Nuestra lucha contra una política inhumana
En un momento en que en Europa, América y Asia se denuncia el ascenso y el intento de llegar al poder por parte de la extrema derecha, en África Oriental, Central y Occidental, por nombrar solo algunos, estamos asistiendo a regímenes totalitarios, corruptos y represivos.
Desgraciadamente, el auge de los extremos va en detrimento de los más pobres. Nos apropiamos del poder, de la riqueza, del poder económico. Saqueamos los recursos naturales para nuestras propias necesidades o deseos en detrimento de los pueblos del lugar.
El campo de fuerza que produce la política ya no se construye en torno a los polos de «izquierda vs. derecha», «socialismo vs. capitalismo» o «comunismo vs. fascismo»; pero se sustituye por una representación del centro extremo: «centro vs. extremos». Esto equivale a borrar lo que diferencia sustancialmente a la izquierda de la derecha en favor de una perspectiva neutral de la política donde cualquier problema social encuentra su solución técnica.
El verdadero fracaso es el de la democracia capitalista o la «economía de mercado» que prometió prosperidad para todos a finales del milenio pasado. El neoliberalismo, una versión ultrasofisticada del modo capitalista de acumulación y cuyo impulso triunfal ha sido llamado «globalización», nos ha llevado al borde del abismo. Ya sea que lo tomemos desde la perspectiva de la desigualdad, la precariedad, la pobreza o el medio ambiente, llegamos a la conclusión de un fracaso rotundo de nuestro modelo económico.
Las consecuencias políticas son formidables. Tanto en Estados Unidos como en Europa, la gente regurgita las políticas neoliberales votando a partidos políticos xenófobos, ultranacionalistas o ultraconservadores. Están apoyando cada vez más a bufones megalómanos como Donald Trump, porque, probablemente, sea menos humillante para un ciudadano desposeído alinearse detrás de un rebelde desorientado que ceder una vez más al chantaje de los llamados «menos malos» propuestos por el establishment neoliberal.
¿Debemos seguir soportando la alternancia en el gobierno entre neoliberales de izquierda y neoliberales de derecha, como hemos visto durante los últimos treinta años, a pesar del callejón sin salida civilizatorio al que nos han llevado estas políticas?
Solo queda una opción: seguir trabajando por transformaciones radicales y democráticas sobre el terreno para construir la justicia social en una economía para la vida en la que cada persona valga más que todo el oro del mundo. ¡Lo que los miembros del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC) han hecho y siguen haciendo en todo el mundo para permitir que cada persona recupere su dignidad y alimente la esperanza de otro mundo posible!
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Movement of Christian Workers (MCW)
Representante de Norte y Centroamérica