Hoy no hay guerra justa

Hoy no hay guerra justa
Foto | Wafa (Wikimedia Commons)

Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, 1945, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 se abría una esperanza de paz. Pero en seguida vino la Guerra Fría. Y en los últimos años saltan por doquier conflictos bélicos, atropellos con la dignidad de las personas y de los pueblos, guerras impunes para exterminar al otro.

En esta situación la intervención de las instituciones internacionales, minadas por la ideología del imperialismo, resulta poco menos que inútil.

En tiempos pasados se aceptaba, incluso dentro de la Iglesia, la legitimidad ética de una guerra justa con unas condiciones. Entre ellas proporción entre el bien que se busca y el mal que se puede causar.

Hoy no es admisible una guerra mirando al bien común de la humanidad. Estamos en un mundo interrelacionado. Lo que ocurre en una región de alguna forma repercute en todas.

Por otro lado, tenemos armamentos sofisticados cuyos efectos desencadenado un conflicto, nadie puede controlar.

Porque tampoco hay una autoridad universal que pueda imponer orden; estamos sufriendo la ineficacia de los pronunciamientos que lanzan las más altas instancias condenando los crímenes contra la humanidad.

Menos admisible es aceptar hoy desde el Evangelio una guerra justa. En la Iglesia se ha pasado paradigma de la guerra justa, a la condena moral de toda guerra.

Ya en 1963, en la encíclica Pacem in terris, Juan XXIII declaró: “resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado” (núm. 127).

Y el papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti (2020), concluye: si todos somos hermanos y hermanas, “hoy ya no sostenemos” la idea de una guerra justa. “¡Nunca más la guerra!” (núm. 258).