Tres procesos sin vuelta atrás: el legado vivo de Francisco

Tres procesos sin vuelta atrás: el legado vivo de Francisco

Como esto siga así, voy a tener que ir a terapia; debo de ser de los pocos que no tienen una foto con el difunto papa Francisco, ¡ni una! Y no conozco ni he conocido a León XIV. Lamentable por mi parte, intentaré enmendarme, con Francisco ya no. Lo siento.

Sin embargo estoy convencido de que Francisco está en continuidad con la tradición de la Iglesia y León XIV con Francisco, al menos eso es lo que dijo en su intervención del pasado 9 de mayo ante el Colegio Cardenalicio, cuando alabó la enseñanza magistral de su predecesor y expresó la necesidad de continuar con la implementación del Concilio Vaticano II.

Tres son a mi juicio los procesos que inició Francisco y que no tienen marcha atrás como ha quedado manifiesto con la elección, dicen que contundente, del papa actual.

El cuidado de la casa común

No ha sido el primer pontífice que trata el tema de la ecología, pero sí el que lo ha hecho de manera más profunda y coherente en el conjunto de su magisterio.

La ecología integral o humana no puede ser considerada una cuestión secundaria o tangencial, tiene que ver con el plan de Dios y con la dignidad del ser humano.

El papel de la mujer en la Iglesia

En realidad, lo que ha hecho ha sido situar al mismo nivel de derechos y obligaciones a los laicos y las laicas. Comenzó admitiendo mujeres a los ministerios (lectorado y acolitado), hasta hace pocos años reservados solo a los varones, supongo que triste herencia de cuando eran “órdenes menores”.

Francisco alcanzó a nombrar a dos religiosas para responsabilidades que siempre ejercían obispos con el rango de cardenales. ¿Hasta dónde habría llegado? Algunos podrán soñar… otros tendrán pesadillas.

Separar el “gobierno” del sacramento del orden, más aún vincularlo al sacramento del bautismo tampoco es una novedad, ya se estaba haciendo en la iglesia. Sigue leyendo e intentaré explicarlo.

Discípulos misioneros.

Desde La alegría del Evangelio este tema ha sido una constante de la enseñanza de Francisco, aunque expresado de diversas maneras: desde la conversión misionera hasta el hagan lío de Río de Janeiro, pasando por iglesia en salida, iglesia hospital de campaña, etc.

Mucho me temo que en no pocas ocasiones nos hemos conformado con una visión restrictiva o cortoplacista, pensando que armar lío era salir a la calle cantando o poniendo una carpa, a modo de centro médico avanzado.

Iglesia misionera va mucho más allá, pasa por una iglesia despojada de privilegios, pobre y para los pobres, donde haya menos “institución” y más evangelio y creatividad; menos autorreferencial y más presente en la sociedad; menos impactada y más convertida…

Sin embargo, estos dos procesos iniciados por Francisco están, necesariamente, empapados de dos principios que dan sentido y unidad a todo y que vienen “de toda la vida”: la sinodalidad y el cristocentrismo.

Para saber y hablar de sinodalidad hay leerse el documento de la Comisión Teológica Internacional, así como el Documento final del sínodo. Pero desde luego, va más allá de un simple “caminar juntos”. Tiene que ver con una forma de gobernar la Iglesia, de la toma de decisiones y de la dignidad de todo bautizado en el seno de la iglesia.

Según Nathalie Becquart, religiosa de la Congregación de Xavières, nombrada una de las subsecretarias del sínodo de obispos desde 2021, un sínodo es una asamblea de cristianos, habitualmente obispos, que se reúnen cuando tienen necesidad de reflexionar sobre un problema determinado de la vida de la Iglesia, o de la doctrina; es un tiempo de escucha recíproca, de discusión, de plegaria y de discernimiento en común para encontrar una solución común.

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Sínodo viene del latín sinodus y del griego synodos, que significa «reunión, asamblea»; lo mismo que consilium, de donde viene la palabra «concilio»: de hecho, en los albores de la Iglesia, «sínodo» y «concilio» eran sinónimos… Los sínodos no son una cosa reciente; vienen de muy atrás, del cristianismo primitivo: el primer sínodo, o concilio, figura en el capítulo quince de los Hechos de los Apóstoles. Ahí se cuenta que hubo un gran conflicto en la comunidad cristiana primitiva y que se resolvió mediante un sínodo: una asamblea que mezcla el diálogo y la plegaria. Ése fue el primer sínodo. De esta manera se han solucionado los problemas durante los primeros siglos en la Iglesia.

El sínodo de la sinodalidad busca crear una comunión más intensa entre todos los católicos, una participación más estrecha en los asuntos de la Iglesia, una comunidad más fuerte y unida. A eso es a lo que llaman sinodalidad: a pasar del yo al nosotros. Las decisiones ya no las toma solo el papa, sino que todos participamos en ellas. Ese es el estilo sinodal. Y este es el sínodo de la sinodalidad.

La Iglesia no está al servicio de sí misma, sino de la sociedad y, si quiere seguir proclamando el Evangelio, debe abrirse a todos los católicos, convertirlos en protagonistas de la misión común de ayudar a todo el mundo. La Iglesia busca la fraternidad universal.

Y para llevar a cabo esa búsqueda de una manera eficaz, acorde con el mundo de hoy, debemos tener un estilo sinodal: eso significa que la Iglesia no es una pirámide, no es vertical, con el papa en la cima y los fieles abajo, con los pastores en un papel activo y los fieles en uno pasivo… Se busca una Iglesia más horizontal, creemos que el Espíritu Santo habita en todos, que todos tenemos que participar en un proyecto que es de todos, y que todos tenemos algo que aportar.

Estoy convencido de que este es el gran legado del papa Francisco y por eso, cuando leo artículos sobre el pontificado de Francisco que no hablan de sinodalidad, pienso que el autor no se ha enterado de nada o casi nada.

El otro gran principio ha sido poner, una vez más, a Cristo en el centro de la vida cristiana. Comprendo que es una perogrullada, pero retomar una y otra vez, subrayar lo que parece evidente es quizás hoy más necesario que nunca.

No estoy diciendo que los antecesores de Francisco no tuvieran y pensaran en poner a Cristo en el centro; digo que toda la enseñanza del papa argentino debe interpretarse desde este principio. Me llama la atención que hayamos sido capaces de crear un cristianismo sin Cristo, sin referencia a Él.

Pidamos a Dios por el papa Francisco, por su eterno descanso, porque vaya pronto al cielo, si es que no está ya allí; y pidamos por León XIV, por su vida y su ministerio eclesial en fidelidad a Dios, a la Iglesia y a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.