Polifonía

Polifonía

El día en que bajamos del barco Aquarius a la ciudad de Valencia, como en la casa donde nos acogieron, no había nada, partimos el pollo con las manos, limpiamos bien la mesa y a comer sobre su mármol.

Yo soy Juan de Zumárraga, franciscano, e impulsé el Hospital Real de las Bubas en México. Mi oído se deleita con los murmullos, alborotos, palabras compuestas y jergas callejeras de los que se mezclan aquí dentro. He instalado camas orientadas para que se vean desde las habitaciones de los enfermos las obras de teatro que hacemos dentro del hospital.

Días más tarde compramos un helado en Mercadona, de nata y fresa y nos supo a gloria. Aparecieron cucharas para comérselo. Mi nombre es África.

En una de las obras trajeron tres camellos, los enfermos queremos ver algo más que rostros adustos y penitencias generales representadas en el Corpus Christi.

Yo soy una piedra y dejo que en mí se sienten los que caminan por la dignidad. He visto cómo se frota la planta del pie de una mujer cansada y también he visto beber a dos de la misma botella.

Podéis sentaros y contemplar nuestro huerto. Has llamado a la puerta y has entrado. ¿Qué autobús te trajo hasta el barrio de Torrefiel? ¿El 6? Yo también lo cojo para venir a este centro, a veces, sentada en el fondo cierro los ojos y anticipo la rectitud de los surcos que hemos trazado los que hemos entrado en este programa de acogida.

El derecho es labrar recto.

Ni una cárcel, ni una caverna, ni un sueño, el mundo es una oportunidad para el asombro y para maravillarnos.

Cuentan que mucho antes del helado de Mercadona, de las marchas por la dignidad y también de los camellos en la obra de teatro a Bernabé de Palma se le ocurrió una meditación:

–¿Para qué, Señor mío, muestras tantos misterios a mí, varón tan simple y sin letras?

A lo que el Señor le respondió:

–No son estas cosas para ti solo, ni te las comunico para eso solo, más para la salud de muchos.

En estos momentos en que sujetas el papel de la revista Noticias Obreras y te das cuenta al sostenerla que la dignidad está en el tacto de lo otro, en el oído del afuera, el bruissement al pasar las páginas.

El mal es inmenso.
Escoge bien de qué bando estás, François,
escoge el bando de los pobres,
de los que no tienen
una vivienda digna

Mi nombre es Bertrand Tavernier y filmé la dignidad cuando uno de mis personajes, el director de la escuela de párvulos, Daniel Lefevre, le pide a un padre camionero sin trabajo (su mujer en depresión y su hija viven en una casa sucia y con la luz cortada) que les enseñe el camión a los niños de la escuela.

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Y el parado explica, al lado de su camión rojo, cómo se levanta la grúa bajo la mirada atenta, asombrada y maravillada de los niños bien abrigados en Francia.

Y uno toca el claxon del camión y el padre parado sonríe, dignidad restituida.

Años más tarde, en 2015, el protagonista de esa película, Philippe Torreton escribirá un libro de cartas abiertas a François Hollande, presidente de la república entonces:

Le mal est immense. Choisis ton champ, François, choisis le camp des pauvres, choisis le camp des malogés, sois clairement le leader des exclus et n’y vois de ma part aucun clin d’oeil à tes sondages d’opinion dejà calamiteux…

El autor de este texto traduce:

El mal es inmenso. Escoge bien de qué bando estás, François, escoge el bando de los pobres, de los que no tienen una vivienda digna, sé claramente el líder de los excluidos, y créeme que no estoy haciendo ningún guiño a los sondeos de opinión, que son un desastre…

Tres camellos hacen sonreír a un enfermo, un camión rojo rodeado de infancia, un pollo troceado en una mesa de mármol, un huerto de rectas líneas, un helado compartido, un actor que le escribe a su presidente, una piedra siempre dispuesta…

Aquí termino.