La corrupción y la idolatría del dinero

La corrupción es un cáncer social que destruye los lazos de confianza necesarios para una convivencia justa y democrática. El papa Francisco lo denunció en su exhortación programática Evangelii gaudium: «No a la nueva idolatría del dinero […] El afán de poder y de tener no conoce límites» (núm. 56).
Con estas palabras, el pontífice denunció una cultura que diviniza el dinero para justificar abusos, sacrificar valores y corromper instituciones. La idolatría del dinero, advirtió, no solo rompe el equilibrio social, sino que convierte a las personas en descartables. No se trata solo de malas prácticas individuales, sino de una estructura donde el dinero se convierte en ídolo y corrompe todo a su paso.
En el fondo, el problema es espiritual, ético y cultural. Cuando el afán de poder y de tener no conoce límites, el dinero deja de ser un medio para convertirse en fin absoluto. Esa idolatría erosiona la dignidad humana y destruye el sentido del bien común.
España vive un momento especialmente delicado. Tanto el PSOE, como partido mayoritario del Gobierno, como el PP, principal partido de la oposición, están afectados por escándalos de corrupción. No todos actúan igual frente a sus casos, es cierto, y hay otras fuerzas políticas que mantienen trayectorias limpias. Pero el daño ya está hecho. Y no se repara con un simple «quítate tú que me pongo yo», sino con voluntad real de regeneración.
Francisco también lo advirtió en el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares: «La corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo».
Combatir la corrupción exige mucho más que discursos, requiere medidas concretas en todos los niveles. Hay que asumir responsabilidades políticas; limpiar las organizaciones públicas y privadas de personas y actitudes corruptas; establecer mecanismos efectivos y transparentes para seguir la huella del dinero; endurecer las penas a los corruptores –no solo a los corrompidos– y, sobre todo, sumar voluntades que permitan afrontar este mal sistémico.
En este contexto, las declaraciones de la presidencia y la secretaría general de la Conferencia Episcopal Española, sumándose al reclamo de elecciones anticipadas, no parecen del todo oportunas, ni suficientemente imparciales como se han caracterizado en otros momentos, cuando se pronuncian sin previa reflexión colegiada, a riesgo de interpretarse como partidistas. Más que tomar partido, lo que cabía esperar era un posicionamiento valiente, pastoral y profético que contribuyera a rebajar la polarización y ofrecer criterios éticos que orienten la lucha contra la corrupción.
Porque la Iglesia también ha sufrido esta lacra –como reconoció el propio Francisco– y ha respondido con determinación mediante una política de tolerancia cero –como ocurrió en el caso del cardenal Becciu–. Esa actitud no deslegitima a la Iglesia, sino que refuerza su credibilidad. Callar, encubrir o relativizar la corrupción interna sí la dañaría profundamente. Por eso mismo, la denuncia profética debe ir acompañada del ejemplo.
La corrupción no es un mal exclusivo de la política. También hay corrupción en las empresas, en los medios de comunicación, en las iglesias, en las organizaciones de todo tipo… Pero no todo está podrido, en absoluto. Hay personas servidoras públicas honestas, empresas justas, creyentes coherentes y organizaciones limpias. El reto es regenerar sin cinismo, sin populismo, sin condenas globales, ni complacencias internas.
Necesitamos reconstruir una cultura del bien común que supere la idolatría del dinero que compra conciencias y pone precio a la justicia. Porque, ya saben, la política puede y debe ser una de las formas más altas de la caridad. Pero eso solo será posible, si decidimos poner límites al poder del dinero, dar pasos firmes hacia una democracia más justa, ética y transparente y exigir mayor coherencia personal. Depende de todos y todas. •

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo. (Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)
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