“Ríe el reino con rostro de madre”

Oración desde Guillermo Rovirosa, la Palabra y la dignidad obrera. Hechos 5:27-41; Salmo 29; Apocalipsis 5:11-14; Juan 21:1-14
Y en este día cargado de humanidad y ternura:
- Día Mundial de la Risa,
- Día de la Madre,
- Día Internacional del Bombero,
resuena también la voz cercana y luminosa del papa Francisco:
“El sentido del humor es una gracia que te ayuda a vivir con alegría. El cristiano sin alegría no funciona. La ternura de una madre nos enseña a cuidar con firmeza, con valentía, con dulzura”.
Señor del alba y del asombro,
que preparas desayuno en la orilla
para apóstoles cansados de redes vacías,
entra hoy en nuestra historia
con el fuego de los bomberos,
con la risa de los que sueñan,
con la ternura de las madres que no se rinden.
Guillermo Rovirosa,
hermano obrero y profeta,
tú que no supiste callar la injusticia,
pero sí supiste sonreír con Evangelio entre los dientes,
enséñanos a ser testigos sin cara larga,
místicos con callos,
santos con buen humor.
Hoy, los apóstoles salieron del juicio “contentos”.
No por masoquismo,
sino porque sabían que el reino merece cada golpe,
cada burla,
cada noche sin respuesta.
El salmo canta:
“Cambiaste mi luto en danza, me ceñiste de alegría”.
Y lo creemos.
Porque el Evangelio no solo salva,
sino que contagia carcajadas profundas,
las que brotan del alma que ya no tiene miedo.
Hoy es el día de la risa,
de la madre,
del bombero que entra donde nadie más se atreve.
Y todos esos rostros te revelan, Señor.
Porque Tú también reíste con los tuyos,
lloraste con Marta,
y llamaste “madre” a la que creyó antes que nadie.
Francisco nos lo dijo con sabiduría de pastor:
“Sueñen. Pero sueñen con rostro de madre, con ternura firme. Rían. Porque el humor es humildad que se sabe frágil, pero no se amarga”.
Jesús,
Tú que rompiste el silencio con pan compartido,
que sanaste con presencia
y reíste con los que no contaban,
enséñanos a ser Iglesia que celebra,
movimiento que canta,
profecía que abraza.
Guillermo Rovirosa,
enséñanos a defender la vida
con el mismo fuego que mueve al bombero,
con la misma ternura que besa una madre,
con la misma risa que resiste al sistema.
Y cuando no sepamos qué hacer,
cuando el dolor sea más fuerte que las palabras,
acuérdanos del pan sobre las brasas,
del fuego encendido al amanecer,
de un Resucitado que no da discursos,
sino que se sienta a compartir.
Amén.

Consiliario de la HOAC de Bilbao