El hijo de Dios nace en medio del genocidio palestino

El hijo de Dios nace en medio del genocidio palestino
Nacimiento montado en una iglesia de Belén, en Cisjordania ocupada. (2023)

Si hoy en día hay un lugar donde se sobrevive con un inmenso dolor y sufrimiento que nos horroriza es en Gaza; no tenemos palabras para describir tanta crueldad, brutalidad y monstruosidad. Y, ante esto, tenemos los sentimientos petrificados de ver cada día niños y niñas inertes, sin vida, en el regazo de sus padres y madres abrazándoles, negándose a despedirse de su criatura que hasta hacía un tiempo jugaba, sonreía, se enfadaba y se les abrazaba buscando su cariño y su seguridad. Nos produce una gran indignación, rabia y seguimos sin entender cómo el pueblo judío que sufrió el exterminio, junto con gitanos, comunistas, discapacitados, etc., esté provocando un genocidio en Gaza y masacrando en Cisjordania. ¡Qué inmenso fracaso de la humanidad! Se consistió y se apoyó el exterminio de judíos por el nazismo y ahora se consiente y se apoya el genocidio palestino por el sionismo.

Como creyente en el Dios de Jesús, como creyente quiero celebrar el Dios con nosotros y nosotras estas navidades, recordar la encarnación del Hijo de Dios en Jesús de Nazaret, gracias a María, esa gran mujer, que hizo posible lo imposible, que fue madre y que como madre dio todo su amor a Jesús, su hijo.

Como creyentes vemos la imagen de María embarazada y José buscando algún lugar destruido para dar a luz, llenos de miedo por las bombas que caen y las balas que solo buscan quitar una vida palestina. Veo a María y a José con su hijo recién nacido y veo a esas madres y padres gazatíes con sus hijos asesinados. Veo a María y a José con su hijo huyendo de Herodes y veo a esas madres y padres gazatíes con sus hijos huyendo de Netanyahu. Leo el pasaje de esos niños asesinados por los soldados mandados por Herodes y veo a esos niños y niñas asesinadas por soldados israelíes mandados por Netanyahu. Veo el horror de antes y veo el horror de ahora. Incluso hemos dejado de ver imágenes porque son insoportables para cualquier persona con un mínimo de humanidad.

El Hijo de Dios nace en Gaza, en medio de un inmenso dolor de un pueblo que lo arrinconan, y una vez arrinconado son bombardeados. El Hijo de Dios nace en esa terrible y espantosa imagen de esos padres y madres con sus hijos e hijas en brazos corriendo entre los escombros para llegar a un hospital asediado, prácticamente sin recursos y desbordados y cuando llegan, posiblemente, solo puedan certificar su muerte, otra muerte más. El Hijo de Dios nace en ese pueblo horrorizado que ve cómo sus seres queridos mueren o sus hijos beben agua contaminada y sin ingerir prácticamente alimentos. El Hijo de Dios nace en ese pueblo palestino y también en los rehenes y sus familias, tanto israelíes como palestinos. El Hijo de Dios nace en ese éxodo palestino de no saber dónde dirigirse, perdidos, concentrándose miles de personas con la esperanza de que todo termine de una maldita vez, pero, sabiendo que no van a morir solos cuando sean alcanzados por los misiles de los aviones israelíes. El Hijo de Dios nace en esas personas debajo de los escombros, en esos gritos y gemidos de los supervivientes que piden ayuda y Dios nace en esas personas que acuden en su ayuda jugándose la vida, utilizando sus manos como instrumentos, porque no tienen otra cosa. El Hijo de Dios nace en esa niña, en ese niño palestino tembloroso, herido, que llama a su madre, pero, que no va a acudir porque está entre los escombros de lo que un día fue su casa, su hogar.

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María y José, sin saber de dónde sacan las fuerzas, sonríen a los palestinos que comparten el espacio y que se ayudan compartiendo lo poco que tienen; sonríen a los miembros de UNRWA, de Médicos Sin Fronteras, a todo el personal de ayuda humanitaria que permanecen, a todo el personal que mantienen los hospitales abiertos.

María y José lloran cuando escuchan que el estado de Israel tiene el derecho a defenderse, que se traduce en justificar la limpieza étnica desde 1948; lloran cuando escuchan a muchas gobernantes apoyar a Israel con armas, criminalizando las protestas contra este genocidio. María y José lloran de ver tanto dolor alrededor y protegen con sus débiles cuerpos a Jesús para intentar evitar que una bala lo alcance o la explosión de un misil siegue su vida. El niño Jesús llora cuando oye el estruendo de los aviones.

El Hijo de Dios nace en los que luchan por la paz, por los que denuncian este genocidio, por los que se manifiestan para que acabe este horror. El Hijo de Dios nace en esos israelitas que piden que se pare este genocidio y se respeta la vida de los palestinos. El Hijo de Dios nace en los que siguen luchando por ese mundo que construye humanidad y que grita: ¡basta ya de tanta barbarie!

Ante tantas amenazas, tantas guerras, tanto racismo y xenofobia es difícil hablar y creer en la esperanza. El nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, sigue siendo esperanza porque inauguró un nuevo reinado donde nos situamos al lado de las víctimas y en conflicto con los que causan las injusticias y atentan contra la dignidad de la humanidad, contra quienes provocan las guerras y quienes son cómplices.

El nacimiento de Jesús sigue siendo una invitación a celebrar la vida a pesar de tanto dolor, a no rendirnos cuando todo se oscurece y a no dejar de caminar por construir ese mundo bueno que emana del reino de Dios.

Desde el pesebre, José y María y el niño Jesús nos siguen llamando a la ternura, a la fraternidad, al compromiso por la vida desde la propia vida. Por eso, deseamos felices navidades y que no dejemos de ser signos de esperanza, porque como decía Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo”.

Feliz Navidad y sigamos amando, luchando, soñando y cuidando la vida.