La Iglesia reconoce a los trabajadores del mar como “peregrinos de esperanza”

Las comunidades católicas de todo el mundo conmemoran el Domingo del Mar, una jornada dedicada a la reflexión sobre la vida y la aportación a la sociedad de los trabajadores marinos. Realizan su trabajo lejos de sus familias y comunidades de referencia aportando un valor importante a la economía y desarrollo de los pueblos, pero a menudo son invisibles para la mayoría de la sociedad
En este año del Jubileo de la Esperanza, el Domingo del Mar se celebra el 13 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, una jornada en la que se quiere reconocer a las gentes del mar como “peregrinos de esperanza”.
También este año se cumplen 60 desde que culminó el Concilio Vaticano II, cuya constitución Gaudium et spes expresó de manera inolvidable la cercanía de los cristianos con todas aquellas mujeres y hombres sufrientes.
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”, se recuerda en el mensaje de esta celebración.
El cardenal Michael Czerny SJ, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral plantea el deseo de que “todos los que trabajan en el mar sepan que se hallan en el corazón de la Iglesia y que no están solos en sus reivindicaciones de justicia, dignidad y alegría”.
Efectivamente, un desarrollo humano integral comprende a todos los seres humanos en todas sus dimensiones: físicas, espirituales y comunitarias. En todos los lugares en los que se proclama el Evangelio y se acoge la presencia de Jesús resucitado, el mundo no puede permanecer inalterado. De hecho, aquel que venció al pecado y a la muerte afirma: «Mira, hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5).
Así mismo el cardenal Czerny señala que los marinos “encarnan el deseo de todo ser humano, de todo pueblo o fe religiosa, de vivir una vida digna, a través del trabajo, el intercambio y los encuentros. No se han quedado inmóviles: han tenido la necesidad y la audacia de partir, como tantos hombres y mujeres de los que habla la Sagrada Escritura”.
El mensaje define a las personas que trabajan en el mar como “gente que viaja, dentro del viaje de la vida”. La “Esperanza” es la palabra que siempre debe recordarle a ellos y a todos los cristianos cuál es nuestra meta: “no somos vagabundos sin destino, sino hijas e hijos cuya dignidad nadie ni nada podrá borrar jamás. Somos hermanos y hermanas. Venimos de la misma casa y volveremos a la misma casa: una patria sin fronteras ni aduanas, donde no existen privilegios que generen divisiones, ni injusticias que causen sufrimiento. Dado que esta conciencia es firme e indestructible, podemos tener esperanza”.
La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino (Spes non confundit, 3), corazón de la Iglesia.
Se expone en la carta que el desarrollo humano integral comprende a todos los seres humanos en todas sus dimensiones: físicas, espirituales y comunitarias, haciendo un llamamiento a que “en este año jubilar la novedad que anuncian los cristianos debe cuestionar aún más radicalmente el orden establecido, porque el reino de Dios nos insta a la conversión: romper las cadenas, perdonar las deudas, redistribuir los recursos, encontrarse en la paz, son gestos humanos valientes, pero a la vez posibles. Reavivan la esperanza. Desde el principio hemos aprendido que: «quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4,20).
La reflexión de este Domingo del Mar lleva a toda la Iglesia a interrogarse sobre las actuales condiciones laborales en los puertos y en las embarcaciones, incluyendo los derechos de los trabajadores, las condiciones de seguridad y la asistencia tanto material como espiritual que se les proporciona.
Seguridad y cuidado en las embarcaciones
Por su parte el obispo de Tui-Vigo, Antonio Valín, responsable del Apostolado del Mar, integrado en la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad humana de la CEE, también ha lanzado un mensaje de cara a este día para levantar la voz “proféticamente” reivindicando mayor atención a “el problema de la salud mental de los trabajadores del mar”; además de pedir la mejora de “la regulación y seguridad de los marineros y pescadores” y de “las embarcaciones”, y el refuerzo de la lucha contra “la siniestralidad…”
En su llamamiento, pide “recuperar a la persona como centro de todo, buscando su dignidad personal, laboral y familiar, antes que cualquier ganancia o búsqueda exacerbada de productividad, y salir al encuentro de las gentes del mar en todas sus vertientes”. Al mismo tiempo, apunta que “es urgente una conversión ecológica para cuidar la casa común y enfrentarse a los retos que esta nos pide a toda la sociedad, trabajando juntos para construir el bien común, y así ser signos tangibles de esperanza”.
Finalmente, a quienes trabajan en el mar, a sus familias, a quienes velan por su seguridad, y a todos cuantos ofrecen apoyo espiritual, social o humano en los puertos, el obispo promotor les agradece todo su trabajo. “Sois signos tangibles de esperanza en medio de nuestra Iglesia y de nuestro mundo”, subraya.

Periodista.
Militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Málaga