Silvia Martínez Cano: “Uno de los signos de los tiempos del siglo XXI sigue siendo el tema de las mujeres”

La teóloga Silvia Martínez Cano será la encargada de impartir la cuarta sesión, este 8 de abril, a las 19:00 h, sobre la “Relectura feminista del mito de Eva”, en la III edición de la Escuela de Teología Feminista Popular, en la que tratará de desmontar la interpretaciones tradicionales del relato bíblico para abrir caminos hacia una comprensión más justa, inclusiva y liberadora de las mujeres.
¿Qué método, qué actitudes y qué claves nos ayudan a releer los mitos bíblicos?
Tan solo en el Pentateuco tenemos doce narraciones míticas. El género nos pide que utilicemos la imaginación y la razón a la vez. Son mitos que buscan conocer el sentido profundo de la realidad, qué sentido tiene nuestra vida, etc. No podemos hacer una lectura literal de los mitos de los orígenes en la Biblia. Otro elemento que puede ayudar a comprenderlos es conocer el contexto. Si sé el contexto en el que fueron escritos, puedo distinguir los mitos y me dará pistas para poder interpretarlos y utilizar la imaginación y la razón en ellos.
¿Cómo se ha ido interpretando a la largo de la historia el mito de Eva y qué razones sostenían cada versión?
El mito de Eva está, sobre todo, en el primer relato de la Creación, en el capítulo segundo y tercero del Génesis, y se ha utilizado a lo largo de la historia para justificar las diferencias entre hombres y mujeres. Es un relato que busca la diferenciación y no la jerarquía. Es decir, diferenciar entre la Creación y Dios, entre la naturaleza y el ser humano, entre hombre y mujer, porque esa diferencia sexual es la contextualidad del ser humano. Eso no significa que la diferencia marque una superioridad y una inferioridad. Simplemente, hay una realidad que nos hace diferentes. Utilizar el mito para presuponer o hacer juicios de valor sobre quién es mejor o peor sería un acercamiento erróneo al texto.
¿Qué consecuencias ha tenido una interpretación machista de este mito?
A lo largo de la historia, se han leído los textos de los orígenes en culturas que ya de por sí consideraban que lo masculino era superior, ya que los interpretaban desde su propia mentalidad. Los texto están escritos, por hombres, y por lo tanto, ya hay una presunción de cierta superioridad. Sin embargo, hay una segunda lectura, una interpretación posterior, que es una interpretación también machista, en beneficio del que los lee y los interpreta.
En consecuencia, la lectura de Eva la ha erigido como una figura sospechosa, pecadora, que justifica que se tenga que dudar de las mujeres. Por un proceso de absolutización y reducción de todo el colectivo de mujeres a una sola figura, nos encontramos que todas somos sospechosas y pecadoras. La forma de dominar esa desconfianza es a través del control del cuerpo y la vida de las mujeres, para que no incurran en pecado y esto no lo hacen las mismas mujeres, sino que lo tienen que ejercer los hombres, que están en una posición superior. Esto ha justificado las diferencias en la Iglesia, pero también en la cultura y en las sociedades.
“No se puede juzgar la mentalidad del momento en el que se escriben los textos como la nuestra”
¿Cómo lidiamos con las interpretaciones en conflicto y cómo podemos defender cuál es la más adecuada?
La clave es hacer una buena relectura de los textos. Cuando uno lee el texto bíblico, tiene que ponerse en dos situaciones. Primero, la contextualidad de cuándo se escribió y para quién se escribió; y segundo, para quién está dirigido y cómo se puede interpretar en nuestra realidad, que es muy diferente al 1800 a. C., y luego, redactar en torno al año 1000. Estamos hablando de contextos neolíticos. Por lo tanto, no se puede juzgar la mentalidad de ese momento como la nuestra y hay que admitir que emerge en el texto una cierta desigualdad entre personas, porque no existían los derechos humanos.
Por otro lado, el texto es positivo. Lo que busca Genésis 1 en el texto sacerdotal es señalar la igualdad, explicar por qué somos iguales, mientras que en Génesis 2 y 3 vemos cómo señala la importancia de la diferencia o la explicación de por qué somos diferentes. Esa igualdad es algo novedoso en el tiempo en el que se escribió, no estaba en la cultura de las sociedades que rodean a Israel. Por lo tanto, decir que hombre y mujer están en la misma situación ante Dios, que hombre y mujer los creó y que ambos tienen la misma responsabilidad de cuidar y poblar la tierra es, desde esa perspectiva, algo bastante positivo. Esto no quiere decir que, al trasladarlo a hoy, tengamos que seguir desarrollando la misma igualdad y la misma diferencia, ya que nuestro contexto ha cambiado sustancialmente.
¿Cómo se relaciona la teología feminista con otros movimientos sociales, como el feminismo o la justicia social?
La teología feminista se sitúa en la frontera entre la reflexión feminista y la teológica. Busca utilizar algunas metodologías tanto sociales como teológicas para desarrollarse y reflexionar sobre la experiencia de la fe. Esta experiencia parte de las vivencias de las mujeres, de la vida, de las esperanzas y los sufrimientos, de las ideas y los cuerpos de las mujeres para reflexionar sobre qué papel tiene todo esto en su experiencia sobre Dios. Evidentemente, lo que sucede a las mujeres es algo fundamental en esta reflexión y eso el feminismo lo profundiza con especial interés. Por lo tanto, la relación con los feminismos en general es muy estrecha.
Por otro lado, cuando hablamos de mujeres, estamos hablando constantemente de justicia social, puesto que las diferencias entre hombres y mujeres en la sociedad y en la Iglesia son patentes y todavía reclaman la igualdad y la equidad.
Hay una empatía bastante grande con otro tipo de colectivos que reivindican determinadas situaciones de injusticia, porque, en muchas ocasiones, estos colectivos también están formados mayoritariamente por mujeres, que están en una doble dimensión de discriminación. Esto es lo que se llama interseccionalidad: las mujeres están en el cruce de muchas dimensiones que reivindican una igualdad y una equidad.
“La metodología feminista es un beneficio para la teología, porque la hace más fresca, más viva y con una mirada más amplia”
¿Qué desafíos y oportunidades ve en la intersección entre la teología y el género en la actualidad?
Creo que la metodología feminista ayuda mucho a la reflexión teológica, recupera sujetos de reflexión y lugares teológicos donde se muestra el rostro de Dios. Esto es un beneficio para la teología, porque la hace más fresca, más viva y con una mirada más amplia.
Por otro lado, la teología feminista es una teología fronteriza, no está muy presente en los estudios teológicos, no se estudia en ninguna facultad de Teología como tal no se acercan seminarios, ni está presente en partes del currículo. Esto significa que, después de cuarenta o casi cincuenta años de recorrido, es una teología casi invisible y es difícil que se introduzca una reflexión seria en la academia.
¿Qué valoración haces de las conclusiones sobre el tema de las mujeres en el sínodo?
La presencia de muchos temas que tienen que ver con las mujeres ha sido un acontecimiento positivo. Los documentos del sínodo constantemente nombran a las mujeres. Por lo tanto, algo que estaba en el sensus fidei de los creyentes y en las conversaciones cotidianas de la comunidad cristiana aparece en los documentos, y esto siempre es una buena noticia.
Sin embargo, estamos todavía demasiado cerca para saber verdaderamente qué repercusión va a tener este sínodo. Estamos en un momento delicado, posiblemente de tránsito en el gobierno de la Iglesia, y esto nos supone una indeterminación en la forma en que se van a desarrollar las propuestas del sínodo. Una vez nombradas, se pueden bloquear, pero es difícil evitar que esto se siga desarrollando poco a poco. Si verdaderamente aplicamos las propuestas sinodales, entonces la presencia y participación de las mujeres, su voz y su voto, va a ser mayor. Las conclusiones del sínodo y los posibles desarrollos que derivan de ellas se harán contando con las mujeres.
¿Qué mensaje darías para las mujeres y los hombres que buscan una Iglesia más inclusiva y justa?
Cada uno debe buscar su lugar en la Iglesia para mejorar esta comunidad. Desde la perspectiva feminista, el trabajo conjunto de hombres y mujeres y la solidaridad entre ellos es fundamental para que se den cambios equitativos verdaderamente efectivos en la Iglesia. Trabajar en esta línea es lo mejor para una persona con sensibilidad hacia la justicia. En este sentido, uno de los signos de los tiempos del siglo XXI sigue siendo el tema de las mujeres, que tienen mucho que decir para caminar hacia una Iglesia más santa. Muchos de los temas que están surgiendo como temas principales en la Iglesia, como el cuidado, la vulnerabilidad, el cuerpo o lo ecológico, ya han sido trabajados por las mujeres previamente, tienen una experiencia que es necesario escuchar. Por lo tanto, es necesario que se escuche a las mujeres en sus comunidades, que las lean y se tenga en cuenta lo que tienen que decir por sabiduría y por experiencia.

Militante de la HOAC de Burgos