«¿No es este el carpintero, el hijo de María?»
Lectura del Evangelio según san Marcos (Mc 6, 1-6)
Salió de allí y fue a su pueblo, acompañado de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La muchedumbre que lo escuchaba estaba admirada y decía:
–¿De dónde le viene a este todo esto? ¿Quién le ha dado esa sabiduría y esa capacidad de hacer milagros? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No viven sus hermanas aquí entre nosotros?
Y los tenía desconcertados.
Jesús les dijo:
–Un profeta solo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y entre los suyos.
Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan solo sanó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y estaba sorprendido de su falta de fe.
Comentario
¡Qué fácil es estar en lo que falta! ¡qué fácil es poner peros! ¡buscar los defectos! ¡qué difícil es encontrar gente y grupos donde se busque lo positivo, donde nos sintamos orgullosos de los valores de la gente que tenemos cerca. Ser capaces de encontrar, en quienes nos rodean, sus fortalezas y ponerlas en valor como algo que es una oportunidad para todas y todos.
Y muchas veces tenemos ese toque cainita, donde lo que nos es cercano y familiar, se haga lo que se haga, siempre se le pone la sombra de la sospecha. Si las cosas se hacen bien «por algo será» y si se hacen mal «era de esperar».
Jesús dice y hace cosas que asombran a su gente, pero al final no deja de ser el hijo del carpintero, no tiene estudios, no es de la familia sacerdotal, su madre es una pobre mujer, su familia no sobresale para nada, él se dedicaba a hacer remiendos de cualquier cosa para sobrevivir. Tampoco hizo escuela para enseñar la Torá, no estaba en las escuelas rabínicas ni le interesaban las discusiones letradas sobre temas de religión. Al final seguía siendo para la gente de su pueblito de la baja Galilea, el hijo de una familia humilde, un obrero de la construcción que no debía tener nada que fuera relevante.
Es verdad que asombraba a su gente, sí, y le reconocen que su corazón está lleno de sabiduría y que de sus manos brota salud. Jesús es alguien que habla de Dios de una forma tan especial que cautiva, porque lo hace desde su experiencia y de su profunda cercanía a Dios Abba.
Pero no tiene el perfil, no tiene el pasado de autoridad y credibilidad para los que le conocen «desde niño».
¿Por qué será que mirar las debilidades, ciega las fortalezas? Creer en las posibilidades de las personas, descubrir las fortalezas es una forma de ver la vida y las personas, que nos reconcilia también con nosotros mismos. Nos da fuerzas para creer que uno también está lleno de oportunidades.
En una sociedad donde la estética, la imagen, lo externo es muy importante, nos podemos perder la capacidad de encontrar valores en casa porque creemos que es mejor lo que viene de fuera y aquello de lo que se nos habla bien, que tiene la apariencia prevista. De los que vienen de fuera, no nos interesa su pasado.
Nadie es profeta en su tierra… y en su tierra no pudo hacer nada porque no tenían fe… Qué diferencia de aquella mujer, del domingo pasado, impura, arruinada, desahuciada, excluida, que sabe que con solo tocar el manto podría curarse. Y Jesús se derrite con su fe, y le regala el protagonismo: «Tu fe te ha curado», te has ganado la ciudadanía, «te has ganado mi respeto».
El Evangelio de hoy nos invita a mirar a la gente que nos rodea descubriendo sus valores, sus bondades. Si creemos que Dios nos quiere, y quiere a todo ser humano, quizás la pregunta que nos tenemos que hacer es qué tendrá de bueno esa persona para que Dios la quiera. Educar la mirada, evitar los prejuicios, no juzgar… los peros para el final y no tiene por qué haber.
Creer en las personas, por encima de sus historias y de los prejuicios, es dar la oportunidad a los milagros.
¡Sí, hay profetas al lado de casa!, como diría el papa Francisco: «Hay santos en la puerta de al lado» (Gaudete et exsultate, GE, 7). ¿Soy capaz de reconocerles en mi vida cotidiana? ¿Qué personas hay a mi alrededor que son mejores que yo? ¿Qué valores tienen aquellas que no reconozco tanto?
También hay organizaciones, grupos sociales, que hacen gestos, acciones, actividades que quieren ser una apuesta por una sociedad diferente. Y salen los peros porque «no son de los nuestros…».
Por otra parte, también quienes somos creyentes somos «hijos de la tierra», cuando hablamos del reino de Dios para esta realidad nuestra, puede que nos sintamos también poco reconocidos: «esta gente roja, ideologizada… ¿Qué tienen que decirnos?… y lo que hacen seguro que es espurio». El discipulado no puede caer mejor que el maestro al que sigue.
Nos toca mirar, hablar, valorar de otra manera, ponernos las gafas de Dios es generar un mundo de oportunidades.
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Consiliario general de la HOAC