«Estén siempre en vela, pidiendo fuerza»

«Estén siempre en vela, pidiendo fuerza»

Lectura del Evangelio según san Lucas (21, 25-28.34-36)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: –Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. La gente quedará sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo de Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza: se acerca liberación de ustedes. Tengan cuidado: no se les embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se les eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todo habitante de la tierra. Estén siempre en vela, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manténganse en pie ante el Hijo de hombre.

Comentario

Todos los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) tienen un discurso escatológico de Jesús en Jerusalén; un discurso con tono apocalíptico y con muchas dificultades para ser entendido. La escatología nos habla del final de la historia, su sentido y acontecimientos que le rodean.

Lo que hemos leído pertenece el final de ese discurso, en ese tono apocalíptico que refleja los miedos e incertidumbres de aquellas pequeñas comunidades cristianas frágiles que vivían en medio de persecuciones, con un futuro incierto, que esperaban la venida de Jesús como esperanza de liberación y con una pregunta ¿cuándo va a venir? y ¿cómo será esa venida? Se destaca el desorden del universo, la venida del Hijo del Hombre que nos recuerda al libro de Daniel y que Lucas lo identifica con Cristo y, finalmente, la actitud vigilante.

Dos actitudes ante el final de la historia, que llegará algún día, pero también para el hoy. Este hoy donde las crisis se nos acumulan, crisis migratorias, catástrofes naturales, crisis ecológica, desigualdades sociales, problemas muy graves de vivienda, precariedad laboral y crispación política, mentira institucionalizada (posverdad)… ante esto dos actitudes para vivir los tiempos difíciles, ante el miedo («el miedo mata la esperanza»), la confianza total y absoluta de que Dios está de nuestra parte, de que Dios quiere la vida y la dignidad de las personas, Dios, en Jesús de Nazaret, nos trae liberación, y, por lo tanto, la segunda, hay que estar en pie, despiertos en esperanza activa, comprometida. 

No tener miedo, ese miedo que nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos, meternos en las sacristías creyendo que lo que está a nuestro alrededor es una amenaza. Dejándonos llevar por discursos populistas que nos paralizan, seudolíderes que son profetas de calamidades que nos invitan a dejar las cosas como están, que buscan las soluciones seguras e individualistas y que llevan al racismo, la xenofobia, machismo, al olvido de las personas más empobrecidas, a la precariedad laboral, a la falta de equidad, nacionalismos intolerantes, miedo al diálogo, imposición ideológica, liberalismo a ultranza, la utilización de la religión para la división y el miedo… «no vayan tras ellos» nos dice Lucas al comienzo de este capítulo.

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La otra actitud: tener la cabeza levantada en el combate y eso nos lo ha inculcado la Iglesia con el óleo del Bautismo, luchamos no solo para defendernos del mal, para no caer en el círculo del mal, ¡no!… Luchamos para construir el sueño de Dios, hacer posible la fraternidad. Un Padre, un reino, un referente, una fuerza el Espíritu, una fraternidad, para humanizar nuestro mundo, para que la bondad, el amor sean realidad. Toda nuestra lucha por un mundo nuevo, por un ser humano distinto, no será inútil… estamos haciendo presente el futuro que Dios nos regala. Esta es la escatología cristiana, el futuro, el proyecto de mundo que Dios nos presenta en Jesús, el Reino de Dios, la liberación, ya lo hacemos presente en pequeñas porciones.

El sínodo tiene que ayudarnos a caminar juntos y juntas en estos tiempos donde la Iglesia tiene aportar presencia servicial en nuestro mundo, como nos dice el papa Francisco estar «a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas… escuchemos». Desde ahí, desde nuestra encarnación en el mundo y en su dolor, aportar confianza, Dios que está de nuestra parte y aportar oasis, espacios, lugares que son signos, señales, ejemplos claros y vivenciales de que otro mundo es posible.

Tenemos que estar preparados, pendientes, activos, porque Dios, si me lo permiten, se juega su futuro en el presente. Nosotros hacemos creíbles a Dios en la medida en que intentamos hacer hoy presente, con nuestra vida y compromiso, la promesa definitiva de Dios. Nuestra espera es activa, construimos ya lo que tienen que venir. Dios pondrá el resto.

Y una pregunta insistente en este tiempo, ¿cómo es mi esperanza comprometida? ¿soy un motivo de esperanza para la gente que me rodea? Pidamos fuerza y estemos en pie, él está en medio de nosotros, delante de nosotros y la fuerza de su Espíritu nos empuja. Por eso gritamos ¡ven Señor Jesús!

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