El papa Francisco denuncia estructuras de exclusión y llama a “recoser la fraternidad”

El papa Francisco denuncia estructuras de exclusión y llama a “recoser la fraternidad”
El papa Francisco denuncia, en el Vía Crucis, la lógica que descarta a los débiles, llama a la responsabilidad social y propone recoser la fraternidad. Las meditaciones, escritas por él mismo, recorren el sufrimiento humano con palabras de compasión, denuncia social y esperanza. Cada estación es una llamada al compromiso

“La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días”, afirma el papa Francisco al inicio de las meditaciones del Vía Crucis de este Viernes Santo. A través de 14 estaciones con referencias al Evangelio y a la vida concreta, el Papa llama a interrumpir la indiferencia estructural de nuestras sociedades. “Podemos identificarnos con tu camino e intuir que es mejor cambiar de dirección”, plantea en la Introducción.

La condena de Jesús es leída por Francisco como metáfora de una sociedad donde muchos, aunque saben lo que es justo, callan o se lavan las manos. “Prisioneros de roles de los que no hemos querido salir”, afirma el Papa, “nos preocupan las molestias de un cambio de dirección”. Pero Jesús, incluso en su juicio injusto, permanece como presencia silenciosa que interpela: “Tú no te lavas las manos. Sigues amando, en silencio”.

En la II estación, donde Jesús carga la cruz, Francisco pone el foco en el vínculo entre cruz y compromiso. “El camino de tu cruz no es sólo en subida; es tu abajamiento hacia aquellos que has amado (…) una respuesta, es asumir una responsabilidad”.

En un mundo donde muchos evaden lo que les corresponde, el Papa invita a asumir con madurez el cuidado del otro, y advierte contra una espiritualidad evasiva: “Sería suficiente con no escapar y permanecer junto a aquellos que nos has dado, en los contextos donde nos has puesto”.

Crítica al modelo económico dominante: “Una economía que mata”

En la VII estación, al meditar la segunda caída de Jesús, Francisco articula una crítica directa a las lógicas que descartan a los frágiles: “Deshumana es la economía en la que noventa y nueve valen más que uno. Sin embargo, hemos construido un mundo que funciona de ese modo”. Frente a la frialdad de los algoritmos y la lógica del rendimiento, el Papa opone la ternura del pastor que carga con la oveja perdida. “Tu camino, Jesús, es un cambio de ruta y un cambio de paso”.

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Esta denuncia no es aislada. En la III estación, había señalado: “Los constructores de Babel nos dicen que no es posible equivocarse y que el que cae está perdido; es la obra del infierno”. Y contrapone a esta lógica el reino de Dios, que “no descarta, no aplasta, sino que cultiva, repara y protege”.

La VIII estación está dedicada a las mujeres de Jerusalén. Allí vincula el cuidado materno con una nueva forma de presencia política y eclesial: “La ciudad es distinta cuando se lleva en el vientre a sus habitantes (…) cuando las cosas se viven desde dentro”. En estas mujeres, “tus discípulas —madres de la Iglesia— te siguieron cuando los apóstoles te abandonaron”, el Papa reconoce una inspiración para una Iglesia más maternal, atenta al sufrimiento y capaz de generar esperanza.

Una Iglesia herida llamada a recoser la fraternidad

La X estación —Jesús es despojado de sus vestiduras— ofrece una imagen conmovedora de la Iglesia contemporánea: “Si la Iglesia te parece hoy como una vestidura rasgada, enséñanos a recoser nuestra fraternidad, fundada sobre tu entrega”. Lejos de un juicio severo, Francisco propone una renovación desde dentro, reconociendo las heridas pero también la comunión esencial del Pueblo de Dios.

El itinerario culmina en el silencio del sepulcro, que Francisco interpreta como un acto de confianza en los tiempos de Dios y una crítica al ritmo frenético de nuestras vidas. “Enséñanos a no hacer nada, cuando únicamente se nos pide esperar”. Invita así a recuperar la contemplación de la vida “a la medida del ser humano”.

En la invocación final, referencia los nombres de tres encíclicas: Laudato si’, Fratelli tutti y Dilexit nos. A través de ellas, se condensa el sentido profundo de este Vía Crucis: caminar con Jesús es entrar en la lógica del amor que todo lo transforma. “Nos hemos dirigido al amor del que nada podrá separarnos”, concluye el Papa.