León XIV ¿será un “Francisco 2.0”?

León XIV ¿será un “Francisco 2.0”?

León XIV, ¿va a ser una versión mejorada de Francisco? ¿Va a propiciar la relación con el Dios de la Vida, cuidando su presencia, aguijoneante –en los calvarios contemporáneos y en los crucificados de nuestros días– y, a la vez, estimulante, gracias al testimonio de tantos samaritanos, personas e instituciones que están con ellos y a su lado? O, por el contrario, ¿va a dejar que el legado de Francisco se disuelva poco a poco?

La verdad es que –me comenta una buena amiga– habrá personas a las que les hayan entrado un montón de dudas, habida cuenta de que León XIV es estadounidense, como también lo es el presidente Trump. Es muy probable –le he comentado– que estas personas desconozcan que el nuevo Papa, ha sido muy crítico con la salvaje política migratoria del presidente estadounidense. Lo ha sido, por ejemplo, cuando ha comparado, en un mensaje de X, la pasión de Cristo con el sufrimiento de los migrantes y refugiados bajo el actual gobierno de Estados Unidos. Y lo ha vuelto a ser en otro en el que se ha desmarcado del vicepresidente en estos términos: “JD Vance se equivoca. Jesús no nos pide que clasifiquemos nuestro amor hacia los demás”, empezando a practicarlo con los más cercanos, sino con los más necesitados. Creo, he proseguido, que tampoco se puede desconocer que se ha pasado una parte de su vida siendo cura y obispo en Perú (por eso tiene también la nacionalidad peruana), además de haber recorrido –como superior de los agustinos– una buena parte del mundo, incluido el País Vasco.

Me ha encantado –ha seguido comentando esta persona– su llamamiento a la paz y su grito de esperanza (“¡Dios te ama y el mal no prevalecerá!”), así como su voluntad –y supongo que línea mayor de su programa como Papa– de tender puentes y dialogar. En general, me ha sonado bien la plena sintonía que he creído percibir en sus palabras con la música de fondo del pontificado del papa Francisco, en particular cuando ha expresado su voluntad de caminar con el “pueblo fiel de Dios” y seguir propiciando una Iglesia abierta a todas las personas.

No me ha gustado tanto, ha proseguido, la referencia –citando a san Agustín– a que “con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo”. Me ha parecido que marcaba unas distancias innecesarias en ese momento. Bueno, le he comentado, es posible. A mí tampoco me ha entusiasmado mucho. Quizá, podría haber completado tal máxima con esta otra, también de san Agustín: el obispo ha de cuidar la unidad en lo fundamental, la libertad en lo opinable y siempre –y en todo momento– la caridad. Así entendido y vivido, le he dicho, no me parece mal la autoridad, sea papal, episcopal, sacerdotal o de cualquier otro tipo.

Pero el diálogo que hemos mantenido no se ha quedado en estos dos puntos. Esta personas ha proseguido, –al hacerse eco de un detalle estético muy comentado en algunos medios y círculos– mostrando su desagrado por la recuperación de las vestimentas distintivas del papado: Francisco –ha indicado– no se las puso en semejante ocasión. Es más –ha insistido– según cuentan, el papa Bergoglio se dirigió a la persona que le instaba a que se las vistiera diciéndole que se las pusiera él; toda una señal de la libertad con que siempre procedió. Tales vestimentas papales –más allá de la cruz pectoral– son la muceta roja con ribetes blancos sobre los hombros –signo de la autoridad papal– y la estola con los cuatro evangelistas, signo del compromiso para anunciar el evangelio.

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La verdad, he proseguido por mi parte, es algo que tampoco me ha gustado. Creo que se lo podría haber ahorrado. Pero tengo la impresión de que es un detalle que permite apreciar la entrada en escena de un Papa que, sin dejar de sintonizar con lo mejor del pontificado del papa Bergoglio, va a marcar –como debe ser– perfil propio. De ahí que me pregunte si me encuentro delante de un León XIV que pueda ser reconocido –pasado un tiempo– como un “Francisco 2.0” que mejora a su predecesor o –porque trata de estabilizar algo de lo mucho abierto y andado por el Papa argentino– acabe siendo un 2.0 mejorado, pero menos poco a poco…

Creo –hemos finalizado el diálogo– que no tardaremos mucho en empezar a verlo. Él es un canonista, además de matemático. En general, los canonistas no suelen tener –con bastante frecuencia, injustamente– buena fama, al menos, en el mundo eclesial: se les tiene por más atados a la ley y a la letra que a su espíritu y poco atentos a la libertad creadora. Pero el papa Prevost –he recordado– ha sostenido, antes de ahora, que no podemos apartarnos de las leyes y de los documentos. Y también ha dicho que tales documentos y leyes son siempre limitados y, por lo general, efímeros, porque la realidad se encuentra en permanente transformación.

A mí este criterio –si procede en conformidad con él– me parece de recibo y propio de un Papa con voluntad de prolongar creativamente la herencia de Francisco y de poder ser reconocido como un 2.0. Tiempo al tiempo.