En memoria de Pepe Rodier

En memoria de Pepe Rodier

Caza al alcance
Fray Juan de la Cruz

Pepe Rodier
se miraba en el espejo de fray Juan de la Cruz.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Fray Juan de la Cruz

1

Fray Juan de la Cruz muere en Úbeda el 14 de diciembre de 1591
con 49 años de edad a las 12 de la noche.

Fray Juan de la Cruz venía
con la muerte a las espaldas
royéndole en su interior
por los caminos de olivos
de los campos de Jaén.
El padre prior del Carmelo
de los descalzos de Úbeda
le abre a regañadientes
las puertas de su convento.

Fray Juan apenas respira,
las piernas no le sostienen,
los dolores le traspasan
como un cuchillo de acero
los huesos y las entrañas.
Le alojan sin compasión
en la celda más ruinosa,
por las rendijas entraba
a mordiscos el invierno.

Fray Juan de la Cruz moría
como se mueren los pobres
sin apenas meter ruido,
transparente el corazón.
A las doce de la noche
de un catorce de diciembre
les dice a quien le acompaña
que sube a rezar maitines
con los ángeles del cielo.
La llamada a la oración
era un eco en las alturas
sobre los verdes olivos
de los campos de Jaén.

2

Juan de Yepes, más tarde y para siempre fray Juan de la Cruz,
nace en
Fontiveros el 24 de junio de 1542.

Fontiveros es un pueblo
de barro, piedra y ladrillo
en medio de La Moraña.
La parroquia es una mole
que recorta su silueta
contra el ancho azul del cielo
al clarear la mañana.
La sequedad de los campos
ondulan el horizonte
hasta perderse a lo lejos.
En la distancia relumbran
los montes grises de Gredos
blancos de nieve en invierno.
A Fontiveros le cruzan
lo mercaderes que acuden
a las ferias de Medina
desde todos los rincones
de una Europa sin fronteras.
Un niño juega en la calle,
pobre como un gorrión,
Juan de Yepes es su nombre.

3

Fray Juan de la Cruz ingresa en 1563 en los Carmelitas de Medina del Campo.
Cuatro años más tarde, en septiembre de 1567, conoce a Teresa de Jesús
y le gana para la Reforma del Carmelo.

Fray Juan de Santo Matía
es un fraile carmelita.
Sueña con llegar al cielo
por el camino más corto
abandonando el Carmelo
para entrar en la Cartuja.
Aspira a vivir la vida
en la soledad de Dios
sin vivirla en este mundo.

La madre Teresa busca frailes
para la Reforma, quiere rescatar
la esencia del primitivo Carmelo.
Busca frailes ermitaños
de intensa viva interior
al servicio de la Iglesia.
En la ciudad de Medina
a Juan de Santo Matía,
Teresa de Jesús le habla
de cómo llegar al cielo
con los pies sobre la tierra.

Fray Juan de Santo Matía
a partir de este momento
será fray Juan de la Cruz,
porque así lo quiere Dios.

4

Fray Juan de la Cruz viaja, a primeros de octubre de 1568, a Duruelo
para
fundar el primer convento de Carmelitas Descalzos.

Fray Juan de la Cruz camina
por los senderos de barro
de La Moraña en otoño.
Va camino de Duruelo
para fundar un convento
de carmelitas descalzos
en un cobertizo en ruinas.

La soledad de los campos
le acaricia el corazón,
en la quietud del espíritu
donde sobran las palabras
y se oye la voz de Dios.

5

Fray Juan de la Cruz es apresado el 2 de diciembre de 1577 en Ávila
y encarcelado en el convento de los Carmelitas Calzados de la ciudad de Toledo.
Nueve meses más tarde, en agosto de 1578, consigue darse a la fuga
saltando de desde una ventana.

Toledo es un agujero,
oscuro como la noche
para fray Juan de la Cruz.
Calabozo de miseria,
sin ventanas, sin estrellas,
sin el resplandor del alba…
Pero una fuente
manaba oculta en su corazón,
una fuente de agua viva.

Latigazos en la espalda,
ayunos sin compasión,
con la intención de romper
la fortaleza del roble
enraizada en su interior…
pero una fuente manaba
oculta en su corazón,
una fuente de agua viva.

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Nueve meses prisionero.
Frío de noche en invierno.
Hielo encendido en el alma.
Calor sin aire en verano
frente a un muro sin ventanas.
Ni una palabra de aliento…
Pero una fuente manaba
oculta en su corazón,
una fuente de agua viva.

Cuando todo estaba en calma
y los pasillos en sombra,
buscaba la libertad
a través de una ventana
suspendido en el abismo
dos horas antes del alba.
El río Tajo a sus pies
era un oscuro temblor
como la boca de un lobo…
Pero una fuente manaba
oculta en su corazón,
una fuente de agua viva.

Los ondulados tejados
de la dormida ciudad
despertaban alumbrados.
No vivir para vivir
la libertad de la luz.
En Toledo amanecía…
Pero una fuente manaba
oculta en su corazón,
una fuente de agua viva.

6

Fray Juan de la Cruz, en octubre de 1578, es nombrado prior
del convento El
Calvario en la provincia de Jaén.

Al hermano cocinero
del convento de El Calvario
le acompaña un viejo burro
soñoliento y resignado,
olisqueando las hiervas
que nadie había plantado.
Los carmelitas son pobres,
pobres de solemnidad.
Como no tenían nada
ni tan siquiera un mendrugo
para cenar esa noche,
las hiervas que el burro
come las pueden comer los frailes.
El Padre Santo les cuida
como cuida de las aves
y de los lirios del valle.
Era fray Juan de la Cruz
el padre prior de El Calvario,
un hombre libre por dentro.

7

Fray Juan de la Cruz, en el mes de mayo de 1582,
es el prior de convento de
Los Mártires de Granada.

Fray Juan amaba el silencio,
el silencio de las flores,
en la soledad del campo.
Sierra Nevada en el aire.
Todo le hablaba de Dios
en la quietud de la tarde,
en el azul de los cielos,
en el rumor del torrente
que relumbra entre las piedras.
Todo vibraba en silencio.
Todo le hablaba de Dios.
Los pájaros en las ramas
de los chopos del camino
presentían el crepúsculo
antesala de la noche.

8

Fray Juan de la Cruz, en el mes de mayo de 1593,
recibe sepultura en el convento de los carmelitas de Segovia,
el convento que él mismo había fundado en el año 1586.

Segovia ciudad del aire
en el cielo de la tarde.
El Alcázar penetraba
con la aguja de sus torres
solitario en las alturas.
Aquietado en el sepulcro,
Juan de la Cruz reposaba
sumido en la oscuridad
del ensueño de la muerte.
El silencio resonaba
por los rincones del templo
como un susurro en la calma.
En la hondura del paisaje,
las aguas del río Eresma
reflejaban temblorosas
la desolada arboleda.
La voz de Dios en el viento.
El otoño acariciaba
la soledad de las lomas
perdidas en la distancia,
y el carmelita poeta,
por fin, en aquel instante,
le daba caza al alance.
Instante de eternidad.

 

Pepe Rodier era un hombre bueno sin aspavientos. Había nacido en
París a la sombra de Notre Dame en la calle Saint Denis.
Toda su vida se la consagró como sacerdote al mundo obrero en
Vallecas, en Getafe, en Leganés y en el barrio de San Blas.
Para él, fray Juan de la Cruz fue algo más que un poeta, fue antes que
nada, un espejo en el que mirarse y encontrarse. Murió, demasiado
viejo, hace apenas una semana en Madrid. Ya digo, todos los que
le conocieron, le tenían por la persona más buena del mundo.

Del libro Raíz del corazón.
Ediciones Vitruvio, 2023