Buenas prácticas. Equidad en tiempo sinodal

Buenas prácticas. Equidad en tiempo sinodal
Documento elaborado por Alcem la veu de la diócesis de Valencia, espacio de mujeres cristianas integrado por Dones Creients, el sector de la mujer de la Hermandad Obrera de Acción Católica y Hágase

Introducción
Presentación
Líneas generales de transformación
Propuestas concretas

  1. Participación paritaria
  2. Discipulado de iguales
  3. Visibilización
  4. Formación
  5. Lenguaje y simbología inclusiva

—  Anexo | Ejemplos prácticos

  1. Lenguaje inclusivo en las celebraciones
  2. Textos del Evangelio
  3. Diagnóstico de la situación parroquial
  4. Referencias eclesiales

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Introducción

La Iglesia está convocada a continuar en proceso sinodal, así lo han señalado los documentos desde su preparación e inicio en octubre de 2021. Nosotras, en nuestra iglesia local, queremos responder a los muchos dones que hemos recibido en su seno, pues, como Pueblo de Dios, nos sentimos interpeladas a reflexionar y a caminar juntas y juntos desde la igualdad evangélica propuesta por Jesús de Nazaret. Al mismo tiempo, el itinerario sinodal nos recuerda que, como bautizadas, al participar de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, “en el ejercicio de la multiforme y ordenada riqueza de sus carismas, de su vocación, de sus ministerios”, somos sujetos activos de evangelización, tanto singularmente como formando parte integral del Pueblo de Dios.

Los textos sinodales, en los que el papel de las mujeres ha sido uno de los ejes centrales de los debates, señalan que: “Ante las dinámicas sociales de empobrecimiento, violencia y humillación a las que se enfrentan en todo el mundo, piden una Iglesia a su lado, más comprensiva y solidaria en la lucha contra estas fuerzas de destrucción y exclusión. Quienes han intervenido en los procesos sinodales desean que la Iglesia y la sociedad sean un lugar de crecimiento, participación activa y sana pertenencia para las mujeres”.

El documento final asegura que: “no hay ninguna razón para que las mujeres no asuman funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse”. Sin embargo, la cuestión del acceso al ministerio diaconal sigue abierta, y considera la Asamblea, en ese mismo número, que “es necesario un mayor discernimiento a este respecto”. Pide al mismo tiempo “que se preste más atención al lenguaje y a las imágenes utilizadas en la predicación, la enseñanza, la catequesis y la redacción de los documentos oficiales de la Iglesia, dando más espacio a la contribución de las mujeres santas, teólogas y místicas”.

Recogiendo ese testigo y con el ánimo de contribuir de forma proactiva a avanzar en este camino, queremos ofrecer un conjunto de buenas prácticas que, a modo de recomendaciones, muestre cómo establecer relaciones equitativas que transparenten la dignidad bautismal. Por ello, este documento pretende ser un punto de partida para el diálogo encaminado a establecer una guía práctica eclesial que sirva como instrumento de discernimiento y de prevención de políticas desiguales en la diócesis de Valencia. Se trata de propuestas abiertas al debate, seguimiento y evaluación.

Presentación

Este documento ha sido elaborado por Alcem la Veu València, un grupo de mujeres cristianas pertenecientes a tres entidades eclesiales: Dones Creients, Hágase y el Sector Dona de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). En 2020 organizamos nuestro primer acto público, la Revolta de Dones en l’Església, en el que nos concentramos en la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia para reclamar, como en otras ciudades españolas, la igualdad de las mujeres en la Iglesia.

En 2022, 2023 y 2024 volvimos al mismo lugar, tras un acto en línea celebrado en 2021, debido a la pandemia, para seguir reclamando, entre otras cosas: “Una Iglesia que es comunidad de iguales, donde la mujer sea reconocida como sujeto de pleno derecho, con voz y voto en todas partes, donde la mujer sea valorada por los propios talentos, carismas y aportaciones a las comunidades”, tal como reza nuestro manifiesto.

A lo largo de estos años, además, hemos celebrado diversos encuentros de reflexión en torno al Sínodo Universal de las Mujeres. En ese sentido, las conclusiones de este encuentro, en el que participaron miles de mujeres de todo el mundo, fueron entregadas en octubre de 2020 al Arzobispado de Valencia, tal y como se hizo unos días antes en el Vaticano. También hemos presentado el libro La revuelta de las mujeres que resume el trabajo realizado a lo largo de estos años en todo el Estado español.

Líneas generales de transformación

Caminar juntos y juntas. El proceso sinodal muestra la necesidad de renovación de las relaciones y de cambios estructurales en la Iglesia, para acoger mejor la aportación de todas las bautizadas y los bautizados como discipulado corresponsable de la misión. Esto implica, por una parte, fortalecer y ampliar los espacios para la participación del laicado, tanto en la consulta como en la toma de decisiones, y por otra, que el ministerio ordenado aprenda a ejercer de acompañante y animador de las comunidades, potenciando que las mujeres sean parte activa de todo ello.

Diálogo sobre la situación de las mujeres. Para tener un diagnóstico de la realidad diocesana, la Iglesia debe desarrollar procesos para analizar el malestar de las mujeres, escuchándolas y dejándolas hablar, sin prejuicios, miedos ni paternalismos. Como nos recuerda el Derecho Canónico, los fieles “tienen el derecho, y a veces incluso el deber, de manifestar a los pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia” (can. 212 § 3).

Equilibrar derechos y responsabilidades. Una vez que hemos puesto nombre y visibilizado las problemáticas de las mujeres, debemos dar pasos para que efectivamente ocupen espacios y tengan voz. Esto supone aumentar las tareas pastorales que se les confían en todas las áreas de la vida y de la misión de la Iglesia, así como garantizar su participación en los órganos y procesos de decisión.

Formación como herramienta de cambio. Es necesario animar el acceso de las mujeres a los programas de formación y a los estudios teológicos, así como su incorporación como docentes, en el acompañamiento espiritual en el seminario y en las facultades de teología. También la diócesis debería promover en las parroquias la formación del laicado desde una teología para la igualdad. Dar a conocer la larga historia de mujeres misioneras, santas, teólogas y místicas, referentes e inspiración para las personas de nuestro tiempo. Una mirada que debe trasladarse a las publicaciones de la Iglesia.

Repensar el lenguaje teológico y las formas culturales. Que los textos litúrgicos, imágenes bíblicas, cantos, predicaciones, catequesis y documentos de la Iglesia estén atentos al uso del lenguaje para que tenga en cuenta por igual a los hombres y a las mujeres, así como a la incorporación de una gama de palabras e imágenes que evoquen la vitalidad de la experiencia femenina. Esto implica transitar hacia el Dios que subrayó Juan Pablo I, cuando afirmó que “Dios es Padre, más aún, es Madre”, que cuida y da vida.

Acoger y acompañar a las víctimas y “descartadas” del sistema. Reclamar justicia en una sociedad profundamente desigual, en la que las mujeres sufren todo tipo de violencias, física, sexual o simbólica, y de discriminaciones económicas. Respetar la diversidad de identidades y orientaciones sexuales y de familias. La Iglesia debe convertirse en un espacio seguro, capaz de proteger a todas las víctimas, especialmente a las de abusos sexuales, necesitadas de sanación.

En definitiva, para que la sinodalidad sea efectiva, necesitamos reeducar a los hombres y a las mujeres creyentes, desde un conocimiento colectivo nuevo, abierto a los signos de los tiempos, que genere procesos de transformación hacia una Iglesia en equidad.

Propuestas concretas

1. Participación paritaria

Las mujeres son mayoría en la Iglesia católica, algunas de ellas son teólogas y otras tienen formación superior en diversas ciencias y disciplinas. Sin embargo, las decisiones, muchas de ellas concernientes a la vida femenina, se toman en órganos formados solo por varones. Por eso consideramos necesario avanzar en una participación más paritaria en espacios como los Consejos de Pastoral, Consejos Económicos, Comisiones de Estudios de los Seminarios, Comisiones Diocesanas, reuniones de Vicarías y de Arciprestazgos.

2. Discipulado de iguales

2.1. Creación de una comisión diocesana para promover un discipulado de iguales, que transversalice la equidad en los distintos ámbitos eclesiales e integre la diversidad de identidades y orientaciones para evitar cualquier tipo de discriminación.

2.2. Generar espacios de reconocimiento, seguridad y promoción, promoviendo grupos de formación de mujeres o clubs de lectura con perspectiva de género en las parroquias.

2.3. Potenciar mesas de diálogo con mujeres y para mujeres. En Madrid ya se ha creado de forma permanente la Mesa de las Mujeres en la Iglesia de la diócesis, que actuará como observatorio de esta realidad, una encomienda del cardenal José Cobo.

2.4. Conformar una comisión de violencia de género que pueda orientar a las parroquias sobre esta realidad y trascender fuera de la Iglesia. De referencia nos puede servir la comisión conformada en la Archidiócesis de Madrid que acaba de presentar una guía para parroquias Por una vida libre de violencias contra las mujeres.

3. Visibilización

3.1. Promover la presencia en el altar de las mujeres, tanto en las Eucaristías como en otras celebraciones litúrgicas. Es importante potenciar su participación activa en los distintos momentos: bienvenida, lectura de la Palabra, homilía, peticiones, ofertorio, reparto de la comunión, acción de gracias y despedida, como ya se viene haciendo en algunas parroquias de Valencia.

3.2. Tener en cuenta la representación femenina en las conferencias, charlas, encuentros de oración o ejercicios espirituales que se imparten en las parroquias.

4. Formación

4.1. Elaboración de materiales y guiones litúrgicos para sensibilizar y celebrar en las parroquias fechas significativas como el 25 de noviembre, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres; el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres; o 22 de julio, Santa María de Magdala.

4.2. Revisar los materiales catequéticos y pastorales para que promuevan la igualdad de hombres y mujeres en la Iglesia y den a conocer las aportaciones de las mujeres bíblicas y grandes testigos en la historia de la Iglesia.

4.3. Difundir la teología feminista en los diferentes espacios de formación: seminarios, Facultad de Teología, catequesis de niños, niñas y personas adultas.

4.4. Remitir este documento a parroquias, colegios, conventos y otras organizaciones religiosas para que puedan llevar a cabo estas buenas prácticas.

5. Lenguaje y simbología inclusiva

5.1. Fomentar el uso del lenguaje inclusivo en la liturgia, tal y como ha incorporado la Conferencia Episcopal Italiana, en las acciones pastorales y en los documentos eclesiales.

5.2. Incorporar la mirada feminista en la música, parte importante en las celebraciones.

5.3. Analizar las consecuencias del lenguaje masculino sobre Dios para las mujeres y proponer fórmulas para su superación.

5.4. Caminar hacia una nueva manera de nombrar a Dios. Una Divinidad con atributos femeninos, un Espíritu Santo como Ruah, aliento de Dios.

5.5. Proyectar una simbología femenina que contribuya a deconstruir la masculinización de Dios.

5.6. Evitar los textos litúrgicos que atenten contra la dignidad y los derechos de las mujeres o acompañarlos de una explicación pedagógica.

5.7. Incorporar homilías, preces, moniciones o itinerarios de oración realizados por mujeres.

5.8. Priorizar aquellos textos del Evangelio que son protagonizados por mujeres.

Anexo | Ejemplos prácticos

1. Lenguaje inclusivo en las celebraciones

“Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos y *hermanas*…”. En el Misal aprobado por la Conferencia Episcopal Italiana de 2019, y obligatorio en Italia a partir del 4 de abril de 2021, se añadió la palabra “hermanas”. De modo que, cada vez que en la edición latina del Misal aparece la palabra “fratres” se traduce a los dos términos.

“Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a las personas que ama el Señor”, “El Señor esté con vosotras y con vosotros” o “La paz esté con vosotras y con vosotros”.

“Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotras” Así, puede alternarse el masculino y femenino o también decirlo en valencià “nosaltres”, que es inclusivo.

Referenciar a Dios como “Padre y Madre nuestra”, como “Divinidad”, como “Sabiduría” o “Entrañas de misericordia” y al Espíritu Santo también como la “Ruah”.

Incorporar otra imagen de Dios: en lugar del “Señor no soy digno…”: “Señor, nos haces dignas y dignos, entras en nuestra casa, das sentido a nuestra vida, nos transforma tu Palabra”. Fórmulas como estas supondría pasar de la posición de la esclavitud indigna a la de criaturas amadas.

2. Textos del Evangelio

La Biblia pone a nuestra disposición poderosas imágenes femeninas del Dios vivo, como mujer trabajadora, parturienta o comadrona. Dios haciendo de tejedora, panadera, o lavandera. Dios como Divinidad, como Santa Sophía, como Sabiduría que salva al mundo. Dios Madre, creadora de todo lo visible y lo invisible. Es necesario retomar estos términos bíblicos para disponer de un mejor acercamiento al texto revelado y a una pluralidad de formas con las cuales referirnos más adecuadamente a Dios.

Además, en nuestras comunidades debemos promover lecturas evangélicas protagonizadas por mujeres. Aquellas que nos hablan del reconocimiento del valor de la palabra como la Samaritana (Juan 4), la Cananea (Mateo 15, 21-31) o la Sirofenicia (Marcos 7, 24-30); otros de sanación de las oprimidas por su género, como La mujer encorvada (Lucas 13, 10-17) o la que padecía flujos de sangre (Lucas 8, 40-56). Pues el Reino de Dios se asemeja, tanto a un pastor que va en busca de su oveja perdida (Lucas 15, 4-7), como a la mujer que encuentra la moneda (Lucas 15, 8-10) o aún más a aquella que amasó tres medidas de harina (Mateo 13, 33). Estas imágenes son igual de representativas, sin embargo, se tiende a ignorar la segunda, cuando podrían leerse de forma complementaria.

En cambio, otros textos que reflejan tradiciones culturales opresivas, deberían dejar de leerse o ir acompañados de una explicación que los resitúe en la cultura de la época, destacando que esas costumbres ya no tienen sentido en el momento actual. Este es el caso, entre otros, de 1 Corintios 11, 5-16: Pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada. Porque si la mujer no se cubre la cabeza, que también se corte el cabello; pero si es deshonroso para la mujer cortarse el cabello, o raparse, que se cubra. Pues el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre.

3. Diagnóstico de la situación parroquial

En el documento Escuchad: Informe del Sínodo de las Mujeres, que se llevó a Roma en octubre de 2022 y Alcem la Veu al Arzobispado de Valencia, se presentaba una síntesis de la realidad de las mujeres en la Iglesia, elaborada a partir de miles de encuestas realizadas por más de 60 asociaciones de mujeres de todo el mundo. Se invitaba además a las comunidades locales a analizar su propia realidad.

Sin caer en una estadística farragosa, se podría elaborar una pequeña tabla de resultados que nos ayuden a hacer una foto de nuestra comunidad, fijándonos especialmente en cuál es la asistencia y el protagonismo de las mujeres en las celebraciones litúrgicas, si tenemos en cuenta que el lenguaje sea inclusivo en los textos y cantos, cómo se toman las decisiones y si el liderazgo es comunitario, cómo se está formando a la feligresía o qué personas componen mayoritariamente el Consejo Pastoral, Cáritas, el coro y aquellos grupos más activos en la parroquia. Según los resultados obtenidos podremos plantearnos acciones de mejora que puedan ir corrigiendo las desigualdades detectadas.

4. Referencias eclesiales

Como después del Concilio Vaticano II (1962-65) no se había redactado ningún catecismo, a diferencia del Concilio de Trento (1542-63), el papa Juan Pablo II decidió convocar un Sínodo de Obispos en 1985 para estudiar y hacer el seguimiento del Concilio en el que se elaboró un informe que recomendaba: que se redacte un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, que sea un texto de referencia para los que se elaboren en los diferentes países, exponiendo una doctrina segura y, al mismo tiempo, adaptada a la vida actual de los cristianos.

El problema es que seguimos constatando las grandes diferencias en la representación de las mujeres en organismos nacionales e internacionales de todo tipo, con respecto a la que se da en la Iglesia. Sin embargo en el propio relato de la creación, el sexto día “creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios” (Génesis 1, 27-28a). Jesús cogió el testigo constituyendo una comunidad de iguales: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 28). El Vaticano II ratificó una Iglesia circular, donde todas las personas puedan sentirse acogidas y participar en todos los niveles.

Herederas de esa tradición, buscamos con este documento contribuir a una Iglesia que respire y cocree con la Ruah, superando el dualismo: sagrado y secular, cuerpo y espíritu, masculino y femenino.

 

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