«Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que se acerca el verano»
Lectura del Evangelio según san Marcos (13, 24-32)
Pasado el sufrimiento de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria. El enviará entonces a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo.
Fíjense en el ejemplo de la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que se acerca el verano. Pues lo mismo ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está cerca, a las puertas. Les aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino solo el Padre.
Comentario
Apocalipsis viene del griego y significa desvelar, ver con claridad, parece que quiere escudriñar el futuro, pero en el fondo lo que analiza es el presente, del que tiene una visión negativa, invita a la resistencia en tiempos difíciles, con la confianza en la intervención de Dios, que es siempre liberadora, innovadora. Siempre hay un Dios que se muestra de alguna manera y que rescata, libera, salva.
Estamos en el sermón escatológico de Marcos, un texto con tono apocalíptico y, por lo tanto, nada fácil de entender. Pero, como texto apocalíptico y típico de la esa época, se entendía desde el afán de llenar de esperanza a los cristianos que vivieron la inquietud de la caída de Jerusalén con la destrucción del templo y la dispersión de los judíos. Era recordar aquellas palabras de Jesús que llenaran de confianza ante la situación dolorosa que se vivía.
El texto recoge los últimos versículos del sermón escatológico cuyo tema central es la venida del Cristo. La escenografía es dramática, la naturaleza entera se desmorona, utiliza las visiones del libro de Daniel con un personaje que llena de esperanza solo con verlo venir, el Hijo del Hombre, uno de los nuestros que llena de sentido a la humanidad.
La parábola de la higuera habla de cómo la total destrucción tiene en sí misma brotes de vida y esperanza, seguramente se refería a la caída de Jerusalén, por otra parte, reafirma la fuerza de la Palabra de Jesús.
Uno de los problemas que aparecen en el cristianismo primitiva era la creencia en la inminente venida de Jesús, la parusía. El texto responde a esta situación, pero al final no concreta, solo afirma que, a pesar de que se ven signos del final, de la escatología, nunca iban a saber el día ni la hora de la venida del Jesús.
Creo que vivimos una época muy especial, el lenguaje de la calle, de la gente tiene toque apocalíptico: «esto está muy mal», «a dónde vamos a parar», «no se ve salida», «ya no creemos en nada», «no se puede creer en la política», «no se puede creer en los bancos», «ya hay que desconfiar de todo», «la verdad no existe»… las desgracias naturales nos desbordan y nos sobrecogen, y vivimos un clima exasperado, polarizado y, en muchos momentos, violento. Una frase me llamo la atención el otro día en el bar en el que tomaba un café: «esto no lo arregla ni Dios».
En el siglo pasado se ha venido hablando del final de la religión en la sociedad moderna. Se impuso la idea de que el progreso y la ciencia llevarían a una sociedad emancipada, próspera y llena de sentido. Nuestra confianza había sido puesta en la capacidad del mercado en reaccionar, de los bancos de ser garantistas de nuestros ahorros, en la capacidad de los que mandan en buscar salidas, de la ciencia para buscar soluciones a todo, nuestra confianza puesta en la naturaleza, «que es sabia» y sabrá reaccionar ante el castigo a la que la tenemos sometida… los seres humanos fundamentamos nuestra vida en la confianza y, en un mundo con tan poca referencia a Dios y poca fe en Él, está lleno de seres humanos que han puesto sus vida en manos de bancos, políticos, ciencia… en la capacidad del ser humano y de la naturaleza de salir de los entuertos en los que nos metemos, en una suerte de liberalismo total que está, a todos los niveles, también en la UCI.
Las crisis nos han roto, ha sido el cachetón ese que nos dan cuando mejor estamos y teniendo la mejor de nuestras sonrisas; de pronto, ¡plaf! nos llega y no sabemos quién lo ha dado… se nos queda «cara de póker» y sin capacidad de reacción.
Eso de que «esto no lo arregla ni Dios» es lo contrario de los textos que se nos presentan hoy que, desde una lectura actual, nos invitan a cambiar nuestras confianzas, nuestras «fes». ¿No será el momento de mirar al otro lado? ¿No será el momento de mirar al Hijo de hombre y preguntarle qué sentido tiene todo? ¿No será el momento de ofrecer a Jesús como propuesta liberadora? ¿Su reino como acontecimiento fraterno, que incide en la historia, transformadora de la realidad? Las motivaciones de Jesús, toda su vida con sus luchas y valores, su visión de la persona y del mundo siguen inspirando a quienes nos llamamos sus seguidores y seguidoras. Jesús inspiró una forma de vida que sigue siendo actual.
¿Nos creemos que tenemos propuestas concretas para acompañar los desencantos de las personas con las que compartimos la vida? ¿Podemos hacer visibles experiencias que nos permitan decir «vengan y vean otro mundo es posible»? ¿Tenemos o no tenemos una propuesta de sentido?
El papa Francisco nos dice recientemente: «En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones» (Dilexit nos 9).
Recuperar a Jesús, el de Nazaret, el Cristo, es una riqueza para esta humanidad dañada, herida y desesperanzada. Somos los brotes de la higuera de Jesús, está cerca… está en medio de nosotros y nosotras. El reto es saber presentarle, saber transmitirle, facilitar la experiencia del encuentro… hoy la propuesta de sentido no es intelectual.
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Consiliario general de la HOAC