«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria»

«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria»

Lectura del Evangelio según san Lucas (10, 38-42)

Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía Marta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, estaba atareada con todo el servicio de la casa; así que se acercó a Jesús y le dijo:

–Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola para servir? Dile que me ayude.

Pero el Señor le contestó:

–Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará.

Comentario

Continua Jesús camino a Jerusalén. Con el relato de hoy comienza la instrucción sobre la oración y que continuará en el capítulo 11 que escucharemos el próximo fin de semana. La ocasión la da la visita a un pueblo y la hospitalidad que se le da a Jesús por parte de unas mujeres, dos hermanas Marta y María, que se han relacionado siempre con las hermanas de Lázaro en Betania, en el relato que hace Juan en el capítulo once. Este relato de Marta y María no aparece en ninguno de los evangelios, pero entra dentro del gusto de Lucas por hacer relatos donde intervienen mujeres.

La hospitalidad, como ya hemos dicho, era clave para los orientales; para un buen israelita, era acoger, atender, agasajar con la comida y, algo importante, no dejar solo, en ningún momento al visitante, ese era la misión del hombre.

María asume la tarea de acompañar y sentarse a los pies del maestro, papel que hacían los hombres. Igual que en el relato de Juan (12, 2) asume el colocarse a los pies del maestro y ungírselos con perfume. María aparece como discípula que se coloca a los pies del maestro y escucha, está atenta a su voz, acogiendo su palabra, saboreando sus enseñanzas.

Marta asume con diligencia el deber de atender y agasajar al visitante, prepara el pan, la comida, todo tienen que estar en su lugar porque el visitante es importante por ser visitante, pero es importante porque es amigo y es importante porque es «el maestro». Marta aparece liada, agobiada con las tareas de la casa y se queda sola y, con cierto reproche, le pide a Jesús ayuda.

El texto es de una gran sensibilidad en la redacción con la respuesta de Jesús que transmite paz, sosiego, ternura, cariño: Marta, Marta…

Jesús no le hace un reproche a su trabajo, no puede hacerlo porque es servicio (diaconía), pero si le hace ver su agobio, su inquietud, su falta de paz[1].

Si entendiéramos los personajes como simbólicos y María representara la contemplación, la oración y Marta la acción y dijéramos que, por este pasaje, para Jesús es más importante la oración estaríamos equivocados. En los contrapuntos, cuando hay que elegir, Lucas es mucho más contundente y no utiliza un lenguaje tan suave como el que ha utilizado con Marta.

Tendríamos que decir que la respuesta de Jesús es una llamada de atención para aquellos, aquellas que vivimos absorbidos por la acción, por la excesiva actividad y no tenemos o no transmitimos paz. Vivimos agitados por muchas preocupaciones; expresión de esto es una frase que se convierte en usual «no tengo tiempo», «necesitamos un día con más horas» y vamos como «pollos sin cabeza» y, muchas veces, nos perdemos la vida de las personas, no cuidamos la dimensión del acompañamiento, y nos perdemos muchas huellas de Dios que nos aparecen cada día en la realidad.

María, mujer, nos enseña a ser discípulos, discípulas de Jesús, a sabernos colocar a sus pies, escuchar su palabra, con serenidad y con paz. María, mujer, es discípula, como lo eran los hombres, y así la refuerza Jesús, pero Marta también, de otra manera[2].

Ser contemplativos en la acción, nos ayuda a encontrar al Señor en las cosas que hacemos cada día. Solo una es necesaria: pasar por el tamiz de la palabra toda la urgencia evangelizadora. Estar pendiente de los signos de los tiempos en que cada día Dios aparece y el Espíritu nos ayuda a interpretar y dar cauce.

Es saber colocar en manos del Señor todo lo que realizamos. Jesús no contrapone la vida activa a la contemplativa, la vida de oración y el compromiso de entrega a los demás; nos alerta, más bien, del peligro de vivir entregados a un excesivo activismo que nos lleve a creernos que todo está en nuestras manos. El Espíritu de Dios es el protagonista en la evangelización. Nos invita la contemplación a ver el rastro de Dios en todo lo que realizamos, nos invita a recordar que «ni el que planta, ni el que riega… es Dios el que hace crecer las cosas». Nos invita a colocar el sentido de lo que hacemos en Cristo, el Señor. Ya decía el gran teólogo Rahner: «El cristianismo del siglo XXI será místico o no será». No podemos dejar de indagar en el «sentir» en el mundo obrero, en la Iglesia, en Cristo… los tres, en el fondo son uno, y se viven en la historia cotidiana, cuando se está honestamente en ella.

Hoy, en este relato, una mujer, María, nos recuerda que, en este mundo de urgencias y apuros, de activismo y agobios, necesitamos el respiro, el espacio, el tiempo para sentarnos a los pies del maestro y escucharle. A Marta le pide que lo que haga, pero sin agobios, y sin esa queja permanente «estoy cansada, cansado». Cuidar el Plan Personal de Vida Militante (PPVM) o la oración diaria donde la vida es importante, es una manera de ponernos cada día un rato a los pies del maestro. Necesitamos irnos construyendo, con la fuerza del Espíritu, en «sujetos», personas que vamos aprendiendo a encontrarnos con Dios en la vida y dejamos que Dios nos encuentre.

La acción es necesaria, pero sin estrés y sin hacer culpables a otras personas de nuestros agobios. Pero no olvidemos que la oración es necesaria y es más importante que lo urgente. Por lo tanto, el reto es ser contemplativos en la acción y para esto hay que tener muy claro que sitúo mi vida en la dinámica de búsqueda permanente de la voluntad de Padre/Madre Dios y cumplirla. Y, para esto, como Ignacio de Loyola, «solo te pido tu amor y tu gracia, esto me basta».

 

[1] Interesante la visión que presenta este libro sobre María y Marta como hermanas de Lázaro comentando Jn 12, 1-8: María de Betania, de Mercedes Navarro Puerto. Ed. San Pablo, colección Mujeres Bíblicas (50 páginas).
[2] No olvidemos que Marta, en el evangelio de Juan, confiesa a Jesús como Mesías e Hijo de Dios: «Sí, Señor, yo creo tu eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo» (Jn 11, 27), como Pedro en el Evangelio de Mateo (16, 16).

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