del movimiento en el futuro, especialmente en relación con las nuevas generaciones?

Pasa por convencernos de la importancia de esta tarea, ser conscientes de que tenemos que poner todo nuestro esfuerzo y ofrecer lo que para nosotros es un tesoro. Cada vez somos más mayores y nos resulta más complicado acercarnos a las nuevas generaciones, pero tenemos un proyecto que sirve a todas las personas adultas, tengan la edad que tengan. Los jóvenes de hoy día forman uno de los grupos que mayor precariedad y falta de derechos laborales padecen. Por eso tenemos que acercarnos a ellos, conocer sus problemáticas y acompañar sus vidas. Para eso utilizamos muchos medios: desde nuestras publicaciones y presencia en redes, que hacen llegar experiencias y reflexiones, hasta la propia mediación en la que trabajamos y los espacios que nos damos para compartir preocupaciones y pensamientos, también desde el acompañamiento personal.

¿Qué mensaje te gustaría dejar a quienes continúan esta tarea, en especial a las personas que asumen responsabilidades en este nuevo periodo?

Que las asuman desde la alegría que supone esta nueva experiencia, y sobre todo que cada día lo vivan con entusiasmo, como una auténtica oportunidad para seguir abriendo caminos y creando oportunidades que anuncien el reino de Dios.

 

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