El ministerio ordenado en el acompañamiento de la pastoral del trabajo

El ministerio ordenado en el acompañamiento de la pastoral del trabajo
El ministerio ordenado en el acompañamiento de la pastoral del trabajo y de las cristianas y cristianos laicos en la evangelización del mundo obrero y del trabajo. Escuchemos a los seglares
Ponencia impartida por Juan Francisco Garrido Jiménez, director del Secretariado Diocesano de Pastoral del Trabajo de Córdoba, en el I Encuentro diocesano de Sacerdotes y Pastoral del Trabajo celebrado el 18 de enero de 2025.

Presentación

Esta exposición pretende aportar, humildemente, algunas reflexiones sobre el acompañamiento, desde el ministerio ordenado, a la pastoral del trabajo diocesana, parroquial y de los movimientos especializados en esta pastoral, así como a los laicos y laicas que en vuestras parroquias o movimientos han tomado la opción de vivir su fe encarnados en esa realidad del mundo obrero y del trabajo. Y lo hacen con la vocación de ser personas evangelizadoras en ese campo al que la Iglesia los llama, siendo acompañantes, a su vez, de sus propios compañeros y compañeras.

No soy un experto, no soy un teólogo ni un pastoralista…; soy un laico, militante cristiano en el mundo del trabajo. Mi intención es reflexionar como seglar y desde un profundo respeto a vuestro ministerio, a vuestro servicio en la comunidad eclesial, a las opciones de vida que habéis ido tomando, con la certeza del valor que tiene vuestro ministerio en la vida y misión de la Iglesia, también de la Iglesia en el mundo obrero y del trabajo. No se puede entender la Iglesia sin vosotros, al igual que sin los seglares.

El acompañamiento como una necesidad de nuestra vida cristiana y misión evangelizadora

El acompañamiento es fundamental en nuestra Iglesia. Y no solo de los sacerdotes a los seglares, sino también de los seglares entre sí, de estos al ministerio ordenado, de los sacerdotes entre sí… y, fundamental, de toda la comunidad a las realidades llamadas a evangelizar. En este caso, de la comunidad y de los seglares al mundo obrero y del trabajo. …

Porque nuestra religión es una religión del acompañamiento. Dios acompaña a su pueblo, Jesucristo acompaña a sus discípulos y a los hombre y mujeres de su tiempo… Y lo es porque Dios es Amor. “Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.” (1ª Carta de San Juan, 4, 7-8) Y un elemento fundamental en el que se expresa el amor es el cuidado: cuidado de los demás, cuidado de la casa común –como nos recuerda el papa Francisco en Laudato si’ (LS) y Laudato Deum (LD)–, cuidado de nosotros mismos, cuidado de la relación con Dios. Lo que no se cuida, no se ama.

Hoy vivimos en la sociedad del descuido consciente o inconscientemente. Un descuido que a veces, también se filtra a nuestras comunidades. Cuando esto ocurre somos un antitestimonio. Pero para cuidarnos nos tenemos que acompañar. No podemos cuidarnos a distancia. Tampoco de manera virtual u online. El cuidado y el acompañamiento requiere tiempo y presencia. ¡Qué mal andamos todos de esto!

No podemos acompañar sin experiencia de acompañamiento

Es muy difícil poder acompañar si no tenemos experiencia de acompañamiento. Casi todas las personas tenemos experiencia de acompañamiento en nuestra vida, también en la vida de fe. Casi todas las personas hemos sido cuidadas a lo largo de nuestras vidas y, por tanto, acompañadas. Cuando esto no ocurre la persona tiene muchas dificultades en su desarrollo y realización.

Traigamos al corazón, hagamos memoria agradecida, de todas las personas que nos han cuidado y acompañado en nuestra vida: Nuestros padres, nuestros familiares, otros compañeros, militantes, laicos y laicas, vuestros formadores y directores espirituales en el seminario y fuera de él, nuestras comunidades… Pensad lo importantes que han sido en vuestra vida personal, de fe, en vuestra vida cristiana y, en concreto, en vuestro ministerio.

El acompañamiento siempre tiene que ser encarnado. Es muy importante tener experiencia de la realidad en la que viven las comunidades y las personas a las que acompañamos. Hablar su lenguaje, ser sensibles a sus problemas, conocer sus causas, profundizar en sus aspiraciones, sus luchas, ser conscientes que la realidad es siempre superior a la idea, por eso debemos ser capaces de relativizar nuestras ideas sobre las cosas y las situaciones y verlas desde el dolor de los que acompañamos.  Nuestro acompañamiento es un acompañamiento encarnado, en este caso, en la vida obrera.

Nuestras comunidades y las personas que las forman también acompañan al ministerio ordenado en ese proceso. En el mundo obrero y del trabajo es clave dejarse acompañar por estas realidades. Esto, como hemos dicho, requiere tiempo. No se trata de que hagáis muchas cosas en vuestras comunidades parroquiales y movimientos, sino de ser acompañantes que ayudan a crecer y a ser mayores de edad a esas comunidades y a esos laicos y laicas para que vivan en comunión para la misión evangelizadora en el mundo. En nuestro caso, en el mundo obrero y del trabajo.

En el acompañamiento hemos de aprender cómo actúa Dios

Los versos del poeta alemán Friedrich Hölderlin nos pueden ayudar a entender este acompañamiento. Esos versos nos dicen: “Dios ha hecho el mundo como el mar hace la playa: retirándose”. Podemos decir que así sigue Dios haciendo este mundo y al ser humano, retirándose. Este es el reto para todo acompañante. Se trata de acompañar, de caminar juntos, de ayudar a crecer, de que sean protagonistas de sus vidas, de ayudar a que sea Cristo quien dirija sus vidas desde su plena aceptación y conciencia… no de que sea el que acompaña y, en vuestro caso, preside una comunidad.

Aquí son también reveladoras estas palabras del papa Francisco: “Quien acompaña –el acompañante o la acompañante– no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor”. (Papa Francisco, Audiencia general, 4 de enero de 2023). De esto habla entrañablemente Dilexit nos, la última encíclica del papa Francisco sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo.

¿Para qué acompañamos?

No acompañamos para hacer fácil el camino, ni para aprender y cumplir unos compromisos o unas normas, no acompañamos para que las personas se sientan más a gusto y con menos problemas, para que participen más en nuestras parroquias, para que sean más cumplidoras de preceptos…

Acompañamos para que las personas puedan acoger la propuesta de humanización que Dios nos ofrece en Jesucristo como propuesta de vida personal y social. Tenemos el profundo convencimiento de que solo en Jesucristo está la verdadera realización humana, la verdadera liberación y salvación. Dicho con otras palabras, acompañamos para que las personas puedan vivir desde la voluntad de Dios, para que puedan vivir desarrollando su vocación a la comunión y al amor en libertad. Acompañamos para que las personas puedan ya vivir en su vida personal y en su realidad social el reinado de Dios y su justicia. Acompañamos para encontrarnos personalmente con Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios.

Acompañamos para que las personas puedan acoger
la propuesta de humanización que Dios nos ofrece
en Jesucristo como propuesta de vida personal y social

Pero es importante tomar conciencia de que nos hemos encontrado con Jesucristo que es el Divino Obrero de Nazaret. Este dato lo olvidamos muchas veces. Y, creo, que es crucial. Dios se encarna en un obrero del siglo I. Dios dignifica esa condición de trabajador que sigue acompañando a muchas personas durante toda la vida. Y en demasiados casos en condiciones de máxima precariedad, bien porque no tienen trabajo, bien porque es muy precario e indecente. Este encuentro con Jesús Obrero nos ayuda a sentirnos orgullosos de ser trabajadores, de ser mundo obrero y del trabajo. A querer vincular nuestras vidas a la suerte de nuestros compañeros y hermanos del mundo obrero y del trabajo, especialmente por los más empobrecidos. A optar por seguir encarnados en esas realidades. Máxime cuando se sigue generando injusticia en su seno por la manera de entender y organizar el trabajo humano. Esto es la causa fundamental de la pobreza.

Vuestro acompañamiento no puede ser ajeno a esta realidad, tiene que ser sensible, porque el que sigue sufriendo en muchas situaciones es el mismo Cristo Obrero.

Este encuentro con Jesucristo tiene unas consecuencias. Detengámonos en ellas:

El encuentro personal con Dios que nos lleva a personalizar su amor

Es importante acompañar a nuestras comunidades y a sus miembros a tomar conciencia de que solo podemos vivir y construir nuestra verdadera humanidad desde Dios y su profundo amor. (Dilexit nos). Este acompañamiento nos ayuda a descubrir la verdadera naturaleza humana y todas sus dimensiones. Una existencia que es profundamente humana y cristiana cuando descubre su vocación a ser como es Dios, amor y comunión en libertad.

Esto choca con la realidad que vivimos en nuestra realidad social y, especialmente, en la realidad que sufre el mundo obrero y del trabajo, donde lo que prevalece, en la manera de entender y organizar el trabajo, es la búsqueda del máximo beneficio, el individualismo, la búsqueda del bien particular… Antivalores que son contrarios a la comunión.

Tenemos que ser conscientes de que no acompañamos en un laboratorio sino en la realidad personal y social de las personas. Nuestras parroquias, nuestros movimientos y nuestras comunidades también se llenan de estos antivalores que son una negación del Dios amor, del Dios comunión.  De ahí la importancia de la oración, de la celebración de los Sacramentos, de la formación y la experiencia de comunión como camino para vivir desde Dios.

En este sentido es clave ayudar a vivir una espiritualidad profundamente cristiana pero enraizada en la identidad de las comunidades y personas que acompañamos. No se trata de acompañar una espiritualidad sacerdotal o monacal, sino una espiritualidad seglar, obrera, militante (comprometida), evangelizadora, humanista.

Una espiritualidad que nos lleva a vivir desde el Espíritu del Señor o, dicho de otra manera, en la realidad en la que vivimos en el mundo del trabajo, tenéis que acompañar procesos para ayudarnos a desarrollar en nosotros:

  • La sensibilidad de Jesucristo, su manera de sentir y de ver la realidad;
  • Una manera de entender y enjuiciarla como Jesús, desde sus criterios, sus concepciones, sus dichos, su Palabra
  • Y, por último, acompañar forjar una voluntad, una manera de actuar como Jesucristo.

Este acompañamiento significa ayudar a los cristianos y cristianas trabajadores a construir una existencia bautismal. A tomar conciencia de que por el bautismo nos hemos injertado en Cristo. Y así, con la unión con Cristo por ese Sacramento, participamos de su propia naturaleza divina al introducirnos en el Cuerpo Místico y nos hacemos “otros cristos, mesías, salvadores, liberadores…, por el amor”, de nuestros hermanos. Esta experiencia es fundamental para el mundo obrero y del trabajo.

El encuentro con Jesucristo y con Dios padre nos lleva al encuentro con los pobres, con el dolor y sufrimiento de las personas

Recordemos al papa Francisco en La Alegría del Evangelio:

“El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre…para enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9).

“A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: «¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!» (Lc 6,20); con ellos se identificó: «Tuve hambre y me disteis de comer», y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s)”. (197).

“Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos…Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus “causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”. (198)

“Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo»” (199)

“Sin la opción preferencial por los más pobres, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día “(199)

En nuestro caso, este encuentro con Dios nos lleva al encuentro con el mundo obrero y del trabajo, especialmente, con el más empobrecido y precario. “(…) si bien no se puede identificar el mundo obrero con los pobres, estos sí son una parte muy importante del mundo obrero y tienen una estrecha relación con él. El Papa nos lo ha dicho con toda claridad y contundencia: ‘Los pobres […] aparecen en muchos casos como resultado de la violación del trabajo humano; bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo —es decir, por la plaga del desempleo—, bien porque se desprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia” (Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 8)”. (La pastoral obrera de toda la Iglesia, POTI)

Es fundamental acompañar la experiencia de fe de hombres y mujeres trabajadoras cristianas que comparten esa realidad de precariedad u optan por vivir su fe desde ella. Su ser trabajador y su ser cristiano no se pueden separar y lejos de anularse entre ellos, se potencia.

Es importante, para acompañarlo, saber qué ocurre en el mundo obrero y del trabajo. Hoy día junto al problema de la injusticia se está produciendo el problema de la deshumanización, un problema antropológico. La persona está siendo configurada desarrollando las dimensiones que son útiles a la manera de producir y consumir. Se potencia la dimensión laboral y se atrofia la dimensión social y comunitaria de las personas. La familia se subordina a las exigencias de la producción. ¿Cómo vamos a acompañar a nuestras comunidades y a sus miembros si no conocemos y no tenemos conciencia de esta realidad?

Recordemos lo que nos dicen los obispos españoles en la POTI: “Nos dirigimos, en primer lugar, a toda la comunidad eclesial, porque toda ella es corresponsable de la evangelización del mundo obrero. Pero con especial interés nos dirigimos a aquellas parroquias, movimientos, comunidades, grupos y personas, que se sienten específicamente enviados por la Iglesia a realizar su misión en el mundo del trabajo”.

Vosotros, consiliarios de movimientos y párrocos donde hay EPPO, estáis llamados a este acompañamiento.

El encuentro con la Iglesia

Acompañar a sentir en la Iglesia y con la Iglesia. Acompañar a cristianos para que vivan un proceso de conversión permanente personal, pero también comunitario. Hemos de despojarnos de todas las adherencias culturales que no nos dejan ser la Iglesia de Jesucristo.

Hemos de acompañar el sentirnos miembros de una Iglesia que es comunión para la misión. Acompañar para realizar la misión evangelizadora en el mundo obrero y del trabajo. Una misión evangelizadora eclesial: como comunidad de Jesucristo y como cristianos laicos en el mundo. Una misión evangelizadora de palabra (anuncio-denuncia) y de obra (compromiso). Una misión evangelizadora que se concreta en un compromiso expresión, no solo de la caridad personal, sino también de la caridad sociopolítica. Y, por tanto, que escucha el clamor de los pobres, que cuida, acompaña y se solidariza con su sufrimiento, que une amor y lucha por la justicia y que afronta las consecuencias, pero también las causas del empobrecimiento y la deshumanización. Una misión evangelizadora que quiere generar comunión con el mundo obrero y del trabajo. Y que tiene las siguientes claves.

Acompañar la vida de las personas. El acompañamiento de los hombres y mujeres del trabajo. Es fundamental que nos acompañéis para que nosotros acompañemos. Es en esa relación donde ayudamos a que las personas sepan qué les pasa, se planteen sus las causas de su situación, y juntos nos plateemos cómo afrontarlas. Es un proceso de concienciación y de valoración de su identidad obrera, de personalización y reconocimiento de su dignidad y de evangelización.  Es en este proceso de acompañamiento de compañeros y compañeras donde los cristianos laicos en el mundo obrero intentamos que se produzca la trilogía: testimonio / amistad / anuncio explícito de Jesucristo.

Colaborar al cambio de mentalidad. Sembrar de valores evangélicos nuestra cultura, nuestros ambientes. Y esto hacerlo junto a nuestros compañeros y compañeras de trabajo y de nuestros barrios obreros. San Juan Pablo II nos decía que es fundamental hacer el Evangelio cultura. La cultura es el aire que no vemos pero que lo necesitamos para vivir y que condiciona y orienta esa vida.

Y afrontar las estructuras de pecado. “También hoy, el Jubileo es un evento que nos impulsa a buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra. Al comienzo de este Año de gracia (…) nosotros quisiéramos ponernos a la escucha del «grito desesperado de auxilio» que, como la voz de la sangre de Abel el justo, se eleva desde muchas partes de la tierra (cf.  Gn 4,10), y que Dios nunca deja de escuchar. También nosotros nos sentimos llamados a ser voz de tantas situaciones de explotación de la tierra y de opresión del prójimo. Dichas injusticias asumen a menudo la forma de lo que san Juan Pablo II definió como «estructuras de pecado», porque no se deben sólo a la iniquidad de algunos, sino que se han consolidado —por así decirlo— y se sostienen en una complicidad extendida”. (Mensaje del papa Francisco para las LVII Jornada Mundial de la Paz 2025).

Transformar las estructuras lleva comprometerse en las organizaciones del mundo obrero y del trabajo. Tarea complicada. Organizaciones que no son perfectas. Pero donde solo podemos fecundarlas, desde la DSI y el Evangelio, estando dentro. Es clave el acompañamiento de toda la comunidad eclesial y, especialmente, el vuestro. Aquí es fundamental no olvidar el principio de la Encarnación de Dios. Se encarnó en la debilidad humana, ¿cómo no hacerlo los cristianos?

Colaborar a construir y dar visibilidad a experiencias alternativas en la forma de vivir personal y socialmente.

Para terminar. Este acompañamiento requiere de sacerdotes que estén dispuestos a hacerlo. Estar en estas cosas es estar en vuestro ministerio. Esto no es cosa de unos pocos ni de afición. Es fundamental acompañar desde los movimientos apostólicos en el mundo obrero; sin ellos no hay pastoral obrera y del trabajo. Pero también es clave potenciarla y acompañarla desde nuestras parroquias; sin ellas no habrá Pastoral Obrera de toda la Iglesia. La exposición de José Ramón nos ha ayudado a ver cómo poder hacerlo.

Que el Cristo Obrero, el Divino Obrero de Nazaret nos ayude a todos.

Gracias.