El derecho a la educación del pueblo gitano (IV)

El derecho a la educación del pueblo gitano (IV)
FOTO | Encuentro de estudiantes de personas gitanas. Vía Fundación Secretariado Gitano

En las casi cinco décadas de democracia los logros en el campo educativo son palpables. En cuanto a la escolaridad plena de la infancia gitana, el aumento del tiempo de permanencia en el sistema educativo y la erradicación del analfabetismo entre las generaciones jóvenes.

Pero persisten tres retos ineludibles:

1. Pasar de la mera escolarización y el fracaso escolar a una sólida formación académica y cualificación profesional

Pese a ese impulso en los niveles escolares básicos, la brecha del alumnado gitano en relación con los estándares del conjunto de la población española es escandalosa, ya que el 62,8 % de las y los estudiantes gitanos no obtiene ni siquiera el título de la ESO (FSG, 2024) y, a pesar de cierta mejoría, sigue siendo muy escasa la presencia de estudiantes gitanos en educación secundaria postobligatoria y en la universidad se puede calificar de exigua (solo el 0,3 % del alumnado gitano llega a realizar estudios universitarios).

En nuestros días muchas familias gitanas se hallan en una situación de encrucijada: les encantaría un futuro mejor para sus hijos e hijas y que siguieran estudiando; pero, dadas sus condiciones socioeconómicas y de estigmatización social y segregación y de falta de tradición académica en su medio social y, sobre todo, los frecuentes malos resultados escolares de sus menores, lo ven improbable y se desalientan. Sin embargo, no debemos obviar que esas familias pueden inclinarse por la continuidad en los estudios si comienzan a percibir en la práctica que sí que es viable el que su hijo o hija estudie con aprovechamiento. La aspiración de continuidad escolar es relacional, encarnada. El deseo de estudiar no es una variable independiente ni que surja por generación espontánea en los aprendices y/o en su familia, sino una dimensión condicionada por el contexto interpersonal y por los logros que se van obteniendo. El punto de inflexión estriba, en definitiva, en sentirse vinculado (social y académicamente) y esto se ve propiciado cuando alguno(s) de los agentes educativos proyecta altas expectativas sobre el estudiante. Y también cuando éste constata éxitos. La adquisición de logros y la percepción de vinculación social y académica genera autoconfianza en el aprendiz y alimenta dinámicas de implicación y buenos resultados, así como un proyecto de continuidad académica.

2. Acabar con la segregación escolar y hacer real la inclusión educativa

Según el estudio de la Federación de Mujeres Gitanas Kamira (2024) el 60% de la infancia gitana está escolarizada en centros guetos. Este fenómeno de “huida” de los centros educativos con estudiantes gitanos es una manifestación más del antigitanismo. El gueto conlleva ausencia de convivencia con otros escolares no gitanos y carencia de referentes de alumnado con aspiraciones de continuidad escolar y tiende a alimentar la desconfianza de esas familias hacia el sistema escolar.

Además, en nuestros días una parte sustancial del alumnado gitano se ve sometida a segregación intracentro, por la vía de la repetición de curso o la ubicación en “grupos de apoyo” o de “educación compensatoria”… fuera de las aulas ordinarias y por los “grupos de nivel” (clases “C”, solo para “alumnado de minorías étnicas”) en los primeros cursos de la ESO. Lo cual denota también un sesgo de clasismo y antigitanismo y bajas expectativas sobre este alumnado.

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La segregación escolar implica una discriminación estructural, “una seria violación de los derechos de la infancia” y “una violación flagrante del derecho a la educación y del derecho fundamental a no sufrir discriminación del artículo 14 de la Constitución Española” (F. Rey, 2021). Además, toda forma de segregación choca frontalmente con las prescripciones de la LOMLOE.

La segregación escolar constituye una situación tan escandalosa como silenciada. “Parece que todo el mundo está contento. […] Estamos en una especie de ficción, como que aquí no pasa nada y, sin embargo, es un desastre” (F. 2021).

La segregación escolar tiene consecuencias devastadoras:

  1. Obstaculiza la convivencia interétnica y el conocimiento mutuo.
  2. Daña la autoestima académica y entraña una profecía negativa.
  3. Comporta pérdida de oportunidades de aprendizaje.
  4. Propicia actitudes reactivas y de desafección (como el absentismo).
  5. “Contribuye a reforzar las desigualdades socioeconómicas” (OCDE, 2014).

Por todo ello, las políticas educativas deben priorizar el hacer frente a cualquier tipo de segregación escolar. A su vez, a un nivel meso o intermedio se debe realizar una apuesta inequívoca por la inclusión desde las congregaciones religiosas dedicadas a la educación y los centros concertados, las asociaciones de familias, sindicatos, ONG, facultades de Educación, publicaciones pedagógicas, etc.

Y a nivel micro o de relaciones interpersonales cotidianas, los diversos agentes socioeducativos debemos asumir un compromiso nítido e inequívoco con la inclusión y radicalmente crítica frente a cualquier tipo de segregación escolar. A todas y todos nos corresponde el hacer posible que los centros educativos y las aulas –en lugar de ser espacios disfuncionales que contribuyen a la reproducción de las fracturas de la sociedad– cumplan lo que los derechos humanos y las leyes estipulan y sean un lugar de inclusión social, de convivencia, conocimiento, valoración y colaboración mutua.

3. Incluir la historia y cultura gitana, así como la crítica a los prejuicios racistas en los centros educativos

El que la LOMLOE y los reales decretos del currículum del Ministerio de Educación contemplen como prescriptivo el estudio de la historia y cultura del pueblo gitano y la crítica a los prejuicios y estereotipos racistas constituye un logro evidente. Sin embargo, en la práctica, estos núcleos temáticos siguen brillando por su ausencia tanto en el desarrollo curricular realizado por algunas comunidades autónomas, como en los libros de texto y en las situaciones educativas cotidianas de la mayor parte de los centros educativos y de las aulas de nuestro país.