León XIV prioriza defender “la dignidad humana, la justicia y el trabajo” ante la revolución industrial y digital

León XIV prioriza defender “la dignidad humana, la justicia y el trabajo” ante la revolución industrial y digital
El nuevo papa coloca la cuestión social en el centro de su pontificado y actualiza el legado de León XIII. Retoma el camino pastoral y sinodal impulsado por Francisco e inicia su ministerio con una propuesta clara: una Iglesia fiel al Evangelio del trabajo, abierta al mundo, atenta a los descartados y guiada por el Espíritu

“La defensa de la dignidad humana, de la justicia y del trabajo” ha sido la prioridad central del primer discurso de León XIV ante el Colegio Cardenalicio este sábado. El nuevo pontífice ha querido dejar clara su hoja de ruta, inspirada en el magisterio social de la Iglesia y atenta a los retos emergentes de la tecnología y la exclusión, en una intervención que marca a las claras el carácter social, pastoral y contemporáneo de su pontificado.

El nombre de un programa

Lejos de elegir un nombre simbólico o neutral, el nuevo papa explicó con toda claridad por qué se llama León XIV: “Precisamente, al sentirme llamado a proseguir este camino, pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo.”

Con esta afirmación, el papa León XIV enlaza su ministerio con una tradición viva y dinámica de compromiso cristiano con la justicia social, especialmente en momentos de transformación profunda en este cambio de época. Como hiciera León XIII frente a los abusos del industrialismo del siglo XIX, el nuevo papa se propone ofrecer criterios evangélicos ante el avance de la automatización, la precariedad y las nuevas formas de descarte.

Continuidad con Francisco y el Vaticano II

León XIV situó su pontificado en clara continuidad con el camino pastoral, sinodal y misionero de Francisco, a quien citó como ejemplo de “sobria esencialidad de vida” y total dedicación al servicio. Reivindicó el contenido de Evangelii gaudium –programa pontificio del papa Francisco– como síntesis actualizada del Concilio Vaticano II en clave contemporánea. Destacó seis pilares: el regreso al primado de Cristo en el anuncio; la conversión misionera de toda la comunidad cristiana; el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad; la atención al sensus fidei –sentido de la fe guiado por el Espíritu santo–, especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular; el cuidado de los débiles y descartados; el diálogo con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades.

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El papa León XIV se presenta como heredero de una Iglesia en salida, pobre con los pobres y comprometida con el destino de la humanidad. En línea con Francisco, entiende que el trabajo no es solo una cuestión económica, sino un principio teológico, ético y cultural. “Recojamos esta valiosa herencia y retomemos el camino”, expresó ante los cardenales.

Una Iglesia fraterna, sinodal y al servicio

El discurso tuvo como destinatario al Colegio Cardenalicio, elección significativa por su carga eclesiológica. “A nosotros nos toca ser dóciles oyentes de su voz y ministros fieles de sus designios de salvación”, afirmó. Al dirigirse a sus hermanos cardenales, León XIV se presentó como pastor entre pastores, convencido de que la Iglesia debe caminar unida en comunión y corresponsabilidad. “Este es el encuentro importante, que no hay que perder, y hacia el cual hay que educar y acompañar a todo el santo Pueblo de Dios que nos ha sido confiado”, subrayó.

Cerró su intervención con una cita de san Pablo VI que resume el espíritu de su pontificado que comienza y que les propuso también a los cardenales: “Que sobre el mundo entero pase una gran llama de fe y de amor que ilumine a todos los hombres de buena voluntad, allanando los caminos de la colaboración recíproca y que atraiga sobre la humanidad, la abundancia de la benevolencia divina, la fuerza misma de Dios, sin cuya ayuda nada vale ni nada es santo”, concluyó.