El sermón del Carmen
Sostiene Pereira que este año ha coincidido en Suances con la fiesta del Carmen y admirador de tradiciones y ritos por lo que tienen de misterio, no quiso perderse la función del pueblo. A las once subió desde el puerto hasta lo más alto de la villa donde se encuentra la iglesia con la advocación de La Virgen de las Lindes. La misa era de campaña, en la explanada del portalillo. En primera fila las autoridades autonómicas, municipales y Guardia Civil; detrás del altar, el coro. Oficiantes, un diácono y dos curas. Antes de llegar a las sillas, vendían estampitas, rosarios, pulseras, pendientes y otras bagatelas alusivas a la Virgen del Carmen. El recinto, a rebosar. Del pueblo y alrededores. Un grupo folclórico hizo la primera intervención por el pasillo cantando y bailando con sus manteos vistosos y sus pañuelos floridos.
Un ritual tan repetido y parecido en tantos lugares. Ese es su misterio: el porqué en un mundo en el que todo perece, hasta los grandes imperios, los ritos se eternizan. Los cánticos, las preces, las albas y casullas, el pasar del canastillo de la limosna… igual en todas partes. El globalismo lo inventaron las Iglesias. La diferencia llegó con el sermón. El sacerdote del pueblo, don Baldomero, Hijo adoptivo de Suances, cogió sus tres folios, escritos como siempre a lápiz, y comenzó a leer con voz potente pero pausada. Mientras iba desgranando su sermón le iba recordando aquel otro de Antón Montesinos (s. XVI), dominico del convento de santo Tomás en Ávila, ante los caciques y encomenderos que maltrataban a los indios.
Lástima no tener esos folios y tener que recurrir a la memoria para recuperar sus palabras. “El lema elegido este año es el cuidado de los mares y, sobre todo, de sus gentes”, dijo. Y, a partir de ahí, agradeciendo la presencia de todos y el trabajo de los pescadores, dejó caer que el mar está lleno de muertos, que es una vergüenza, que no se debe callar ante los fanatismos religiosos, políticos o económicos que tratan a las personas como mercancías o como monedas de cambio. Que ya está bien. Que en nombre de Dios no se puede maltratar a los más desvalidos. “Todos somos personas”, casi gritó. ¿Acaso es tan difícil comprender esto? Dios espera que cuidemos el mar y todo lo creado, incluidas las personas. ¿A qué habéis venido aquí? Esto no puede quedarse en mero folclore. ¿No os habéis preguntado qué espera de todos vosotros la madre de Dios y el mismo Dios?
Una fina y cálida lluvia empezó a caer y algunas mujeres cubrieran su pelo con el pañuelo azul de las fiestas que llevaban al cuello. En la comunión, muchas mujeres y pocos hombres, se acercaron a los tres oficiantes que repartían el sacramento. ¿Qué efecto habrían causado entre los presentes las palabras del sermón? ¿Pensarían que no era el momento de aguar la fiesta, como oyó a alguien mientras los mayordomos preparaban las andas de la Virgen antes de iniciar la procesión? ¿Se sintieron interpelados realmente por las palabras de su sacerdote que habla de un Dios que acoge y cuida a los desvalidos, aunque algunos les llamen con desprecio MENAS? ¿Serán esas duras y valientes palabras como fueron tantas veces las de los profetas, “voz que clama en el desierto?
Pereira acompañó a la procesión hasta el puerto mientras oía a los espontáneos gritar, “Viva, la Virgen del Carmen” y responder a otros calle abajo, “¡Vivaaaa! ¿Y la vida de las personas, citadas en el sermón? En un punto, se acercó, se presentó y felicitó a don Baldomero por su sermón. Cuando este oyó Ávila, le dijo: “¡Ah! Santa Teresa. Qué mujer. ¡Solo Dios basta!” En el puerto, varios barcos engalanados con arcos de palmeras y flores de hortensia esperaban impacientes. Subieron a su patrona, salieron al mar y enfilaron la ría de san Martín sonando estrepitosamente sus sirenas. ¿Tendrá que repetir el bueno de don Baldomero el mismo sermón el próximo año como repiten los devotos “¡Viva la virgen del Carmen?
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Artículo publicado originalmente en el Diario de Ávila
Poeta y escritor