Un viaje hacia la sinodalidad: reflexiones y esperanzas
Con la maleta preparada y el corazón dispuesto, se aproxima la partida a Roma para participar, del 2 al 27 de octubre, en la II Sesión de la XVI Asamblea de este Sínodo tan particular que, por uno u otro motivo, no ha dejado a nadie indiferente.
La importancia de informar y participar
Padres y madres sinodales, junto a toda la Iglesia, hemos agotado el tiempo de espera entre asambleas. Todo un año para cumplir el mandato solicitado al final de la asamblea anterior: «El Señor nos llama ahora a volver a nuestras Iglesias, para transmitir a todos vosotros los frutos de nuestro trabajo, para continuar, juntos, el camino». Una espera que, a pesar de los vientos en contra, no ha sido estéril ni ha apagado el ardor vivido en la asamblea pasada.
El mandato estaba más que justificado. La falta de información, así como la desinformación interesada, habían ido generando imágenes desenfocadas del proceso sinodal y, especialmente, de los trabajos de la primera asamblea. Pero también he podido apreciar cómo, al presentar lo vivido, era recibido como «buena noticia» y acogido con esperanza y anhelo de una Iglesia viva.
Reflexión sobre el desinterés y el rechazo
Mi percepción es que ha ido decayendo el interés por el proceso sinodal en una parte importante de nuestra Iglesia española.
Es necesario reflexionar profundamente y con humildad acerca de cómo es posible, por parte de algunos, un rechazo tan visceral cuando la sinodalidad nos conduce a una Iglesia «al estilo de Jesús», donde juntos vamos rescatando los valores de aquella Iglesia entusiasmante plasmada en el Concilio Vaticano II y que se sostiene en el ardor apostólico de las comunidades primitivas. Como respuesta a este rechazo, solo se me ocurre el temor a perder privilegios y poder.
Confieso que me cuesta comprender la falta de entusiasmo ante este Sínodo de carácter eclesial, donde se está realizando un proceso revolucionario que otorga derecho de presencia, voz y voto en igualdad a laicos, laicas y miembros de la vida consagrada, junto a los obispos. Un Sínodo donde nunca nadie pudo soñar que una mujer pudiera ser presidenta delegada en la asamblea.
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Expresidente de FRATER España. Laico nombrado por el papa Francisco para participar, con voz y voto, en el sínodo sobre la sinodalidad.