Crece el clamor de la Iglesia por el Trabajo Decente

Crece el clamor de la Iglesia por el Trabajo Decente
Al llegar al ecuador de las celebraciones de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente en torno a su Jornada Mundial, repasamos algunas de las actividades organizadas para que lo que hoy, en muchos lugares del país, sigue siendo una quimera sea un sueño cumplido para cada vez más personas y colectivos.

El trabajo decente ha aglutinado el esfuerzo de muchas y diversas entidades eclesiales desde hace 10 años, como un anhelo compartido por hacer realidad relaciones laborales verdaderamente humanas y reconocer el trabajo esencial de cuidados, tantas veces invisibilizado.

Ya son 21 las actividades, entre intervenciones públicas, charlas, vigilias y Eucaristía, organizadas por las plataformas diocesanas, desde el 25 de septiembre hasta ayer 6 de octubre, en Granada, Bilbao, Elche, Burgos, Castelló, Palencia, Zaragoza, Málaga, Córdoba, Almería, Sevilla, Astorga, Canarias, Alcalá de Henares, Jaén, San Fernando y Madrid.

Mañana también en Madrid, pero esta vez, organizada por las entidades promotoras de la Iniciativa por el Trabajo Decente, se celebra una jornada de encuentro y diálogo en torno a sus retos pendientes, con la participación de la pastoral del trabajo de la Conferencia Episcopal (CEE), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Comisiones Obreras (CCOO).

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En pleno siglo XXI, en una España englobada en una de las áreas económicas mundiales más prósperas, todavía hay mujeres trabajadoras que habitan “zonas de sacrificio” de las que muy raramente se habla, como las temporeras de los frutos rojos en Huelva, cuyos testimonios fueron compartidos por la diócesis de Jaén.

En Bilbao, le tocó a Sergio un joven de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), exponer su vivencia de la precariedad laboral, para reconocer que lo que ayuda a sobrellevar esta situación es “compartir con los amigos, poder hablarlo”.

Casi un centenar de personas recorrieron las céntricas calles de Madrid, entre viandantes, establecimientos comerciales abiertos y espectáculos musicales tanto callejeros como oficiales.

Sergio expuso su experiencia de precariedad laboral generada por el encadenamiento de “contratos y momentos de desempleo”, con jornadas que se alargan, sin garantizar descansos, donde a menudo “no encuentras mucho sentido al trabajo que realizas…”

Normalizar la indecencia

En el diálogo anterior a la concentración convocada en la Plaza Nueva de Bilbao fueron apareciendo situaciones similares a la descrita por Sergio. “Son vivencias comunes entre los jóvenes de nuestras familias, en personas que conocemos…”

Efectivamente, jóvenes, mujeres y personas migrantes son quienes están en peor situación llegándose incluso a “normalizar” estas realidades.

José Antonio, militante de la HOAC, implicado en el ámbito sindical resaltó la importancia del trabajo colectivo.

“Hacerse sensible a las situaciones de injusticia, implicarse con los compañeros y compañeras. Contar con un convenio, representación sindical, leyes que regulen las condiciones laborables, la inspección de trabajo… es fundamental”, afirmó.

“Es clave el protagonismo de las personas y el apoyo de las organizaciones que deben estar al servicio de los trabajadores en situación de mayor vulnerabilidad”, resumía como propuesta de mejora, en respuesta al llamamiento del papa Francisco a cuidar el trabajo y a la necesidad, manifestada por el obispo de Bilbao, Joseba Segura, de “luchar porque el trabajo sea una instancia de humanización y futuro”.

Mujer y migrante

La dura realidad de las mujeres migrantes, con común pertenencia a dos de los tres grupos con peores condiciones de trabajo (jóvenes, mujeres y migrantes) centró la charla coloquio organizada por la Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente de Jaén, en la Iglesia de Nuestra Señora de Belén y San Roque, a través de la voz de Ana Pinto, jornalera e hija de jornaleros de Huelva, fundadora de la asociación “Jornaleras de Huelva en lucha” y de Liliana Coronado, de origen peruano, pintora y educadora que ha trabajado como empleada del hogar y en la actualidad como integradora en Proyecto Rajab, acompañando a mujeres migrantes, refugiadas, latinas, árabes, vulnerables…

La próspera agroindustria de Huelva convive con “mujeres que inhalan a diario productos tóxicos de los invernaderos, sin tarjeta sanitaria, chabolistas, bajo una regulación que a menudo las condena a renunciar a derechos básicos”.

La migración circular se traduce a menudo en la contratación de trabajadoras de zonas rurales con “cargas familiares” de las que no se pueden desvincular para asegurar el retorno a sus lugares de origen.

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A través de los testimonios compartidos durante la jornada convocada por la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente de Jaén, con el apoyo de Cáritas, Confer, HOAC, ACG, Pastoral Penitenciaria, Pastoral Gitana y Secretariado de Migraciones de Jaén, se fue construyendo un perfil de las víctimas de la indecencia laboral.

Se trata de mujeres trabajadoras que con 50 años tienen la salud de las de 70, sin red social, juzgadas por su forma de vestir, sin conocimiento del idioma, obligadas a vivir en soledad de un empleo doméstico informal o el anonimato de los invernaderos, sin posibilidad de regularizar su situación y sin que se les otorgue la condición de refugiadas.

No es raro, ver a mujeres andando solas por las explotaciones agrarias, sin servicio de transportes público, expuestas a los abusos laborales, a veces, también sexuales, sin acceso a las bajas por enfermedad, ni a algunos tratamientos médicos que habitan asentamientos calcinados ante la mirada impasible de la Administración.

Posteriormente, durante la celebración de la Eucaristía, el presbítero responsable de la Pastoral del Trabajo, Pedro Montesinos, proclamó que, para la Iglesia, el trabajo decente significa “ser libremente elegido, sin discriminación, que permita satisfacer las necesidades, que consienta a los trabajadores organizarse independientemente, que deje espacio para reencontrarse en el ámbito personal, familiar, social y espiritual y que asegure una condición digna cuando se llega a la jubilación.

De ahí, la necesidad de celebrar el XXX aniversario del documento “La Pastoral Obrera de toda la Iglesia” y de redoblar los esfuerzos de la comunidad cristiana por humanizar el trabajo en defensa de la dignidad de la persona y del cuidado de las personas más vulnerables y la casa común que nos acoge.

Darle la vuelta a la injusticia

La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente de Madrid organizó una marcha reivindicativa este domingo por la tarde por las concurridas calles del centro turístico y comercial, en lo que se convirtió en una metáfora del discurso contracultural de la comunidad cristiana sensible a las condiciones laborales injustas, pero también de la posibilidad de abrir brecha en la mentalidad productivista que domina nuestra sociedad.

En las dos plazas madrileñas se llevó a cago el gesto público diseñado para esta jornada mundial. Un grupo de personas, situadas en línea, cada una con una caja de cartón que habían transportado durante el paseo mostrando las diversas caras de la injusticia en el trabajo, formó las palabras del lema de la campaña “Por ti, por mí… Trabajo decente”.

La última parada sirvió para dar lectura del manifiesto y escuchar las palabras del obispo auxiliar de Madrid, monseñor Vicente Martí, quien destacó la importancia de visibilizar la centralidad del trabajo en la vida de las personas: “Lo que estamos haciendo no es más, pero tampoco menos, que visibilizar algo esencial para la vida de millones de personas como es el trabajo decente”.

También denunció las carencias estructurales del mercado laboral actual como la precariedad, la volatilidad y la escasez de oportunidades. Para la Iglesia, estas condiciones no solo afectan a la estabilidad de las personas trabajadoras, sino que debilitan los fundamentos de la justicia social.

Martín recordó las palabras del papa Francisco, quien define el trabajo decente como aquel que es “libre, creativo, participativo y solidario”, y añadió que debe ser sostenible y respetuoso con el medio ambiente, cuidando la “casa común”.

Con motivo del aniversario, el obispo auxiliar agradeció el compromiso de todas las personas e instituciones que han trabajado durante estos diez años por la dignificación de las personas trabajadoras y animó a seguir soñando con un trabajo decente para todos.

“Soñar no es una ensoñación, sino imaginar otra realidad y buscarla juntos”, subrayó monseñor Vicente Martín, en referencia a la importancia de caminar juntos como comunidad en la búsqueda del bien común.

También tomó la palabra el director del secretariado de Pastoral del Trabajo en la diócesis de Madrid, Juan Carlos Antona para proclamar que “nuestro deseo es que todos tengan un trabajo digno y decente, donde lo más importante sea la dignidad de la persona”.