Epitafio a Francisco

Epitafio a Francisco

Escapé del oropel
y abracé la pobreza.
Rechacé la corte
y caminé con el pueblo.
No fui devorado por las fieras,
pero sí herido por las resistencias.
Viví entre cardenales,
amé a los descartados.
Fui libre con miedo,
pastor con polvo,
peregrino con sandalias viejas.
Y aún así,
la misericordia me sostuvo.

Contra la tentación del poder

No os dejéis seducir
por los cantos de la neutralidad.
No hay neutralidad en la cruz,
ni imparcialidad ante la injusticia.
El Reino no espera a mañana:
se construye hoy,
en los barrios,
en las periferias,
en las fábricas y en los andenes.
No os dejéis engañar
con una Iglesia encerrada,
con un mundo sin alma.
El Evangelio es pan compartido,
trabajo digno,
justicia que abraza.
La vida es lo más grande,
y se pierde
cuando se guarda.

Quise ir con Aquel a quien amo

Quise ir con Aquel a quien amo.
No pregunté si convenía.
No calculé el precio.
No esperé la aprobación.
Fui con Jesús,
a los márgenes,
a los heridos,
a los últimos.
Fui con Aquel que me llamó en Buenos Aires,
que me envió a Roma,
que me esperó en cada pobre,
y me recibió esta mañana.

Y en el eco de mi adiós
hablan las mujeres que se alzaron por justicia,
las que quisieron mesa, palabra y voz.
Hablan quienes luchan por lo digno:
Maru, Yolanda, Unai, Álvarez…
nombro vuestra fe sin sotana.
Habla mi pueblo en Argentina,
movimiento popular sembrado de esperanza.
—No me lloréis mucho—
la ternura sigue organizando la vida.
¿Podría fírmalo Francisco?