Políticas migratorias
La gestión de la realidad de las migraciones no es sencilla y se complica más aún cuando, como sociedad, parecemos incapaces de asumir dos cosas.
Por una parte, sus causas: en muchos lugares las personas no pueden vivir en las condiciones mínimas necesarias para una vida digna, ya sea por las diversas formas de violencia armada o la represión, ya sea por la pobreza extrema y las abismales desigualdades de nuestro mundo, provocando que muchas personas tengan la necesidad de salir de su tierra para buscar oportunidades de vida. Por otra parte, no aceptar que salir de la propia tierra para buscar oportunidades de vida es un derecho fundamental de toda persona, no aceptar en la práctica la igual dignidad de todas las personas, hayan nacido donde hayan nacido. Nos situamos como si nosotros fuéramos más dignos y tuviéramos más derechos que quienes han nacido en otros lugares, en particular si son personas empobrecidas.
Por negar en la práctica esas realidades, las políticas migratorias de la Unión Europea son un enorme fracaso y son cada vez más inmorales, inhumanas e indecentes. La experiencia de muchos años dice que pretender levantar muros ante las migraciones lo único que logra es provocar sufrimiento y muertes, sin resolver nada. La gestión de las migraciones se ha complicado más aún con los indecentes discursos de la extrema derecha y otras fuerzas políticas de derechas. Hablar de «invasión», de la necesidad de «blindar las fronteras», de «deportaciones masivas», de «identidades culturales» en peligro, de «nosotros primero», de migrantes buenos y malos según su procedencia, cultura o religión, identificar migración con delincuencia…, falsea profundamente la realidad. Usa como pretexto las políticas migratorias para la bronca partidista en busca de un mezquino mercadeo de votos que es indecente e inhumano. Deforma completamente las cosas y pretende enfrentar a las personas trabajadoras entre sí, enmascarando la realidad como si el problema no fuera la desigualdad. Y esos discursos contaminan algunos sectores de la sociedad y las prácticas de otras fuerzas políticas.
El caso de España refleja esa misma situación. La extrema derecha (Vox, Aliança Catalana…) y la derecha del PP y Junts han convertido las políticas migratorias en un campo de bronca partidista. Cualquier cosa menos reconocer que tenemos una política y unas leyes migratorias que, en lugar de ayudar a una gestión humana de esta realidad, no hacen sino crear problemas. Un caso muy claro es el de los cientos de miles de personas migrantes que, aunque viven y trabajan desde hace muchos años entre nosotros, lo hacen en condiciones indignas porque nuestras normas las han convertido en personas con una situación administrativa irregular. Lo que está ocurriendo con la atención a los menores no acompañados que llegan a nuestro país es en extremo insoportable e indecente y una muestra de falta absoluta de vergüenza. Mientras se llenan la boca con la palabra «igualdad» se niegan a acoger obligatoriamente a esos menores en las comunidades donde gobiernan. Dejan abandonados a los menores y a las comunidades que están desbordadas por su llegada, Canarias y Ceuta. Parece que todo vale para alimentar la bronca partidista.
Necesitamos un profundo cambio de perspectiva en las políticas migratorias. Como en muchas otras cosas, solo desde el reconocimiento de la igual dignidad –y, por tanto, derechos– de todas las personas, de la prioridad de las necesidades y derechos de los más vulnerables y del destino universal de los bienes –es decir, el derecho de toda persona a disponer de lo necesario para una vida en condiciones dignas– podremos situar las políticas migratorias en una perspectiva de humanidad y justicia. No resolverá automáticamente todo, pero nos ayudará a avanzar en el camino correcto, saliendo de la senda de inhumanidad en la que ahora estamos. •
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Comisión Permanente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
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