Evangelio del cuidado, también en las pequeñas urgencias

Este sábado por la tarde, de vacaciones en un pueblo de Palencia, me quedé admirado contemplando las tareas del campo: cosechadoras enormes, tractores con remolques llenos de grano, alpacas apiladas en montones impresionantes… Todo sucedía a una velocidad de vértigo.
En un momento dado, vi pasar un tractor con un remolque muy alto, cargado de alpacas. Lo observaba desde las afueras del pueblo. Tras dar un pequeño paseo, al regresar nos encontramos con más gente. A lo lejos, distinguimos a Pachín y a otros vecinos discutiendo, visiblemente enfadados.
Pachín había detenido una carretilla que traía, en la pala, dos alpacas a toda velocidad a la salida del pueblo. Se oían gritos de bronca. Me fijé entonces en unos cables que cruzaban la carretera de lado a lado y que colgaban: supuse que el tractor, con su remolque altísimo, los había arrancado.
El hombre de la carretilla se fue –ya sin las alpacas– y, al rato, regresó. Entonces vi cómo Pachín (vecino muy habilidoso y trabajador del municipio, famoso por su capacidad resolutiva, según me contaron) se subía a la plataforma de las palas y comenzaba a tensar el cable de acero con unas cuerdas.
Después, fue atando los cables con cuerdas, cada metro. Lo más sorprendente fue que, al llegar al otro extremo, donde había cables de luz y alumbrado colgados del poste –yo pensé “trifásico”–, siguió tensando y atando, con rapidez y agilidad, como un manojo de nervios.
Muchos observaban desde lejos, alabando las dotes de Pachín: “¿Qué haremos en el pueblo cuando nos falte?”. Yo, medio paralizado por el asombro, me fijé: no llevaba arnés, ni guantes, ni había señalización, ni se había cortado el tráfico.
Lo comenté con un pintor que se acercó, recién terminada su jornada. Y, al mismo tiempo, no podía dejar de admirar la resolución y la improvisación con que se enfrentaba a la situación.
Reflexión desde la Doctrina Social de la Iglesia
Este hecho me permite ofrecer una reflexión desde la Doctrina Social de la Iglesia, el magisterio del papa Francisco y la Pastoral Obrera, en torno a la prevención, la seguridad y el compromiso comunitario.
“Toda persona tiene derecho a condiciones de trabajo que no perjudiquen su salud corporal, su integridad moral ni su vida familiar” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 301).
Con esta convicción, la Iglesia no puede dejar de alzar la voz ante cualquier situación en la que el cuidado de la vida –y especialmente de la vida trabajadora– queda relegado por la urgencia, el voluntarismo, la inercia o la falta de formación y medios.
Lo vivido el 26 de julio de 2025, con el gesto audaz y generoso de Pachín –ese vecino querido de un pueblo rural de Palencia– pone en evidencia una realidad ambivalente: por un lado, la admirable disponibilidad, compromiso y amor al pueblo; por otro, la preocupante ausencia de medidas básicas de prevención, que podrían haber derivado en una tragedia.
Desde la Pastoral Obrera recogemos con frecuencia experiencias similares: personas que, fuera de su horario laboral, dan un paso adelante con gran responsabilidad comunitaria para resolver lo que otros no ven o no quieren ver.
Son hombres y mujeres “de pueblo”, que saben arreglar lo que está roto, que conocen los oficios y los rincones, que entienden qué significa que “todo funcione”… y que, a veces, lo hacen incluso poniendo en riesgo su propia vida. Eso merece reconocimiento y gratitud.
Pero, como recuerda insistentemente el papa Francisco, no todo vale. No podemos permitir que la “cultura del descarte” –que elimina lo que no sirve y no cuida al más frágil– se cuele en nuestras formas de resolver los problemas.
La vida es sagrada. Cada persona tiene una dignidad infinita, y por eso, todo trabajo —también el voluntario, el comunitario, el espontáneo— debe contar con condiciones mínimas de protección.
Francisco nos exhorta, en Fratelli tutti, a “reconocer el valor único de cada persona humana” (FT 106). Y eso empieza por cuidar cada vida concreta, en cada situación cotidiana. En Laudato si’ advierte que “el descuido en el uso de medidas preventivas y de seguridad es una forma de desprecio hacia los demás” (LS 123).
No se trata solo de cumplir normas técnicas, sino de asumir una ética del cuidado, del bien común, de la justicia social.
Por una cultura comunitaria de la prevención
Necesitamos avanzar con decisión hacia una auténtica cultura de la prevención, no como una carga burocrática, sino como expresión de respeto y amor al prójimo. Esto implica:
- Formación accesible y permanente en clave comunitaria.
- Medidas mínimas de protección incluso en tareas voluntarias, informales o espontáneas.
- Corresponsabilidad institucional: los ayuntamientos, cuadrillas y colectivos no pueden mirar hacia otro lado cuando se improvisan arreglos sin garantías.
- Planificación y previsión, para que la buena voluntad no desemboque en desgracia.
Quienes estamos en Pastoral Obrera o en la prevención de riesgos compartimos esta mirada: el trabajo –incluso el invisible, el informal, el que se hace por amor al pueblo– ha de dignificar sin poner en peligro.
Como decía Guillermo Rovirosa: “La grandeza de los hijos de Dios consiste en saberse servidores de los innumerables auténticos hijos de Dios que pueblan la tierra”.
Servidores, sí, pero con dignidad, con seguridad, con comunidad.
Pachín, y tantos como él, nos enseñan lo que significa amar al pueblo con las manos, con el ingenio, con la urgencia de quien no espera a que otros vengan a solucionar. Hoy le damos las gracias. Y al mismo tiempo, le decimos gracias cuidándote, cuidándonos. La prevención no es un freno: es Evangelio del cuidado. Es decir: es amor concreto al prójimo.
Oración por Pachín y por el cuidado
Señor de manos encallecidas,
que conoces el sudor del que sirve sin horario,
bendice a los Pachines del mundo,
que corren al problema sin esperar el parte.
Dales corazón generoso y ojos prevenidos,
manos ágiles… y seguridad en cada gesto.
Que el amor al pueblo no arriesgue la vida,
que la urgencia no quite la prudencia.
Haznos comunidad que cuida,
formada, prevenida, despierta.
Que sepamos que la caridad
también se escribe con arnés, señales y guantes.
Porque toda vida es sagrada,
y tu Evangelio empieza por protegerla.
Amén.

Consiliario de la HOAC de Bilbao