Financiación singular: Abrir camino a la federalidad

Financiación singular: Abrir camino a la federalidad
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La propia Constitución española de 1978 consagra un sistema asimétrico de financiación autonómica. El Concierto Vasco y el Régimen Foral de Navarra ya suponen de por sí dos casos singulares en ese marco de financiación territorial. Además, estas excepciones han mostrado una mejor capacidad de gestión sociopolítica de las comunidades afectadas.

Es evidente que el Título VIII de la Constitución ha resultado insuficiente para atender al desarrollo autonómico en todas sus facetas y 47 años después seguimos padeciendo ese déficit de previsión en un país donde la vocación descentralizadora ha sido creciente y enormemente atractiva para la ciudadanía democrática.

Aunque todos los territorios han ido mostrando su demanda de regulación adecuada de la financiación autonómica, la polarización política ha frenado una solución consensuada, tal como se ha demostrado recientemente en las conferencias de presidentes, lo que retrasa gravemente un problema acuciante para muchas comunidades.

La cuestión catalana, amén de su raíz histórica, tuvo origen en buena medida en la falta de entendimiento entre Rajoy y Mas en 2012 para afrontar el tema con decisión. Por supuesto que no se trataba exclusivamente de financiación, pero es indudable que ésta tiene un peso estratégico para afianzar acuerdos o para establecer barreras de comunicación y de diálogo conducentes a la desafección. No olvidemos aquel dicho tan gráfico de que  “Madrid nos roba”, al margen de la valoración que hagamos de su contenido.

La evolución del conflicto catalán ha permitido hoy que tres partidos de izquierdas hayan pactado un gobierno de la Generalitat confluyente con el gobierno de coalición progresista del país. Esta circunstancia no exenta de dificultades ha propiciado una base de acuerdo de financiación singular para Catalunya, que pretende hacerse cargo de la reivindicación catalana, pero sin dejar de posibilitar su encaje en la futura legislación general que se adopte para el conjunto de las comunidades del régimen común, cuando sea factible establecerlo.

Naturalmente no es un puzle simple de resolver, pero no aprovechar ahora la oportunidad de dar este paso en Catalunya sería un error político imperdonable, si de verdad queremos lograr un nivel de normalización política básico para seguir avanzando en la agenda política iniciada.

Todavía no estamos en el escenario de plantear si Catalunya puede tener un Concierto como Euskadi o Navarra, cosa que tampoco debiera sorprender tanto en el proceso de plurinacionalidad existente, se trata solo de hallar una fórmula técnica que recoja bien las necesidades actuales y mejore la equidad del sistema con Catalunya.

Pero han saltado las alarmas y muchas comunidades han protestado enérgicamente frente a lo que consideran un agravio. A ello se une un cierto anticatalanismo cerval que se ostenta sin razón. La incapacidad para alcanzar un acuerdo de financiación autonómica general no debe cargarse sobre una decisión acertada y bien dirigida hacia el futuro.

Esta financiación singular significa un avance relevante hacia el proyecto de federalidad que el estado español necesita para poder encauzar esa opción de la plurinacionalidad, que es la única fórmula que puede garantizar un futuro compartido y solidario entre todos los pueblos del Estado.