Organizaciones católicas exigen cancelar la deuda climática para permitir una transición justa

Organizaciones católicas exigen cancelar la deuda climática para permitir una transición justa
Organizaciones católicas de justicia social han alzado la voz en las sesiones preparatorias de la COP30 para exigir el alivio inmediato de la deuda externa de los países más vulnerables, como condición indispensable para avanzar hacia una transición ecológica justa y efectiva.

La red internacional Cooperación Internacional de Desarrollo y Solidaridad CIDSE —en la que participa Manos Unidas y Justicia y Paz de España— ha presentado, en Bonn, donde se celebran los debates previos a la cumbre del clima prevista para noviembre en Brasil, el informe Financiación climática en el Año Jubilar, como una llamada a reformar el sistema financiero global y adoptar un compromiso real con la justicia climática.

“Los países ricos tienen la responsabilidad y la obligación de apoyar a los países pobres y vulnerables para que aborden eficazmente el cambio climático”, ha señalado la portavoz de esta coordinadora de organizaciones católicas, Lidya Machaka.

La coordinadora de ONG de desarrollo y solidaridad de inspiración cristiana advierte que la deuda impide a muchos países pobres adaptarse al cambio climático y proteger a sus poblaciones.

Solo en 2021, los países más pobres gastaron más de cinco veces más en pagos de la deuda externa que en adaptación, mientras que casi la mitad de la humanidad vive en países que gastan menos en educación o sanidad que en intereses de la deuda.

Los gobiernos de estos países más expuestos al calentamiento global afrontan el objetivo de eliminar gradualmente la extracción de combustibles fósiles teniendo que invertir grandes sumas de dinero en paneles solares y medidas contra las inundaciones. Pero la ayuda oficial al desarrollo de Estados Unidos y la Unión Europea está cada vez más en entredicho.

“Ninguna nación debería tener que elegir entre servir a su gente y pagar sus deudas”

El representante de Cáritas Zambia y coautor del informe, Edmond Kangamungazi, entiende que “ninguna nación debería tener que elegir entre servir a su gente y pagar sus deudas. Que este sea el año en que rompamos las cadenas, donde el perdón se convierta en política, no solo en oración. Cancelemos las deudas. Restablezcamos la justicia. Reconstruyamos la esperanza”.

El estudio pone de manifiesto que, sin acciones audaces e inmediatas, las naciones más vulnerables del mundo permanecerán atrapadas en un círculo vicioso de deuda y fragilidad ante los cambios que está experimentado el clima, socavando así tanto la justicia como la supervivencia.

Defender la esperanza en un mundo en conflicto

El llamamiento está respaldado por más de 80 líderes y organizaciones religiosas, movidos por su fe y convertidos en este año jubilar de la iglesia católica en peregrinos de esperanza, precisamente en un contexto internacional macado por la creciente conflictividad bélica, la inestabilidad económica y la reducción de los presupuestos de ayuda al desarrollo.

A las dificultades, las entidades católicas añaden la pérdida del papa Francisco que asumió un liderazgo clave contra el calentamiento global y a favor del desarrollo integral compartido.

La responsable de política climática de CAFOD de Inglaterra, Liz Cronin, que ha colaboradora en la investigación reconoce que “al reflexionar sobre la vida y el legado del papa Francisco, recordamos que son sus contundentes intervenciones sobre la crisis climática y la deuda internacional las que fundamentan nuestro trabajo”.

Ante las dificultades a las que se enfrentan las negociaciones, las organizaciones católicas se remiten a este Año Jubilar como poderoso símbolo de esperanza y renovación y demandan a quienes ostenta las responsabilidades públicas que asuman los desafíos con altura de miras especialmente en la COP30 que se llevará a cabo en Brasil.

La portavoz de CIDSE, Lydia Machaka, señala que la vivencia de este año jubilar supone “una oportunidad para liderar un despertar y una revolución espiritual que nos ayude a comprender el momento crítico en el que nos encontramos y a reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones al redefinir nuestro propósito”.

El reto de compartir la prosperidad

Además, apunta que “en los últimos años, hemos visto que hay más dinero disponible” por lo que afirma rotundamente que “el reto ahora es compartirlo por el bien común”.

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El informe presentado afirma que, sin una financiación adecuada basada en subvenciones para pérdidas y daños y adaptación, los países del África subsahariana tendrán que endeudarse en casi un billón de dólares para 2032. Después de todo, la mayor parte (69,4%) de la financiación climática se concede en forma de préstamos,
con intereses.

“Debemos revisar nuestros modelos económicos, que crean y exacerban las desigualdades, y dar un significado más amplio a la palabra «progreso». Juntos, debemos trabajar para romper el círculo vicioso de la deuda ecológica y financiera”, afirma Machaka.

Los cálculos para afrontar la financiación de las políticas y medidas de adaptación rondan al menos los 1,3 billones. Sin embargo, la COP29 acabó con un acuerdo financiero claramente “insuficiente” de 300.000 millones de dólares anuales para 2035 y sin garantizar que no contribuirá a aumentar la deuda externa.

Solo el 6,7% de las transferencias de los bancos de desarrollo en 2023 fueron subvenciones sin intereses

Los bancos multilaterales de desarrollo juegan en este aspecto un papel clave aunque en su inmensa mayoría proporcionan financiación climática en forma de préstamos, sólo el 6,7% de sus transferencias en 2023 fueron subvenciones.

Liz Cronin, CAFOD de Francia, detalla que “en este Año Jubilar, los responsables de la toma de decisiones se reunirán en Bonn para debatir la Hoja de Ruta de Bakú a Belém para alcanzar los 1,3 billones de dólares, un proceso importante que la comunidad internacional debe aprovechar al máximo».

“Los países deben garantizar que el vínculo entre estas crisis se valore plenamente en la arquitectura global de financiación climática, que actualmente otorga la gran mayoría de su financiación en forma de préstamos que agravan la deuda, no de subvenciones”, matiza.

Por su parte, el representante de Cáritas Zambia, Edmond Kangamungazi, aclara que “en este Año Jubilar, hablamos no solo como zambianos, sino como parte de una familia global encadenada por la deuda y abrasada por el fuego de la injusticia climática”.

La deuda, una losa para la transición

El presidente de la República Federal de Nigeria, en un artículo, decía que “África está atrapada en una red de vulnerabilidad climática y deuda insostenible” y detallaba que, de las 20 naciones más amenazadas por la crisis climática, 17 se encuentran en este continente, donde la mitad de sus países atraviesan una situación de sobreendeudamiento o están al borde de la crisis.

Frente a lo que puede pensarse, la deuda total de todos los gobiernos africanos es inferior a dos tercios de la de Alemania. Sin embargo, “la mayor parte de la deuda africana está denominada en dólares estadounidenses”. Cada aumento de las tasas de interés y adquisición de bonos del Tesoro estadounidense con capital de estos países, el dólar se fortalece y aumenta la carga de los intereses de la deuda.

“África hizo poco para causar la crisis climática, pero la trampa deuda-clima ha dejado a muchas de sus naciones ante una trágica elección: evitar los reembolsos para financiar la adaptación a los shocks climáticos y correr el riesgo de caer en cesación de pagos (un purgatorio financiero donde los indicadores de desarrollo se desploman); o cumplir con las obligaciones y comprometer la resiliencia, consolidando así la vulnerabilidad a eventos climáticos que destrocen el desarrollo”.

La arquitectura financiera internacional sigue privilegiando los intereses de las élites de los países más prósperos y obligando a los países del Sur a convertir en divisas extranjeras sus yacimientos de combustibles fósiles para responder a las demandas de las economías más prósperas todavía grandes dependientes del carbono.