Vamos a cambiar las reglas

Vamos a cambiar las reglas

Lucha y acción por los derechos de las mujeres. Convencidas de que es urgente transformar las condiciones actuales del mercado laboral, desde USO, como dice nuestro lema para el 8M, “Vamos a cambiar las reglas. Sin nosotras, el trabajo se detiene”.

A día de hoy, la igualdad entre mujeres y hombres sigue siendo un espejismo, existen cuestiones estructurales que impiden a las mujeres avanzar en la materialización de sus derechos. Estas situaciones de desigualdad son propiciadas por la cultura patriarcal que actúa a través de roles, estereotipos de género, sesgos sexistas y una ponderación de lo masculino sobre lo femenino. En ese sentido, la división sexual y la infravaloración del trabajo que realizan las mujeres sigue siendo una constante que les condena a la parcialidad, la precariedad y a una doble, o triple, jornada por las tareas de cuidados.

Actualmente, podemos encontrar muchos discursos que niegan las desigualdades, responsabilizando a las mujeres de las condiciones que enfrentan. Es imprescindible, por ello, demostrar con datos que las desigualdades siguen existiendo. De ahí que nuestras principales reivindicaciones en el Día Internacional de las Mujeres sean visibilizar estas diferencias y exigir una ruta clara que permita terminar con esas situaciones de discriminación y exclusión, así como garantizar que no se dé ni un paso atrás en los derechos adquiridos.

Son varias las principales desigualdades a las que se enfrentan las mujeres. Por un lado, la brecha salarial: las mujeres ganan, de media, un 17,09% menos que los hombres, de acuerdo con la Encuesta de Estructura Salarial del INE (2022). Esta brecha, no solo repercute en los ingresos actuales de las mujeres, sino que se reflejará en pensiones más bajas y mayores riesgos de pobreza en edades avanzadas.

La parcialidad laboral también sigue siendo una característica predominante en el empleo femenino. Las mujeres representan el 21,1% de los contratos a tiempo parcial, frente al 6,6% de los hombres. Esta parcialidad limita los ingresos de las mujeres y reduce sus posibilidades de promoción y desarrollo profesional. Sobre todo, cuando esta parcialidad es de carácter forzoso. Es decir, no es una decisión de las trabajadoras, sino que es la opción laboral que el mercado laboral les presenta.

Por otro lado, el techo de cristal sigue siendo una barrera estructural que impide a las mujeres acceder a puestos de responsabilidad y toma de decisiones. Los datos de la Encuesta de Población Activa (2023) muestran que, aunque las mujeres representan casi el 50% de los empleados sin personal a cargo, su presencia disminuye drásticamente en puestos de mayor responsabilidad. Por ejemplo, solo el 36,93% de los jefes de taller u oficina son mujeres, y en los cargos de dirección de empresas medianas o grandes, la cifra cae hasta el 25,93%.

La carga de cuidados y falta de corresponsabilidad son causa de las desigualdades que enfrentan las mujeres. Las mujeres siguen haciéndose cargo de las tareas de cuidados, mayoritariamente. Según datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social, el 84,37% de las excedencias por cuidado de familiares son solicitadas por mujeres, frente al 15,63% de los hombres.

Y ellas también sufren violencias machistas y acoso en el ámbito laboral. Porque no son exclusivas del ámbito doméstico.

Avanzando, pero sin alcanzar la igualdad

Ante este contexto, reconocemos que se han logrado avances en materia de igualdad. Sin embargo, estos esfuerzos resultan insuficientes si lo que queremos es lograr la igualdad entre mujeres y hombres en el corto y mediano plazo. Sin la participación activa de las mujeres, la economía y la sociedad se paralizan.

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Es fundamental cambiar las reglas y eliminar la brecha salarial, garantizando a las mujeres empleos estables y con condiciones laborales dignas. Además, resulta fundamental reconocer el valor que las mujeres aportan al mercado de trabajo y eliminar la discriminación salarial que enfrentan sectores feminizados como lo son el trabajo doméstico, de ayuda a domicilio o el contact center, entre otros. Sectores que enfrentan la precariedad y en los que debemos fortalecer la negociación colectiva para garantizar condiciones de trabajo equitativas.

Hay que cambiar las reglas y también romper el techo de cristal, garantizar la presencia de mujeres en puestos de dirección. Es, sin duda, un reto complejo, en el que no solo influyen políticas empresariales, sino también la cultura y las prácticas sociales, que hacen que las mujeres renuncien a un desarrollo profesional basado en roles de género tradicionales. Por eso, transformemos este contexto para que las mujeres no tengan que elegir entre su vida personal y la laboral, sino que haya una compatibilidad y el ejercicio profesional no se vea como una renuncia al desarrollo de un proyecto de vida familiar. Tenemos que fomentar una implicación de los hombres en tareas de cuidados, a fin de distribuir estas cargas uniformemente.

Políticas públicas de cuidados

Exigimos una política pública de cuidados que sea integral y que no se olvide de cuidar a las personas que cuidan, retribuyendo su labor y respetando los derechos laborales en igualdad de condiciones. Hacemos este énfasis, porque no son pocas las ocasiones en que las trabajadoras del sector de ayuda a domicilio ven vulnerados sus derechos laborales y son sometidas a la precarización. Aquí, las malas condiciones en la contratación pública tienen mucho que decir, beneficiando contratos “low cost” aunque impliquen la rebaja de derechos laborales.

Podemos empezar a cambiar las reglas desde ya. Porque contamos con planes de igualdad, herramientas fundamentales para equilibrar las relaciones de poder entre mujeres y hombres en el ámbito empresarial. Sin embargo, muchos de ellos son solamente un conjunto de buenas intenciones. Debemos pasar a la acción. Cumplir con los planes de igualdad y contar con mecanismos de supervisión efectivos, fortaleciendo a la Inspección de Trabajo, para que esos planes alcancen sus objetivos, es fundamental para iniciar ese cambio.

Mientras, desde USO seguiremos trabajando por transformar las reglas y conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. Pero necesitamos una mayor implicación para poder llevar a cabo una transformación estructural.

El cambio no puede esperar, pasemos de las palabras a los hechos. Porque el trabajo de las mujeres no es solo esencial, sino imprescindible. Vamos a cambiar las reglas para que, de una vez por todas, el trabajo deje de estar condicionado por el género y se convierta en un verdadero motor de igualdad y justicia social.